LIBRETA DEL CAMINANTE
por
Cándida Martínez López
Hay muchos modos de recorrer los
caminos, de mirar los paisajes, de descubrir el sol y sus destellos, las
huellas de la historia, los pliegues del tiempo, de captar los anhelos en
silencio.
Belalcázar y Pulpí, Málaga y Priego,
Huercal Overa, Jaén, La Rábida, Granada, el mar de Cádiz o la Plaza de Mina.
Entre una provincia y otra, entre institutos y colegios, entre profesores y
alumnos, en coche, entre papeles, entre sonrisas y prisas, preocupaciones y
teléfono. Mis recuerdos se llenan de caras, de emociones, de discursos, de
aulas escolares, de papeles y ordenadores, de carretera y de mi gente amiga. Corría
el año 2003.
Cuatro años después descubro, llena
de gozo, otra mirada sobre los lugares visitados, otra forma de captar y sentir
los paisajes y la vida, otra forma de medir el tiempo, de leer los monumentos y
los sueños en ellos prendidos. Es la mirada del poeta que nos ofrece y nos
devuelve la luz, la nostalgia, la belleza oculta a nuestros ojos de tantos
lugares de esta Andalucía.
Febrero en Belalcázar, El sol es frio/ en los Pedroches/ y en
Belalcázar/ se congela la luz y el tiempo…y en Santa Clara/ las monjas rezan/
sobre rosas de miel. Las manos de la monja superiora estaban frías, como
aquel bellísimo claustro y las estancias del monasterio que recorrimos,
mientras un grupo de monjas se apiñaban en el claro de sol junto al aljibe. Acabábamos
de inaugurar un centro escolar que venía a mejorar aquel otro que se hizo en la
época de la República. Noble y fuerte construcción que aún resistía, excelente
profesorado, el alcalde, y mis habituales preguntas sobre su historia. Acabamos
en Santa Clara. Y allí estaba el poeta
para hacer del frío, verso y poner los ocho vientos de Andalucía en la torre de
Belalcázar.
En Almería, donde el aroma de la tarde/es tiempo revivido/, la memoria y la
figura de Don Nicolás Salmerón y Alonso, aquel presidente de la primera República
española que dejó su cargo por no firmar una pena de muerte, se acrecentaban en
la primavera almeriense en aquel Congreso universitario sobre el centenario de
la Unión Republicana y nuestro ilustre paisano. Discursos, conferencias,
saludos, viejos y queridos amigos, la Universidad, mi familia, hoy evocados en
ese recuerdo de otra Puerta de Purchena /por
cuyas piedras demolidas/salieron quebradas para el pacto/las últimas banderas
de la gloria.
Ya era setiembre en La Rábida. Del mar, la
magia y del mudéjar el milagro de su hendidura:/sabiduría de viejos proeles/que
la historia reclama. Había en sus miradas la inquietud y el entusiasmo de
quien parte a la aventura. No eran viejos marineros que se hacían a la mar.
Eran los primeros responsables de nuestros centros TIC, reunidos en ese
emblemático lugar para iniciar su particular aventura tecnológica. Eran las mismas
emociones que yo sentía, aunque ellos esperaban de mí la certidumbre de que
había puerto adonde arribar. Intenté convencerlos. Me perdí esa mañana como
ascendía la luz / como una nube orlada/
de brillantes que los pinares/enhebran en el rocío.
En Medina Sidonia el Instituto es un
prodigio de ingeniería arquitectónica. Casi diciembre, y entre explicaciones
técnicas, la satisfacción del trabajo bien hecho, el profesorado y la visita a
las instalaciones, hubo un tiempo dulce para probar los alfajores, pastelillos
y tortas de navidad de la pastelería de la sobrina de las trejas, que llegué a
imaginar como una taberna del viejo
foro romano. Hoy paso por tus calles/ y
siento a Roma, Assido Caesarina/… altiva y blanca, siempre al Norte/ como
estrella Polar/.
En la Libreta del Caminante de Paco Basallote hay un año intenso hecho
camino de suave primavera y frío invierno, de reflejos de luz, de espejos de
nieve, de nieblas de nácar, de sosiego de cal, de sillares que miran desde el
lado oculto del tiempo. En la Libreta del Caminante está, sobre todo, el poeta
que siempre me acompañó y supo leer el otro ritmo de los acontecimientos vividos.
Él fue abriendo otros caminos que hoy nos regala en su particular libreta.
El viaje, la descripción de paisajes
y costumbres, o el asombro al descubrirlos, han constituido un género
particular en la literatura universal. Siempre me fascinó el itinerario de
Egeria, aquella culta mujer hispana que hace quince siglos empleó su fortuna en
recorrer las tierras santas del mediterráneo oriental y nos legó un texto
fresco y lleno de sugerencias, desde su mirada de mujer. Me cautivó el viaje de
Luis Bello por las escuelas andaluzas de comienzos del siglo XX y agradezco su
mirada perpleja y llena de compromiso ante la realidad social de aquellos
momentos.
Ahora me emociona Paco Basallote al devolverme un
camino y rememorar con sus versos un tiempo cercano de otro modo vivido. Su
palabra siempre ha sido precisa, su presencia generadora de seguridades y
certezas, de calma. ¡Qué fácil era llegar al lugar más complicado cuando ya
estaba allí el amigo Paco!
Leer estos poemas y recordar con
ellos ese año me ha colmado de dicha, como también que hayas tenido la
deferencia de pedirme esta introducción. Ha sido una suerte haber trabajado
contigo, y ahora un auténtico regalo tu libreta y tu forma de expresar los
caminos de Andalucía.
Vélez
Blanco, otoño de 2007.
Cándida
Martínez López
Consejera
de Educación
No hay comentarios:
Publicar un comentario