SÓLO QUEDA LA NOCHE
VII PREMIO DE POESÍA “NOCHES DEL BARATILLO”
PRESENTACIÓN A CARGO DE
PRESENTACIÓN A CARGO DE
MANUEL SENRA
Habría que saber volar para alcanzar, en la imaginaria carrera de
la lírica, a Francisco Basallote, y esto, sabiendo de él que es,
temperamentalmente hablando, un hombre tranquilo, independiente y solitario a
veces, él sí que parece tener alas. Del mismo modo que parece tener diez manos,
y no dos. Le ocurre como a los nobles rumiantes, que cuando encuentra yerba (la
poesía) la devoran y luego la rumian placenteramente.
Se levanta al alba y, ordenadamente, da los pasos de siempre e
intenta hacer (y de seguro que las hace) las misma cosas de siempre y saluda a
los amigos de siempre. Así todos los días. Hasta que el cansancio de las muchas
horas de trabajo imaginativo y de reflexión, más los soportes de esta fábrica
sin horas trabajando en la mente, en las manos, en los ojos y en la espalda, lo
llevan derechitos a la cama.
Es Francisco Basallote un poeta afable y trabajador, al que gusta
poco de las modas efímeras y de los malos modos, como tampoco le agrada la
mayoría de las corrientes que nacen hoy para morir mañana, ni desde luego esa
poesía revestida de adornos y estridencias. Para este poeta, el silencio tiene la
misma fuerza que el grito callado. Y la esencia de la idea y la palabra, más
que lo superfluo. Y sí abraza la pura y
rotunda belleza escondida en la luz. La luz quintaesenciada, con ecos internos
que dan cohesión al pleno logro de una voz y de un mundo propios. Cito, del
poema V de Solo queda la noche, “Purifica
de sombras / la noche de mi corazón /
que estrellas de tu cielo / tracen mis
rutas / de libertad”. Versos, la mayoría de arte menor, que llevan la pureza
en su propia esencia, en sus pocas pero bellas y profundas palabras.
Dentro de la poesía, tiene Basallote pasión por el haiku; aunque
más que una pasión, el haiku le recorre la espina dorsal entera al poeta. (Por
si alguien no lo recuerda, es una forma de la poesía tradicional japonesa más
extendida. Poema breve de tres versos de
cinco, siete y cinco sílabas poéticas. De haikus, tiene nuestro invitado varios
libros. Y cada día escribe uno como poco. (Si durante su intervención alguien
desea preguntarle algo sobre este apasionante tema, creo que, desde este mismo
momento, contamos con su permiso).
Tiene en su haber unos treinta libros de poesía, libros que no
vamos a nombrar aquí ahora, uno por uno, porque nos llenaría la cabeza de
títulos que casi enseguida olvidaríamos. Pero, sin embargo, no quiero pasar por
alto los premios obtenidos, que no son pocos.
Orippo de Poesía, el Ciudad de Montoro, el Ciudad de Baeza, el Villa
de Aranda, Marco Fabio Quintiliano, Ateneo Albacetense, Premio Andaluz de
Poesía, Villa de Peligros, Antonio Machado de Sevilla, Odón Betanzos, Encina de
la Cañada,
Ciudad de Ronda, Premio de la creación Literaria Apolo y Baco, I Premio de Hojas
de Bohemia. Premio nacional Paco Mollá,
el VII Premio Noches del Baratillo. Y algunos más.
Es, además, crítico e investigador. Y pinta bellísimas acuarelas,
muchas de las cuales acompaña a sus libros de haikus.
Casi seguidamente, oiremos de su propia voz algunos de los poemas
de la obra que hoy nos trae aquí y que, como se sabe, fue ganadora del VII
Premio Noches del Baratillo 2010.
La mayoría son poemas cortos, como decíamos al principio, desnudos
de adornos y estridencias. La suya es una voz muy personal, de tono intimista,
pegado siempre a la grandeza de la luz, con un lenguaje próximo a lo cotidiano,
hecho siempre con la palabra rigurosa y exacta de “Siempre queda la noche”.
MANUEL SENRA
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