Prisma de la luz,
la
tarde,
en su cristal se rompe
la blancura,
la
lluvia
de color multiplica
en rosas sus corolas,
tan cromática orgía
en lirios y alhelíes.
Bajo la parra
dormita,
azul,
la sombra.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Blanca pirámide
de luz,
el tejado
de cal.
Tan vertical el sol
lame los bordes
del alero
y
su filo
añil de sombra,
y como cascada
de luz
sobre los
muros
se precipita.
Tan blanca inundación del mediodía.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Cierras los ojos
y ves la luz aquella,
el desnudo esplendor
del arco abierto
a la sorpresa
de su deslumbramiento,
la elipse de su curva
sobre la cal luciendo
candelas de blancura.
Cierro los ojos
y la memoria
me
deslumbra.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Como un vitral
el patio cierne
la luz,
fragmenta
su cuerpo en los haces
prendidos de color
que incendian las corolas
en el fuego
de
su transformación:
mayo encendido
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
No se detiene
la cal en el pretil,
pasa por su cimera
y su nieve desciende
vertical hasta el plano
de la azotea,
receptáculo de blancura
en cuyo centro
hurgas como si fueras
a encontrarte de nuevo.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Vuelan los últimos
pájaros de la tarde
mientras las nubes
y los muros se tiñen
de rosa,
vira
a magenta y violeta
el fuego del ocaso
y se detiene el tiempo
en las campanadas del ángelus.
Dulce muerte del día.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
En el designio
de la luz,
la
piedra
es ámbito,
concavidad
de nácar,
cuna
para un tiempo cuyos vectores
fluyen desde la nada
al río inmenso de la vida
abierto al goce
de su esplendor.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Era mi casa en la muralla
por la noche centinela
de aquella Puerta Cerrada.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Vuelan los brillos
del mar en su distante
azul,
bahía
cercana,
cóncava
luz suspendida
entre montaña y cénit,
entre oscilante plata
y la certidumbre solar
del mediodía.
Desde aquí,
como quien se asoma
al espacio único
de su deslumbramiento,
ineludiblemente retorno
a la blanca azotea
de los días felices
en la casa perdida
de la memoria.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Sobre la cal la luna
disecciona las sombras
con su bisturí claro.
No es blancura su seno,
aura de plata
en la que se escriben los nombres
olvidados,
los cuerpos
sin rostro que perdimos,
las horas detenidas
en su reloj blanco.
A la luz de la luna
al recuerdo jugamos.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
La luz delimitó
el ámbito,
la cerca
de la ciudad dorada,
la curva de tus pasos
sobre la nuez de tu delirio:
tu blanco alcázar.
En rondas de cal
y
de sombra
el ritmo de tus pasos
por
adarves del viento,
coracha del levante,
barbacana de tu destino.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Lees en la cal
los signos inmutables,
están escritos en el mismo
lenguaje con que el viento
acaricia las palmeras
y el agua canta lentamente
por caños de verdina,
con el idioma
de
las rosas
y del jazmín,
las únicas palabras
que al aire suenan con la música
y el ritmo de los versos
antiguos de la sangre…
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
El viento mueve
lento las sombras
de las palmeras
mientras la plaza sueña
su siesta azul.
La tarde es un trapecio
de lados desiguales
donde la luz descansa
de su blancura
y se abanica
con las sombras de las palmeras.
La plaza sueña
mientras la fuente
canta la nana
del surtidor.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Quien pudiera abrir la
puerta que conduce a un niño
feliz rodeado de un mundo de flores y pájaros,
en un jardín en el que crecían el
romero
y el almorajud y frutales de oro y de almíbar,
bajo la blanca luz que es hoy una dulce nostalgia.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Era tan lenta la caída
de la tarde que Mayo
se demoraba en el espejo
de sus crepúsculos,
tasando el fluir del rosicler
a las púrpuras exaltadas
de su agonía
como si en tal medida
encontrase motivos
de ostentación para el lujo
de sus candelas.
© F.BASALLOTE. LA SOMBRA
DE EUCLIDES. N.YORK, 2012.
Francisco gracias por estos versos que nos dejas para deleite de los sentidos. Se ven,se oyen, se palpan y se degustan. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Adelaida, por el honor que me haces al visitar estas páginas en las que he puesto con todo mi cariño algunos de mis poemas. Me alegra que su lectura haya sido agradable para ti, es una satisfacción de poeta y de amigo.
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