domingo, 22 de junio de 2014

ARTÍCULOS. LA MEMORIA, ESE MONTÓN DE ESPEJOS



LA MEMORIA, ESE MONTÓN DE ESPEJOS











Una vez más el retorno, el recurso a la memoria como instrumento esencial de una poética, como uno de los pilares sobre los que descansa la bóveda lírica. Quizás el más importante, pues qué es la poesía erótica sino el recuerdo de un gozo, elegía al fin y al cabo, y acaso la poesía en todas sus manifestaciones no está soportada en el recuerdo de las emociones que conmovieron al poeta.  Para Juan Gelman:“La poesía es memoria de la sombra de la memoria” y  Borges , el cantor del paraíso perdido, dirá: “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”  .Siempre encontraremos al poeta aferrado a ese no tiempo, a ese espacio vacio, intentando llenarlos con la voz de su  recuerdo, no es un llanto como tampoco es un canto es una leve delectación en el tiempo que pasó como un ave que nos deja sus plumas caer en forma de nostalgia.


David González Lobo en “Dulcamara”, y especialmente en su tercera parte es fundamentalmente memoria:  “Como el pasado se borra/ he regresado al cielo de mi pueblo/…” donde  el recuerdo se hace vida: “…Cuando mi madre nos dibujaba el bosque/ no llovía como entonces/ o toda el agua se apaciguaba/ como una laguna/ en su regazo/…”, honda nostalgia: “ Mi padre/ estaba sitiado/ lloraba siempre de perfil/ Mamá en silencio/ de espalda a los helechos/ Llovía en lo alto del mundo/…”que se hace  presencia de un tiempo pasado: “ Hoy se multiplica el instante elemental/  en el que la lluvia azotaba una y otra vez/ las hileras de casas de mi pueblo/…”



Joaquín Pérez Azaustre   en “Las Ollerías”,hace a la memoria  materia elemental  de este hermoso libro: “Eran los días felices de la celebración./ La luz era muy blanca, aún más blanca/ sobe el pinar abierto en el camino…” ; así como los elementos que conformaron la vida diaria y sus excepcionales salidas de la rutina: “… ¿Cómo era aquella casa azul donde estuvimos?/ Pudo ser aquel coche, un Renault 5 blanco/ encallado en la arena de una noche infinita./…”  pero también la presente cotidianidad : “La vieja contractura de la espalda/ ha vuelto a aparecer,/ como un amigo incómodo que un día/nos viera cometer los pecados feroces./…”. Memoria sólida y pura vida, memoria absoluta en su función de radiografía emocional para la que el poeta se hace una pregunta con respuesta incluida: “…quizá ser un licántropo del tiempo/ consista únicamente en recoger/ todos los fragmentos de la foto,/ para poder guardarla en el armario/ de las horas futuras.” 


Para Carmen Ramos,  “Las estrellas han hallado otra forma de morir”, es un libro profundamente inserto en las raíces de la memoria  y en un doloroso suceso personal  en el que  tiene una gran importancia la presencia de la memoria personal relacionada con el suceso: “He tenido que volver a los hospitales / para beberme a secas/ la poliédrica figura de la vida:/… “, o  “ Me sigo mirando en tus espejos:/ Más por homenaje / que por vanidad.”, aunque a veces esta memoria desciende al tiempo primero:  “Ya no consigo recordarme/ en aquella niña de coletas/ calcetines largos, kiowas/ y uniforme./…” o “ Suenan los bolillos como grillos en el patio./ Cri-cri-cri-cri./ El calor de la madera entre los dedos/ y el mapa de la infancia que falta ahora./…”. Y también la memoria colectiva, persona sensibilizada con el pasado de este país, la presencia herida de la memoria histórica: “ … Perdimos, sí./ En la cuneta quedaron sonrisas y viejos héroes,/ algunas canciones inmortales,/ quizás mañanitas y sabiduría que,/ como esquirlas de piel, se desprendieron./…”       o   “Dicen que yacen aquí. Polvo y silencio./ Dicen que murieron aquí. Silencio y pared./ Dicen que estuvieron aquí. Pared y sangre./ Dicen que nadie les recuerdas/ y que fueron maestros, albañiles, madres, jóvenes, libres./ Eso dicen./ Y que arañemos sus desnudos nombres a la tierra.”   Y, persona sensibilizada con la humanidad, la memoria de los sucesos que hieren el corazón del hombre:actual: el 11-S : “ Yo he visto como se derrumba un edificio/ por el que sobrevoló tantas veces Supermán./…”; el huracán Katrina en Mardi Gras : “ Primero fueron los murmullos a colores sobre el mapa./ Después vino el viento y el agua con nombre de mujer./…”   o los deleznables sucesos de Abu Ghraib, en el hondo y patético poema “Querida Lynndie England”  : “…Porque salí desnudo, atado como un perro en aquella foto. Tú sonreías y fumabas mirando a la cámara. Y aunque nadie me vio la cara, la vergüenza es una raspa en mi garganta que me impide hablar….” 


A veces la llamada de la tierra es tan fuerte  , como sucede a Alessandro Tropea  en  “Las palabras vacías”  No puede eludir la llamada ancestral de la tierra, una voz cargada de historia que se hace elegía en el poema “El castaño de los cien caballos”  dedicado al pueblo catanés de Sant´Alfio, y a su histórico castaño que un día del medievo fue capaz de proteger a cien caballeros de Juana de Anjou de una terrible tormenta, castaño evocado por el poeta : “ Del verano tan solo un recuerdo/ llama apagada tras el ocaso./ Y yo aquí/ enfrente, a la sombra de tu silencio./…”, evocación de la tierra que se hace más palpable en el poema dedicado a la ciudad de Catania, “El faro”  , “…donde afónicas sirenas/…/ emulan los héroes/ de una no olvidada Ítaca.”. Y  es que la memoria de un tiempo, de un lugar, de unas vivencias, permanece, como esa lejana ciudad de los recuerdos, aunque como dice en “Amistad”: “En el desván de la memoria/ sólo quedan fotos color sepia/ ...”. Aunque hay  recuerdos que permanecen inalterables, como son los de los padres, así en “Cielo nocturno” dedicado a su madre dirá:  “…no voy a desistir en el propósito/ de trepar por las abruptas/ laderas del insomnio…” y en “Hay un cielo” la evocación del padre: “ …entre los senos voluptuosos de la noche/ tus cabelleras/ son tiras de nubes blancas/ que el viento enreda a su manera.”


El gozo recordado está presente en”Los huecos de la memoria·”de, Rafael de Cózar, dos tempos de una misma melodía:   Si en  La copa de mis ecos  es un presente apasionado en el que el amante muestra   su ansiedad : “ Con la seda de mi lengua y con mi hambre/ la química de tu cuerpo quisiera traducir.”  convierte la memoria en gozo retroactivo: “Aún me envejecen en la boca sus últimos labios, / Aún quedan en el aire restos de su piel…” , y el presente en oscura travesía  de placer : “ …y tiemblo,/ navegante en la góndola gris de la madrugada/ por los canales de tu cuerpo penumbra…”; mas en su brevedad  la dicha pervierte su sino y se duele el poeta de soledad: “ Tu párpado es mi copa/ y otra copa más tu boca,/ tus muslos: piscifactoría,/ y mis labios: guardianes de tus ojos y tu sexo,/ sin copa, sin vino, sin mi sexo,/ mi noche y mi locura:/ esta cordura de labios y de besos…” . En un ritmo en el que el dolor retumba en la música de los versos como un angustioso latido, esta soledad se hace memoria: “Yo seguiré buscando en las esquinas/los reflejos del ayer que fuimos/ y tal vez vengan a mi desde tan lejos/ tal vez vengan/ las sombras pequeñas de tus ecos.”. El recuerdo avivado por espontáneos fuegos: “Por un momento,/ me recordó aquel volcán de antiguas espumas/ que fuimos,/ y miré al mar y la senté a mi mesa/ y le di a beber de todo lo que tenía: mis sobras de soledad y vacío.”. Ausencia  que “Me dejó la suficiente pena/ y un hueco más o menos hondo en la garganta.”.Por lo que llega a la conclusión de que “Vale más hacerse ya a la idea/ de redactar a solas la noche por vivir/ con la esperanza que nos quede/ a la sombra de la espera.”. Amigo íntimo, conocedor de lo entresijos del alma del poeta, Andrés Sorel vuelve a decir en el prólogo: “…decantada la poesía que ya no grita por el amor ausente, sino que lo convierte en belleza…”.  En eso se transmutan estos versos en los que permanece el tiempo , cristalizado en una emoción viva, presente y aunque nueva,   entre sus sombras vemos aquellos espacios del amor llenos de niebla, de la niebla que deja tras de sí toda pérdida…En la bella trascendencia de su belleza…. 


Y es que la nostalgia, esa forma dulce de la memoria que nos ofrece lo mejor de nosotros en el mejor instante pasado es fundamental para la poesía, tan esencial en el canto del poeta perdido en el sino de lo cotidiano y que en brazos de la memoria se encuentra con lo mejor de si mismo, o al  menos con lo mejor recordado.

©F.Basallote

martes, 17 de junio de 2014

ARTICULOS. TERRITORIOS DE LA MEMORIA






TERRITORIOS DE LA MEMORIA













Cuando hablamos de poesía de la memoria amalgamamos en el mismo concepto los ámbitos espaciales y los temporales del suceso recordado, cumpliéndose  en ello paradójicamente la Teoría de la Relatividad, y en concreto la definición espacio-tiempo que recoge la noción de que el espacio y el tiempo ya no pueden ser consideradas entidades independientes o absolutas. Y en realidad así sucede generalmente en el poema, en la emoción recordada que aunque esté producida por el recuerdo de un instante o al revés, de un lugar, arrastra irremediablemente consigo al otro parámetro.


Sin embargo eso no se produce siempre y, salvo en la poesía intensamente intimista, prevalece en el recuerdo la presencia de los lugares donde se cobija la emoción. Dice Juan Carlos Mestre: “Siempre se regresa al paraíso perdido. Lo cierto es que uno vuelve al territorio de la infancia, a los “loci memoria”, a los lugares de la memoria. Son los espacios donde tuvo uno por primera vez conciencia de la palabra árbol, de la palabra río; donde vio por primera vez una mariposa, un relámpago…”   Y Borges dirá: “Se que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío …  No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.”. Es decir se canta lo que se pierde, pero esas pérdidas tienen un espacio…Todo paraíso estuvo ubicado en ese ámbito físico de la dicha. Tomás Segovia escribe en sus Diarios: “Cuando evoco alguna época mía, tengo la sensación de que esa época no está en el tiempo, sino en el espacio…”.


Cuando Juan Cobos Wilkins dice en Biografía impura: Un niño mira sombras en la pared. Ignora/ aún qué es sombra…/…/ Es su relámpago, el inicio de su memoria/…” está definiendo el proceso de transformación de un fenómeno que se produce en el espacio en la raíz emocional de la memoria. Cuando Coriolano González  en el poema de Códice de la ciudad  de su libro  Otra orilla (2004-2007), se pregunta: “¿Dónde aquel banco en el que fui besado/ por vez primera/ y el tiempo se detuvo?, ¿Dónde están aquellas plataneras/ que desbordaban de luz y olor/ la travesía por el barranco…”, no hace sino reconstruir esas emociones sobre la planta real del espacio recordado.  Y si Víctor Jiménez en El tiempo entre los labios  desciende a la memoria lo hace al espacio ineludible de sus emociones: “Puente aquel de San Bernardo,/todavía pasa el tren/ de mi infancia por debajo.”. A veces el espacio, el “loci memori”, es la propia carne, la inmediatez de la emoción es tan profunda que la memoria tiene argumentos para su recuerdo:“ La piel tiene memoria. Cada rayo/ de sol, cada caricia, cada brizna/…/ Piel con piel, en la tuya/ redescubro esas páginas / que el terco tiempo escribe/…/”dice en Intermedio Juan Lamillar.


En La casa que habitaste, de Jorge de Arco  en un lento proceso de retorno  se hace presente aquel lugar : “Regresas hoy a lo que fuera tuyo/…/ al río extenuado de esta casa./…/ Han pasado los años y las sombras/…/ Giras el pomo y arden/ los ojos y los labios/ al cruzar las heridas de una puerta silente/…” , y  esa es una presencia lacerante : “Ahogas una lágrima –o un grito-/ de ausencia en la garganta/…”  , en ella  “Resbala el alba/ por tu melancolía y amaneces/ con un puñado / de soledades rotas/…” y  vive lo perdido  regresando en el tiempo : “…y atrasa el corazón cuando memoras/ la  albórbola irredenta de los pájaros, / el olor de la harina molinera,…”, al fin y al cabo los instantes de la dicha  que  se fue y que en esta casa se hace dolorosa herida: “ Y nada duele tanto/ como la certitud de tantas soledades/ aún por recorrer,…”.

Si en su anterior obra , "La casa que habitaste",  emoción y  ritmo, constituían el soporte poético del poemario y  su contenido se centraba  en la Poesía de la Memoria , estas características se repiten en “La horas sumergidas” , la memoria reivindica  su protagonismo: “No tengo otra moneda que el recuerdo…” dirá, mientras retorna  a una voz, cuyo oleaje palpita: “Con un trozo de mar casi me basta,/con un puñado/ de tierra. Tal vez, sólo / de niebla sostenida./…” , un mar en el que  Hay una isla al borde de tus ojos,/ un inmenso país/ de ofrendas y caricias./…” y un viento en el que “…vuela,/ alta, la desmemoria.” Aunque hay momentos en los que la memoria se hace arcilla primordial, la engalanada altura de la roca matriz, el olivar y el pozo, el pegujal, las cuestas encaladas, el origen denominado el Sur: “ Mi voz es la campana / que rompe / el cristal de la tarde/ abandonada/…/ Hacia el Sur se dirigen los vencejos,/ los siglos más hermosos de mi infancia,/…/ Un pueblo se despierta en mis adentros,/ y en mis venas, sus calles:/ voy diciendo su rubia melodía,/ la luz caliente y sepia de mi ayer.”  .


La mirada del poeta hacia el pasado no es hacia algo perdido, ya que permanece en el corazón, emoción reconocida en el sueño de un mar, en las imágenes recobradas de una luz que viene de nuevo desde un cielo topacio, desde unas nubes, desde las montañas lejanas en los húmedos alisios, una vida que se hace dolor y presencia. : “Soy poeta de la distancia. Escribo hacia el pasado. Miro a mis islas desde ese mito inaprensible, desde esa inaccesibilidad que trastoca mi alma…”  dirá el poeta canario José Carlos Cataño en Lugares que fueron tu rostro.  Y el tangible lamento del muecín le devuelve  a Encarna León en Lluvia de Aljófar unos espacios de la tierra que la memoria aviva: “El  muecín me trae otras tibiezas calmas/ de amigos que se fueron,/ amantes, ellos, de minaretes/ acequias, escarcha y palacios. De jardines de té, de hierbabuena/…”.



En “La tumba del arco iris”, de Alejandro López Andrada  la   naturaleza, la ecología y los espacios y ambientes rurales, se manifiestan en todo su esplendor y en toda su pureza, al tiempo que entre ellos revive el recuerdo del padre muerto,   la sombra de la muerte permanece: “…Vuelvo a encender la luz:/ sobre el perchero,/ como un sombrero, cuelga / mi memoria. Veo en el corral/ la sombra de mi padre/y un gato triste me habla de la muerte.”, pero hay un consuelo en la esperanza: “…la eternidad / se filtra por las ramas/ de la higuera/ y enhebra un sol de olíbano en mi sangre/…” . En Las estancias del recuerdo,  el dolor recorre los espacios huérfanos de una presencia de la que queda constancia en los jirones de vida del entorno y el poeta , peregrino de la nostalgia, recorre esos ámbitos donde su luz anidó: “.He llegado al dolor , y en él / habito/ como vive el rocío entre las hojas/ del otoño,/…”; “Y en el cementerio “ Todo mi ayer viene a hundirse/ en la orfandad/ ocre y humilde  de este camposanto./…”  .In memoriam  es la presencia constante del padre en las cosas, la norias, los barbos plateados, los peces luminosos…,


En el recuerdo de lo inmediato, de los lugares donde se estructura la memoria de la sensibilidad, es bastante frecuente y además es el primer estadio en la elaboración de esa emoción que permanecerá para siempre en el poema, al margen de que cohabite con el recuerdo del tiempo; pero el tiempo pasa, quedan intactos los lugares de la memoria…

En “Baladas de la memoria”, el poeta chileno Pedro Lastra, habla elegíacamente  del tiempo y de la    memoria: “Hace justo diez años/ Javier Lentini y yo éramos inmortales…”,  y tiempo y nostalgia hablan del maestro Ricardo Latcham : “ Todo es cuestión de tiempo, como se dice,/ para encontrarlo a Vd., también como se dice,/ a la vuelta de la esquina. Entonces /el discípulo y el maestro seguirán dialogando…” o de los amigos: “… Enrique Lihn, amigo de mis mejores días/ (esos que no llegaron)/ qué puedo hacer por fin/ para encontrar el reino que solo el sueño crea…”, “ Yo digo Roque, Roque,/ y empieza esta función como en un cine continuado/…”.Elegía que a veces deja transitar el dolor: “Deja pasar los años, Víctor Jara, / en el tiempo que viene/ nadie recordará/ al oscuro hombrecillo que ordenó que murieras…”. El tiempo, ese factor elemental de la memoria, con el que la elegía y el recuerdo traban la inconmovible presencia de lo pasado es asimismo factor primordial en esta poesía: “ El futuro no es lo que vendrá/ (de eso sabemos más de lo que él mismo cree)/ el futuro es la ausencia…”, “ Y vinieron los días/ ajenos a sí mismos, / y de nuevo el destello…”. Tan presente la fugacidad y el juego verbal de su contrario: “Y éramos inmortales. Nuestras flechas/ daban justo en el blanco…”
El paso del tiempo, su sedimentos en la memoria, llega a formar parte de esta poesía de la memoria, de la poesía más asentada y al mismo tiempo la que tiene el poder de revivir aquellos instantes que moldearon las poéticas, la que nos permite vibrar con el resurgimiento de los instantes  más decisivos en la vida del poeta, gracias a ese poder alquímico de la memoria, que con el tiempo elabora su más bella estructura
 © F.Basallote


viernes, 6 de junio de 2014

RESEÑAS. DESDE LA ETERNIDAD DE SUSANA MARTÍN GIJÓN



DESDE LA ETERNIDAD DE SUSANA MARTIN GIJÓN
ED. ANANTES. Sevilla, 2014










En la reseña que en estas mismas páginas publicamos hace  unos meses sobre  Más que cuerpos, la primera novela de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981), llamábamos la atención del lector sobre su  incursión en la literatura con una novela negra que aportaba al género una mirada crítica desde una perspectiva nueva que incidía  en  la  denuncia de los excesos que esta sociedad postmoderna acoge  y desarrolla. Y al mismo tiempo intuíamos que ese libro pedía una prolongación  no solo por la casuística tratada sino por el protagonismo de una pareja que tenía todos los visos de venir a quedarse, en semejanza a otras parejas de casi todas las novelas negras actuales. Y así ha sido, ya se anuncia la trilogía Más que cuerpos, y la autora nos trae aquí su segunda entrega:  Desde la eternidad.


En esta ocasión nos encontramos de nuevo con Annika Kaunda, la   policía de origen africano, ya bien situada en Mérida, viviendo con Bruno, el periodista al que conoció en su último caso, y  con el que forma el tándem protagonista  de un nuevo caso   en el que una serie de atentados conmueven  a la tranquila capital de Extremadura   desde el dueño de un spa  ambientado como unas termas romanas  encontrado ahogado en ellas  hasta el de un Consejero del Gobierno  que es malherido con una flecha , casos que contra el criterio del comisario jefe , Annika atribuye a una misma trama,  entre otras cosas por la antigüedad de las armas romanas empleadas.

 La autora utiliza la táctica de entrecruzar escenarios distintos, con personajes que ya conocemos de Más que cuerpos , en algunos de los cuales: la antigua Pompeya, le sirve a Bruno para dar con una sociedad secreta “Ab aeternun” (Desde la eternidad). veneradora de la cultura romana hasta extremos de no permitir mixtificaciones ni liviandades en las reproducciones históricas. Asimismo aparece la cuarta chica bosnia tatuada de la primera parte.

Perfectamente ensambladas todas sus partes permiten al lector el seguimiento de la acción con todo interés, a la vez que en el buen sentido de la novela negra, oculta hasta el máximo la autoría de los crímenes, lo que hace que su lectura sea para los aficionados un verdadero placer, no solo por el frenesí de la acción, sino por la excelente documentación arqueológica e histórica con que nos obsequia la autora que se llega a convertir en una eficaz difusora de la Mérida romana.

 Con esta mezcla de atractivos, de cambios de paisajes y escenarios, personajes entrecruzados que nos manifiestan sus sentimientos y pasiones, además de trazar el panorama de una acción criminal y de su excitante búsqueda , Desde la eternidad“,además de ser una novela, parece el embríón de una continuación que muchos esperamos.

©F.Basallote