sábado, 29 de marzo de 2014

RESEÑAS I. JORGE DE ARCO ."LAS HORAS SUMERGIDAS"



LAS HORAS SUMERGIDAS DE JORGE DE ARCO
I PREMIO NACIONAL DE POESÍA JOSÉ ZORRILLA
ALGAIDA.Sevilla, 2013
















Jorge de Arco, (Madrid, 1969). Licenciado en Filología Alemana, ejerce como Profesor universitario de Literatura Infantil y Juvenil y Escritura Creativa en la capital de España.
En Junio de 1993, publicó su primer libro, "Las imágenes invertidas". Posteriormente, aparecería “Lenguaje de la culpa”, Premio Ciudad de Alcalá y en 2000 "De fiebres y desiertos", Premio Comunidad de Madrid de Arte Joven, editado por Visor. En 2007 vio la luz "La constancia del agua", en 2009, "La casa que habitaste", Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, (Rialp. Colección. Adonáis), y en 2010, su primer libro, de poesía infantil y juvenil," Con el balón en juego" (Hiperión. Col. Ajonjolí.).
Ha traducido poesía alemana, inglesa e italiana. Ejerce la crítica literaria en muy diversos medios. Es director de la revista poética "Piedra del Molino". Es Hijo Adoptivo de Fontiveros, tierra natal de San Juan de la Cruz. Y Académico de la de San Dionisio, de Jerez.


 Así define su poética  “… la poesía me ha acompañado con rigurosa fidelidad. Más fiable, si cabe, que un amigo o una amante, ha ido perfilando mi condición humana con la plena confianza de que su poder sugeridor, su reveladora esencia, puede convertir en virtud cualquier amarga experiencia, cualquier ingrata realidad.”  


Su obra “Las horas sumergidas” obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Zorrilla 2013, por “su sentido órfico, melancólico, musical y una intensidad poética que conmueve”, en palabras de Antonio Colinas, integrante del jurado. El que fue Presidente de dicho Jurado,   el académico Luís María Ansón, dice en el prólogo: “Las palabras se le pierden a Jorge de Arco en la región más árida del sueño. Quiere posar los labios sobre los azules túneles del olvido, pero no puede.”, y en un artículo publicado en el Cultural  dice: “Jorge de Arco ha sido para mí un descubrimiento. Estuve en el jurado que le concedió el premio José Zorrilla. Su libro Las horas sumergidas se impuso sin dificultad sobre las muchas decenas de competidores. En Jorge de Arco hay un poeta auténtico, que tiembla de aliento lírico y se robustece en la originalidad de la adjetivación y la metáfora.”

Si en su anterior obra , "La casa que habitaste",  emoción y  ritmo, constituían el soporte poético del poemario y su contenido se centraba  en la Poesía de la Memoria , estas características se repiten en esta obra, aunque el peso de la emoción amorosa le confiere una intensidad existencial  que sabiamente  imprime  a un verso fluido, de léxico riquísimo, de acertadas metáforas,  con voces recuperadas que a algunos  nos sugieren tiempos y espacios olvidados, y el segundo estructurado físicamente en la indeformable malla del endecasílabo y los musicales pentasílabos y heptasílabos, consiguiendo un melodioso efecto musical.   Aunque la insistente presencia de una intenso   emoción  con influencias lejanas de Heine y de Bécquer, no puede ocultar en su honda verdad claros vestigios de nostalgia, de una nostalgia espacio-temporal y de una nostalgia íntima, en la que se lee tiempo con las manecillas de un reloj de eternidades, y en la que se lee amor con la pureza de la entrega  y se lee ausencia en las dolorosas saetas de soledad y silencio, así como se lee Sur como quien mira a  la luz de su propia sangre.

Consta “Las horas sumergidas” de cuatro partes, numeradas, así como una entrada y una coda .En la entrada, a modo definitorio, dirá sorprendido : “Quien soñó el otro lado de la noche,/ o lo vivió con todas sus estrellas/ apagadas,…/…/ no puede ser el mismo que con pinceles otros/ pintó en el lienzo virgen las esquinas de otra noche vivida detrás de los espejos/…” . En la primera parte, la memoria reivindica  su protagonismo: “No tengo otra moneda que el recuerdo…” dirá, mientras retorna  a una voz, cuyo oleaje palpita: “Con un trozo de mar casi me basta,/con un puñado/ de tierra. Tal vez, sólo / de niebla sostenida./…” , un mar en el que  Hay una isla al borde de tus ojos,/ un inmenso país/ de ofrendas y caricias./…” y un viento en el que “…vuela,/ alta, la desmemoria.”.  La segunda parte  es un tempo amatorio en el que “…En el misterio súbito/ del último pecado/ quiero posar mis labios, los azules/ túneles del olvido/ que nunca fueron nuestros./”   , y  que se hace dulzura   cuando “Espigo tus vocales, rumio tus consonantes/ y en las venas frutece/ el sol de la memoria./…/ La sal de tu desnudo: inventario solemne/ de una misma y fugaz melancolía.”, o  “Aspiro el tacto/ de tus manos de luna, el barro de tu vientre/ y bebo de la fuente desmedida/ de tus inmensos, verdes ojos./…” .La tercera parte  sería su soledad en el tiempo: “¿A dónde van mis días/ si lo que ocurre se disuelve en muda/ canción/ en pertinaz abismo? “  , retornando siempre: “…Escalo los peldaños de mi ayer/ y araño las estrellas, los milenios/ que sostuvieron mi primera muerte./ Bajo este sol lejano de la tarde/asciendo por vez última/ las empinadas / cuestas de la memoria.”. La cuarta parte es aquella en la que la memoria se hace arcilla primordial, la engalanada altura de la roca matriz, el olivar y el pozo, el pegujal, las cuestas encaladas, el origen denominado el Sur: “ Mi voz es la campana / que rompe / el cristal de la tarde/ abandonada/…/ Hacia el Sur se dirigen los vencejos,/ los siglos más hermosos de mi infancia,/…/ Un pueblo se despierta en mis adentros,/ y en mis venas, sus calles:/ voy diciendo su rubia melodía,/ la luz caliente y sepia de mi ayer.”  .Y en la coda, queda la ofrenda final al tiempo, ese quehacer del destino:  “…El tiempo tiene labios/ de fuego, pero, a veces./como sucede ahora,/ se le quedan al par silenciosos y helados,/ porque en ellos Invierno pone su dedo único: ese que escribe con ceniza y sueño/ lo que volveré a ser, cuando él lo quiera.”

Queda tras su lectura  una especie de quietud en la tarde, como si de pronto, tanta música se extendiera en el silencio necesario para poder medir la enorme tensión  de su belleza, el arco iris de las palabras antiguas tan bien ajustadas al canon de la danza emocionada de la  luz, el brillo que deja en el corazón la espuma que se erige en el vértice de las olas en el imposible adiós azul al mar de lo que fue intensa entrega. Queda suspensa la clepsidra en “las horas sumergidas”.

©F.Basallote

miércoles, 26 de marzo de 2014

RESEÑAS I.- DESPUES DE LA MÚSICA de JESÚS CÁRDENAS.



DESPUES DE LA MÚSICA de JESÚS CÁRDENAS.
CUADERNOS DEL LABERINTO. MADRID, 2014















JESÚS CÁRDENAS SÁNCHEZ (Alcalá de Guadaíra, 1973), es Licenciado en Filología y profesor de  Literatura. Ha colaborado en distintas publicaciones y revistas literarias  y obtenido algunos premios de poesía. Fruto de sus trabajos de investigación ha sido la publicación de  varios libros: “Espacios urbanos americanos en el “Diario de un poeta recién casado”, de Juan Ramón Jiménez,” y “.El concepto de lo popular en Juan Ramón Jiménez. Orígenes de la poesía neopopularista”. Es autor de los  libros de poesía: Algunos arraigos me vienen” (Diputación provincial de Sevilla,2006); La luz de entre los cipreses”, (Ediciones En Huida, 2011) y Mudanzas de lo azul”,(Vitrubio, 2013).  
Ha recibido entre otros, los siguientes premios: Accésit en el V Certamen de Poesía Florencio Quintero (Sevilla),  Premio del  Concurso Internacional de Poesía “Latin Heritage Foundation” 2011 (Washington, EEUU). Primer Premio del XVI Certamen de Poesía “José María de los Santos” (El Viso del Alcor, Sevilla).

De su obra poética anterior destacamos La luz de entre los cipreses”, (Ediciones En Huida, 2011)  un poemario en el que nos manifiesta su versión del mundo con una voz intimista y personal, cargada de ecos de la poesía de siempre: amor, desamor, memoria, tiempo, cotidianidad, incertidumbre y “Mudanzas de lo azul”,(Vitrubio, 2013)  en la que con una voz plena de madurez, un paso certero en su camino poético, profundiza   en los aspectos ya apuntados en su anterior libro, aunque su palabra nos llega plena de bríos nuevos, matices en la profundización de su búsqueda que simbólicamente  en el título  indica la intención del autor, ya que su “mudanza” no es sino una escala en el proceso  personal de su propia identificación poética, de la autentificación en el sendero sin fin de su propia depuración.  Un proceso que en este “Después de la música”, se manifiesta como una situación liminar, el punto donde se cierra una etapa poética  y en el que el poeta nos presenta todo su bagaje: la vida y el tiempo, la memoria, las pérdidas,  los días del amor y del desamor, la soledad, y  sobre todo el silencio, ese componente esencial de la música  que la hace excelsa  y prepara el corazón para el devenir, como una premonición…
Dice de esta obra su prologuista  Enrique Gracia Trinidad  que este libro “… contiene la  condición exacta de las palabras;…” y el propio poeta nos abre el libro diciendo: “He depurado el cielo con palabras/ a base de desgarros,…”.  Desgarro, emoción transida, tiempo, en la alquimia de las palabras… ¿se necesita más para que surja el poema…?. ¿Se necesita más para que como un torrente  no nos inunde esa emoción., cumpliendo así el fin último de toda poesía…?  No, todo está contenido en este libro que según su autor quiere ser “…un homenaje a la música y una celebración del silencio…”

“Después de la música” está estructurado en cinco partes: “El rescate en otras palabras”, “Vías de escape.”, “Otro infierno puede ser posible”, “Demasiado espacio.” y “Un cielo cegador”  . Comienza la primera parte  con los versos definitorios de su primer poema “Prolegómenos”: “Muy próximos se rozan/ los hilos del silencio. Es cuanto queda./…”  y ubicándose en los labios salvadores : “…como perdido entre la niebla,/ tal vez, tú me consueles/ ahora que me lees, me pronuncias./…”. “Vías de escape” , es un muestrario de senderos recorridos, espacios en los que la memoria erige  instantes con su brillo y dolor a cuestas, en cuya remembranza se oculta el proyecto machadiano de continuar:  “Cuando todo es irreparable/ y ya nada importa/ hay que pensar en seguir el camino./…” , aunque siempre acecha la incertidumbre : “…No sé si te conducirán a la nostalgia/ este frío poco dócil/ y la lluvia que vendrá pálida/…” y  en las “Playas del sur”, dirá :”Siento que vuelvo cada vez que miro,/…” aunque haya “…dejado varado en la orilla mis sueños./…” . En este camino hacia el tiempo surge la mirada fósil de las fotografías  guardadas en cajas de galletas: “…Estoy herido de tanto mirar fotografías,/…/(Todas las fotos siempre me miran con nostalgia)./…”. Concluyendo esta segunda parte con el esperanzador verso: “He llegado al mar y tú existías.” La tercera parte “Otro infierno puede ser posible” nos muestra la rutina de la cotidianidad y sus duros golpes: “…Te han golpeado duro./ La espesura del silencio/ te lanza un gancho.”, concitando al olvido como remedio , “ …aunque no sé si podré borrar esa constelación sobre tus huellas…”. “Demasiado espacio” es la latitud de la soledad: “Pierdes los nervios y te vas quedando / solo, definitivamente solo./…”, ese ámbito en que todo es pérdida  y confusión: “…Me he perdido y de nada me sirven los GPS./ Caigo y caigo en un gran hueco negro./”. La última parte, “Un cielo cegador” comienza con el poema de igual nombre: “A ti también te cegó un cielo en claro,/…/ Y, nuevamente, estuviste ahí/ sumido en una ciénaga callada,/…” y “Hay un libro que quiere ser lo que tú./ El silencio, los miedos, el dilema…”, como réplica de tanta angustia o camino definitivo, entre tantos, para el que  “Es hora de partir sin equipaje./…”


Artífice de las palabras. Sobre ellas construye la materia especular donde verse en la desnudez de la intimidad en la que con los útiles de los sentimientos, la desazón de la incertidumbre, la constancia de la pérdida y la servidumbre existencial, elabora  esta certera panoplia de las perennidades de la poesía, con el cuidado de quien entre sus manos sostiene la fragilidad del mundo, que calla ensimismado después de tan profunda música.
© F.Basallote





lunes, 24 de marzo de 2014

ENTREVISTAS. HABLANDO CON JESÚS CÁRDENAS



HABLANDO CON JESÚS CÁRDENAS

Jesús Cárdenas es Licenciado en Filología y profesor de  Literatura. Ha colaborado en distintas publicaciones y revistas literarias  y obtenido algunos premios de poesía.. Es autor de los  libros de poesía: “Algunos arraigos me vienen” (Diputación provincial de Sevilla,2006); La luz de entre los cipreses”, (Ediciones En Huida, 2011) y “Mudanzas de lo azul”,(Vitrubio, 2013. Hoy nos acercamos a él indagando en su poética, y en especial en su nueva obra: “Después de la música”















HABLANDO CON JESÚS CÁRDENAS


Jesús, entre “ La luz de entre los cipreses” y “Mudanzas de lo azul”, hay una gran diferencia ya que entre ambas, manteniendo íntegras las líneas básicas de tu poética, se palpa una ascensión en el proceso personal de tu propia identificación poética a la par que una unificación temática ¿Podríamos decir que “Después de la música” viene a culminar ese proceso y tiende a cerrar una etapa en tu poética?


Como todo poeta que escribe en un ciclo de varios años consecutivos se suele crear, sin saberlo, períodos o etapas. Como bien dices, Paco, en mis tres libros publicados hasta ahora se da un proceso íntimo por atrapar la sustancia poética, y, quizá, sin saberlo, este último, venga a cerrar una etapa, pues lo siguiente que he escrito –que permanece inédito- se encuentra a un escalón más alto en depurar la expresión y la anécdota, en la condensación de la idea que concurría en mis anteriores libros, aunque sin llegar a la abstracción.


De tu obra anterior, en la que se presentaba una visión amplia, con más horizontes del mundo, aunque también cargada de intimismo, queda una cierta visión reducida al mundo personal, absolutamente íntima, llegando a ser, a veces desgarradora. ¿Eso significa además una depuración interior? ¿Qué se ha caído?


Entiendo que supone una purificación, una forma de tamizar mi interior, de atrapar mis inquietudes, emociones y experiencias… Purgar y después sanar. Las cosas importantes siguen estando ahí: la palabra poética, el amor, el tiempo, la soledad, el dolor, el consuelo y la esperanza. Ahora, quizá, en poemas más limpios. He dejado atrás las notas más pesimistas de libros anteriores; menos oscuros en el fondo.


¿Qué significa “Después de la música” en tu poesía?



Lograr un buen título es complicado, añade carácter a la obra. Es lo primero que puede convencer. Con un título se busca mantener la coherencia y unidad del libro, pero, además, debe ser un título abierto y llamar la atención a los lectores. Para el hallazgo de este título agradezco los consejos de amigos poetas, de mi pareja y de Alicia Arés, editora de Cuadernos del Laberinto.

Provoca una reflexión. Este paso representa algo novedoso en mis poemarios: ponerme en contacto con el lector mediante el descubrimiento y la libertad para transitar por el libro, para confundirse con las distintas emociones que derramé. Como señala atinadamente Enrique Gracia Trinidad en el “Prólogo” del libro, “cada poema, casi cada frase ha sido un ir y venir del deslumbramiento al desamparo, de la alegría a la tristeza, de la nostalgia a la esperanza, de los recuerdos al olvido”.  



Eres un poeta que viene de la Universidad y de las teorías del Lenguaje. ¿Qué significa para ti la palabra?


En la Universidad, como es sabido, se experimenta poco por desgracia, lo que aprendes son las teorías del lenguaje, a este respecto debo decir que han hecho mucho daño las teorías “biográficas” o “históricas” (desde las teorías del New Criticism al Estrucutralismo), porque no han tratado el texto en sí mismo. Me decanto por las teorías del lenguaje poético formuladas por Jakobson y continuadas por S. R. Levin.

Es cuando sales de esta institución el momento de experimentar con el lenguaje. Para mí reunir palabras, conjuntarlas -tal vez sea exagerado decirlo-, es casi una profesión de fe, de fe en la palabra y en la música. La palabra se hace cuerpo una vez escrita. Lo desconocido no parece tener lugar si no se ha escrito. Un par de palabras bien expresadas podrían cambiarlo todo.



Eres filólogo y profesor de Literatura, ¿hasta qué punto ambas profesiones inciden en tu poesía? 


Curiosamente el membrete profesor-poeta tan utilizado en la llamada “Generación del 27” se ha vuelto a poner de moda. Hay una buena revista llamada “Cuadernos de Profesores Poetas”, editada en Segovia. Dicen que el conocimiento es un grado, pues eso. He estudiado y he analizado los mejores poemas desde la Antigüedad, me he acercado a la poesía de otros países y he ahondado en la poesía contemporánea española. Puede que el conocimiento suponga un tamiz más en mis intentos de ofrecer algo decente y no trillado en el panorama poético.


¿Qué es para ti la Poesía? ¿Qué buscas en ella?


La poesía es un conjunto de respuestas. Es la percepción de emociones, sentimientos y experiencias reales e imaginarias; la creación de otra realidad más sensorial, menos cruel; el diálogo con uno mismo de la realidad; una aventura por zonas hostiles de la memoria de la que difícilmente salgo ileso; una búsqueda permanente e inagotable por las palabras –mejor diré una batalla-; una cadencia armoniosa; lo que se calla cuando se ha dicho; una lucha constante por lo previsible… Presentimiento y nunca olvido.

Busco en ella mi expresión, mi forma de estar en el mundo, mi forma de existir, incluso. También busco encontrarme, hallarme perplejo en un verso y conmoverme con su luz por segunda vez.


¿Crees que tu poética está en el camino cierto? ¿Has explorado todos los senderos de la intimidad? 

No sabría yo decirlo, lo que sí diría que desde la sinceridad y la honestidad trato de transitar por la palabra de una manera seria. Es necesario preguntarse el porqué escribir poesía antes de componer versos, mantener un diálogo consigo mismo acerca del cauce poético. Me faltan muchos senderos por los que transitar con mi intimidad. En lo que se refiere a los cauces poéticos, me falta la soleá, las formas orientales, y otras tantas cuencas.


¿Qué hay de Juan Ramón en tu poesía? 

Partiendo de que dejaríamos un enorme hueco si no nombrásemos a Juan Ramón Jiménez, especialmente, por sus libros posteriores a Diario de un poeta recién casado (1916), lo que me lleva a la etapa “suficiente o verdadera”, desarrollo de la búsqueda de la belleza y la perfección, donde la depuración es total. Me interesa el concepto de intensidad, el valor de la búsqueda porque entiendo la poesía como un proceso a largo plazo, minucioso, detallista hasta revivir las emociones múltiples veces. Antes de enseñar el bonsái hay que podarlo, reconstruirlo muchas veces, dejarlo reposar.


Hoy día, salvo contadas excepciones, los poetas jóvenes han abandonado por completo la forma, la métrica. ¿En tu caso es una cuestión circunstancial o esencial?


Considero que habría que escindir el concepto de “métrica” en dos: por un lado, el cómputo silábico y la rima, que para mí no es fundamental; por el otro, el ritmo, que es totalmente necesario. De hecho, no entiendo un poema sin ritmo. El ritmo es una parte consustancial a la poesía tanto como la subjetividad o la intensificación del lenguaje. La musicalidad no es circunstancial en el poema, sino determinante. Dada su importancia, no es una cuestión que se aprenda de la noche a la mañana, más bien se trata de un proceso indefinido, siempre experimental y nunca consabido o rígido. De ahí que la forma deba acompañar al fondo.


¿Cómo ves el panorama poético sevillano? ¿Y el andaluz?

Un escritor de fuera de Andalucía me dijo una vez que si levantaba una piedra en Andalucía saldrían al menos cien poetas. En parte me parece cierto, somos muchos los andaluces que nos dedicamos a escribir poesía. Tal vez tengamos una especie de gen (o de tradición) que nos lleva a envolver el lenguaje en papel de regalo (con metáforas, empleando el ritmo…). Además de ser numeroso, el panorama poético andaluz actual es muy atractivo. Sevilla, Cádiz, Granada y Córdoba conforman un gran cuadrado de buenos poetas. Viene siendo histórico. Hay poetas andaluces contemporáneos (Antonio Orihuela, Álvaro García, Felipe Benítez Reyes, Luis Muñoz, Alejandro López Andrada, Manuel Jurado, Javier Egea, José Luis Rey, María Sanz, Josefa Parra, Raquel Lanseros, Domingo F. Faílde, Dolors Alberola) que no pueden pasarse por alto, y siguen estando vigentes sus libros. La cantidad y la calidad de poetas sevillanos es bastante alta. Considero que hay buenos poetas en Sevilla que deberían estampar un hueco en las antologías.


¿Crees que el poeta debe definirse ante la crisis y sus consecuencias sociales, comprometiéndose?  

El poeta sabe de la crisis y de sus consecuencias sociales. Se resiente en sus propias carnes. Todo deja su marca. Por tanto, las preocupaciones no nos son ajenas. Ahora bien, permíteme realizar un par de apreciaciones. El poeta, como literato que es, crea mundos representativos de la realidad. Es un fingidor, un buen simulador y su mirada suele tener algo de impostura. De ahí que distinga entre el autor del texto (o persona), y al poeta. La persona se muestra comprometida con los muchos problemas sociales que les acecha. El poeta, por su parte, tiene la palabra, pero en muchos casos encuentra la palabra manchada por los medios de comunicación, por la política, por la religión y por otros estamentos. Entiendo que el poeta tiene la capacidad de purgarla y de sacarle el máximo esplendor. El poeta puede tratar de temas sociales con mayor o menor acierto, puede pretender ser una conciencia inquieta y una voz que evoque a las conciencias. Es lícito que alce su voz, pero hasta qué punto esta voz no es impostada. Déjame cerrar esta pregunta con otra pregunta, ¿cómo puede la poesía remover conciencias si no interesa?


¿Quieres añadir algo a estas cuestiones?

Ha sido completo y atractivo el diálogo entablado, así que solo me queda darte las gracias.



©Francisco Basallote


jueves, 20 de marzo de 2014

RESEÑA DE ANA ISABEL ALVEA SOBRE MI LIBRO "GOTAS DE LLUVIA"



GOTAS DE LLUVIA: LA POESÍA COMO ALQUIMIA EN LA NOCHE METAFÍSICA















Cada vez que leo un poema de Francisco Basallote disfruto del lirismo de sus versos. Suponen una bocanada de belleza, elegancia y hondura, un impulso necesario para resistir y combatir la prosaica realidad.

Quienes conocen a Francisco saben de su amor por los haikus, en su blog: http://labibliotecadebashir.blogspot.com.es/ podemos encontrar varias entradas que profundizan en la naturaleza y las normas del haiku. Él mismo se considera un aprendiz del haiku y esta inclinación estética, este modo de escribir, pero también de mirar y de vivir, tienen un gran calado en su poesía. En este poemario no encontramos precisamente sus haikus, pero sí su influencia en ciertos rasgos, como la constante presencia de la naturaleza y sus elementos,  la actitud contemplativa, el estilo sugerente y estético, el deseo de aprehender la instantaneidad.


Este libro se inicia con un haiku del maestro japonés Ueshima Onitsura,  un haijin heterodoxo contemporáneo de Basho, pero que murió sin dejar escuela y al que Francisco le ha querido rendir homenaje.

Se estructura en tres capítulos: El retorno de los ánsares,  La lluvia de los montes y Alquimia. Títulos relacionados con los poemas de autores clásicos japoneses citados al inicio de cada capítulo, y a su vez, íntimamente vinculados con el tema -o temas- predominante en cada  uno de los capítulos.


Existe una coherente unidad temática en todo su recorrido: el paso del tiempo y sus estragos, la memoria como arma de batalla a su transcurso, el ocaso y la decandencia. Normalmente la temática se identifica con un elemento de la naturaleza.

Se inicia con un canto y celebración a la vida y sus misterios, a pesar del invierno, cuyo sujeto poético- en primera persona del singular- se entrega al goce de la contemplación.  Extiende en sus versos una atenta mirada a los objetos, a la naturaleza y a todo cuanto le rodea, y través de ellos  expresa y transmite su sentir y su pensamiento.


Podríamos comparar su poesía con la de Antonio Machado o Verlaine y los simbolistas. Encuentro cierta semejanza entre el simbolismo y el haiku. Los simbolistas huían del confesionalismo exagerado de los románticos y usaban una técnica de representación indirecta para reflejar sus emociones,  en muchas ocasiones a través de descripciones de la naturaleza y del paisaje o creando cierta atmósfera que evocara su estado emocional, sus ideas o quien quiera llamarlo su alma, el llamado “paisaje sentimental” de los románticos ingleses. Esta técnica iniciada en el romanticismo se desarrolla y renueva con el simbolismo. La lluvia empapada de tristeza de los poemas de Verlaine, por ejemplo, el valor simbólico del invierno, la noche, el ocaso, la niebla, la luna. Son términos literarios con resonancias románticas igualmente. En el haiku clásico tampoco puede aparecer la subjetividad, el yo poético, y consiste normalmente en instantáneas o sugerentes descripciones de paisajes. La sutil sugerencia la comparten ambas estéticas.



La creación poética de Francisco Basallote supone un meticuloso ejercicio de búsqueda de belleza, pero también de exactitud y precisión. No cae  en un superficial y huero esteticismo. Es de elogiar conseguidas y hermosas expresiones poéticas, el buen uso del lenguaje al servicio de un hondo contenido, y la demostración de tener ejercitada la mirada creativa, como cuando dice: salvo el tiempo que nos engaña/ en el terciopelo del musgo/ y en las briznas perladas/ de la hierba, mientras late/ en el débil reloj de nuestro pulso; o la imagen de las cimas de los cipreses en su verde ballet: … juega / con las cimas delgadas/ de los nuevos cipreses/ que en su verde ballet/ ensayan una música/ encerrada en el ritmo/ oculto de este viento/ que sabe a mar.

        A pesar de todo lo indicado, encontramos igualmente versos melancólicos, elegíacos, que sufren el paso del tiempo y su brevedad y sienten un tempus detenido y rutinario: Todo está quieto/ esta tarde de invierno/ salvo el tiempo que nos engaña. En el siguiente poema concibe que sólo en los nuevos brotes de la hiedra estará el esplendor naciente de unos días distintos.

Recrearse con la belleza efímera del vuelo de un pájaro, con el deslumbrante resplandor del sol en sus alas, decir ese gozo. Tal vez el pájaro signifique altura, trascendencia o la belleza efímera de la vida  que se ofrece a nuestros ojos.

A veces el sujeto poético se lamenta y busca desorientado la luz de antaño… sustituida por este magma gris/ donde la claridad/ es un concepto físico. Nostalgia elegíaca del pasado, porque la luz es la vencedora de la vida y él, el pino que no puede resistir los embates.

El viento parece representar la fuerza de la naturaleza, la amenaza, la muerte a la que teme y espera. Sin embargo, en el segundo capítulo le evocará su infancia, aquellas tardes de su niñez de viento y lluvia.

La estación invernal le oprime y encarcela entre el gris y la niebla que día a día se repite desde su ventana, ventana que está presente en varios poemas y que acentúa la sensación de encierro, y más cuando se compara con el gorrión que se posa en la misma y vuela libre, contrastando el interior carcelario con la libertad del exterior.

A la noche la define como oscuro desprendimiento de seda o presentido instante de sueño, tal como la entendían los románticos o Novalis, la noche ensoñadora y propicia para vuelos metafísicos.

Su segundo capítulo, La lluvia de los montes, recoge poemas sobre la memoria, una memoria evocada siempre por la naturaleza: el cielo gris le trae su infancia, o la lluvia, las nubes o el viento: cómo grita ese viento/ en la memoria. Un acto de recordar que agrede y duele- felino que hunde sus garras en la sensible piel de los recuerdos- pues representa lo que ya no está, lo que el tiempo nos ha robado: cuando un dolor se cierne/ tan cercano como piedra/ que palpabas, / como agua/ que pulía/ corriente, / la jabaluna de esas/ cuestas que ahora bajas/ mirando en ti, / aquel tiempo. Y el firme deseo de aprehender aquella vida para que no se escape, luchar contra el olvido,  detener  un rastro de luz que permanezca, la intención de buscarse para reconocer su sombra, traer a su presente jirones de su pasado, un pasado que vuelve a revivir en el recuerdo.

Hay una idea sobre la identidad referida en varios poemas, la del sujeto como una sombra rodeado de niebla o incertidumbre. Se alude igualmente con el término de sombras a los recuerdos del pasado, lugar cuyo regreso es imposible.

En Alquimia el atardecer es un grito angustioso y nihilista, donde impera el vacío y la nada. Destaca la noche, alquimia de azabache, en ella se ha perdido la luz y el goce, representa la oscuridad, el final del día y de la vida, el silencio, el olvido, la muerte y también el misterio.

En mitad de la desolada noche la luna es un consuelo, una alquimia de luz, mágica, ella ostenta el poder de convertir lo negro en blanco.

Y para terminar os dejo con uno de tantos hermosos poemas:


Alquimia de azabache
la transmutación del ocaso,
como si la sangre del día
cuajara en negro vidrio,
cárcel para la luz
                           perdida
ya,
        como el goce efímero
de los instantes muertos,
pétalos encerrados
en el espejo oscuro
                    del olvido.

©Ana Isabel Alvea Sánchez, España, 2014.