PALIMPSESTO DE PLAZUELA
PRÓLOGO
de GLORIA A. FRANCO RUBIO
En los
albores del tercer milenio, a diferencia de tiempos pasados, no corren buenos
tiempos para la lírica. El profundo materialismo que impregna nuestra sociedad,
nos está privando, entre otras muchas cosas, del goce de saborear viejos
placeres como la lectura de poesía, hoy considerada un género obsoleto y nada
acorde con el ritmo vertiginoso y frenético que invade nuestras vidas, tanto en
el lenguaje como en las formas de percepción de la realidad. En este contexto,
no es frecuente encontrar a gente apasionada por la vida que opte por utilizar
el idioma en todas sus formas y giros hasta obtener con el lenguaje una
variedad de imágenes y representaciones simbólicas que nos transporte a un paraíso
de la belleza con el que no estamos habituados a convivir.
Por eso, la
creación de ejercicios estéticos de carácter lírico como el que nos presenta
hoy Francisco Basallote con su obra Palimpsesto
de Plazuela nos devuelve la esperanza de que el género poético,
afortunadamente, no sólo no ha muerto sino que en ocasiones parece resurgir con
gran vitalidad, como puede observarse en su ya amplia trayectoria literaria.
Como
cualquier manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior,
borrada artificialmente, este palimpsesto le sirve al autor primero como
reflexión y después a modo de catarsis; de ahí su utilización como instrumento
de introspección colectiva con el que poder presentar una nueva mirada sobre
nuestro pasado. Su carácter polifónico le ayudará a descubrir y recomponer esas
huellas que muchos, en el curso de la historia, han intentado destruir, borrar
o alterar, enmascarando los verdaderos hechos y reescribiendo otros con el que
contar su versión, casi siempre alejada o a espaldas de la vivida por la gente.
Desentrañar sus diferentes voces se convierte en el único camino para poner al
descubierto lo primigenio y, a partir de ahí, reconstruir la historia en su
autenticidad para que podamos conocerla en su compleja verdad. Como escribe el
autor “Todo está escrito y permanece. Nosotros tan sólo lo reescribimos”.
La plazuela, privilegiada atalaya de
carácter a-histórico, será el espacio intemporal elegido sobre el que gravita
toda la obra. Desde ella, rodeada por calles, postigos, muros y edificios por
todos conocidos y que parecen hallarse allí desde siempre, otearemos un
horizonte complejo e infinito por el que veremos desfilar la vida y la muerte,
la gloria y el infierno, la victoria y la derrota, la paz y la guerra, el
recuerdo y el olvido, la esperanza y la impotencia, la alegría y la nostalgia,
el hambre y la miseria, el trabajo y el descanso, el castigo y la vergüenza...
de los diferentes pueblos que la visitaron, de todos aquellos antepasamos
nuestros que la hollaron; que pasaron por ella efímeramente o que la
transformaron en su residencia permanente; que la quisieron o que la
combatieron, que la mimaron o que la despreciaron. Nuestros numerosos
antepasados, de los que provenimos. Nuestros antepasados, es decir, nosotros...
Ahora, y en ella, somos también nosotros
quienes, “empezamos a medir el tiempo en nostalgias”; quienes con nuestro
esfuerzo, nuestros sueños y utopías formamos parte activa de la historia;
quienes, si queremos, podemos contribuir a forjarla. Somos nosotros, tras
conocer el pasado, desvelado por nuestro autor, quienes elegimos nuestro
futuro.
Gloria A. Franco Rubio. Universidad Complutense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario