ANÁLISIS DE LA
POESIA DE FRANCISCO BASALLOTE
Por
Alejandro Pérez Guillén
El campo de visión de un individuo es demasiado
estrecho como para abrazar el abanico de matices del que se nutre el universo.
De ahí que Francisco Basallote abandone el yo íntimo y personal para extender
sus raíces en un yo coral, colectivo, que se cuela, sin que nos demos cuenta,
en la conciencia del lector como si nos cogiera de la mano para acompañarnos en
silencio por los páramos de la lírica. Un yo que quiere pasar desapercibido,
pero se intuye en cada latido del bosque, en cada ola del mar, en cada calle de
su pueblo. Un yo que recorre los parajes más recónditos de Vejer, que
trasciende el tiempo real y deambula solitario por el alambre de la historia.
La luz no es más que una pluma que escribe en el
aire retazos de una infancia, una memoria recobrada a través de la palabra,
antes de que caiga rendida a los pies del olvido. La poesía consiste en
reconstruir y reinventar un pasado que se filtra entre una existencia antigua,
llena de casas blancas, un mundo que se detiene ante el espejo con el fin de
que no se pierdan los matices por el camino, una naturaleza que posa de manera
espontánea con el fin de salir airosa en el boceto del poema. Un juego de
ajedrez cargado de sombras y de luces que oculta entre los recuerdos el aroma
de la inocencia.
Esa capacidad de síntesis que muestra Francisco
Basallote en sus versos se hace más que evidente cuando aborda con maestría la
composición de haikus. Los haikus son una herida abierta a la vida, un
relámpago que pinta de colores el cielo, un tractor que remueve las entrañas de
la tierra, una nariz que derrama el aroma de las flores inclinadas a su paso,
unos oídos atentos al murmullo de unas aves, la conciencia de un dolor que late
irremisiblemente en nuestros corazones.
Una poesía clara, tranquila, nítida, como el
espejo del mar que se divisa en lontananza, como ese sol de otoño que baña los
recuerdos y las calles.
Una poesía dura, fuerte, sólida, como las piedras
milenarias que han cincelado la arquitectura de los sueños, como las ansias por
saber que se ocultan entre el folio en blanco de unas paredes de cal.
Una poesía cromática donde el ocaso estalla con
toda su gama de colores, donde la naturaleza florece en el papel como si diera
rienda suelta a la primavera.
Francisco Basallote camina sobre el filo de la
historia hacia el precipicio del presente en una geografía de nostalgias que
duermen sin descanso en las fuentes nevadas del papel. Son las huellas del
pasado, las pisadas de antaño las que quedan retratadas en los versos.
El silencio se detiene a poner unas palabras en
el cuaderno misterioso de la niebla y la luz dibuja en el aire la esperanza del
hombre entre las sombras, en una soledad de noches embrujada por la tierna
mirada de unos ojos desvelados.
Francisco Basallote crea una poesía urbana que se
diluye en el laberinto sin salida del tiempo, en la búsqueda cotidiana de la
belleza, en la locura de rescatar las derrotas y remover las cenizas como un
intento fallido de volver a vivir el pasado, como el único medio de volver a
quemarse en el fuego tibio de la memoria.
Crea una poesía rural donde el locus amoenus
cuenta con una flora y fauna autóctonas, unas flores que recorren el paisaje de
La Janda, un
aroma que se desprende en el camino diario por el campo, una fauna que se oye
desde el cuadro sin pintar de las ventanas de su casa, con un rumor azul que
proviene del mar y una caricia blanca que nos trae el levante. Un misterio
indescifrable que se divisa más allá de la cortina que establece la niebla.
Gracias, maestro, por colocar mis palabras a la altura de tu nombre. Espero que haya esbozado alguna de las claves de tu poética. Un abrazo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarQuerido Alejandro: No hay palabras más altas que las que salen del corazón ni hay nombre más alto que el que pronuncia el poeta en la llanura de sus versos. En cuanto a las claves, como dijo una vez Manuel Jurado " están en el aire".
EliminarGracias por entrar en este territorio, abierto de par en par a todas las claridades.
Un abrazo.