ESTIRPE DEL AZAR
POR
JUAN MANUEL VÁZQUEZ SENTÍ
Francisco Basallote
(Vejer de la Frontera)
obtuvo con este libro el premio de poesía “Ciudad de Ronda” 2009 porque supo
transmitirnos algo tan difícil como el mundo mágico de su infancia, “aquellos días azules”, de sus primeras
búsquedas: el profundo secreto de la existencia.
Su pequeño paraíso de
palmeras, jazmines, geranios… Manos como blancas alas que lo elevan hasta la
luz. Una exquisita sensibilidad y sutileza. La sensualidad de luces y sombras,
de colores y perfumes, “el táctil recuerdo
de seda de los pétalos”. El paisaje desde la altura de las azoteas; la cal
inmensa de luz y blancura, el azul del mar.
Los poemas se engarzan en el hilo tenue de “elemental memoria” que sólo se recobra en estos suaves destellos de delicada poesía.
Francisco Basallote es un poeta de tradición arábigo-andaluza: la nostalgia, la
sensualidad, los pequeños detalles, la sutileza y el refinamiento, la hondura
de nuestra tierra.
Un ejemplo de ello es el amor al agua transmitido por aquellos
pueblos del desierto: la lluvia, el aljibe, la música misteriosa de los
desagües, el riego del jardín; también el perfume de las flores, las delicias
del tacto. “Maldigo la sed que nunca he
saciado”.
La luz y la sombra –complementarias- envuelven el devenir en el paso continuo de
una a otra: “En el ajedrez de sombra y
blancura jugabas con tu soledad las últimas partidas”.
Cuando se apaga la luz que se encendía en nuestro interior
entramos en las sombras de nuestra existencia: la niebla. Siempre buscando
reflejos de la luz perdida, aunque sea de luna. Antiguas ciudades orientales
–belén de sueños- simbólico mundo donde se albergaba la felicidad egocéntrica
de la infancia. Percibimos todo aquel orientalismo que de alguna manera
conformó el barroco andaluz aquí atenuado por sabios matices de delicadeza
exquisita, sin excesos expresivos.
Sin duda, este poemario se ha ido gestando lentamente: Es un
fruto de madurez que ha aflorado empujado por poemas anteriores y por muchos
siglos de poesía andaluza. Estamos ante una poesía de plenitud, que por
supuesto, nos hace vibrar y reflexionar. Aquel niño quisiera volar con la
llegada de la primavera. Aquellos intensos olores, aquel “oro fugaz”. “¡Ay! Si pudiera
volver a los días luminosos”
En “Sombra adivinada” comienza
a tomar contacto con lo negativo que va perfilándose en el envés de la ancha
hoja de la vida, la otra cara de la moneda: “Un
reino de luz se desvanecía lentamente…” ese declinar de polvo y sombra que
viene también de nuestros escritores del XVII, que predicen finales de imperios
y luces, el ocaso de nuestras ilusiones.
“Todo fue. En su recuerdo
revive” Con este verso
se cierra este bellísimo y luminoso libro de nostalgia. Nacemos a la luz para
terminar en la sombra y en la nada.
Sólo nos quedan los recuerdos.
JUAN M. VÁZQUEZ SENTÍ
Fuengirola, julio 2009
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