NATURALEZAS MUERTAS:
por
Ángeles María Vélez
Melero
Con esta nueva obra Francisco Basallote continúa una
serie de libros dedicados a Vejer, la población gaditana que le vio nacer,
motivo de su inspiración poética en reiteradas ocasiones. Ahora nos presenta un poemario transido de
sentimientos y emociones de un tiempo ya pasado que, al recordarlos, produce en
el poeta un quiebro en el alma. La vida pasa deprisa y a veces parece necesario
realizar esos ejercicios de la memoria, aunque puedan resultar dolorosos.
Cuando mira al pasado siempre aparecen sus raíces y su pueblo natal: “A qué
tiempo regreso/ que no seas tú”.
En el año 1988, vio la luz Frontera del aire, su primer poemario dedicado a Vejer e iniciador
de un camino que siguieron estos otros: Retorno
a Mellaria (1999), En las colinas de Bashir (2001), Cuaderno de Buenavista (2003), Palimpsesto de Plazuela (2004) y, ahora,
Naturalezas muertas. En esta ocasión,
el tono literario es muy distinto. Como dice el propio autor ahora se trata de “una especie de oración fúnebre por lo que
se ha perdido, en el ámbito de la ciudad y de su historia, de su medio
ambiente, de su arquitectura y asimismo en parámetros de lo personal, de las
emociones de un tiempo perdido para siempre”.
Este tema, convertido en el hilo conductor del poemario,
sugiere cierta vinculación con la corriente filosófica existencialista que
surgió en Alemania el pasado siglo, allá por los años 30. En muchos versos
encontramos una voz poética dolorida: “Recuerda la memoria colectiva/ imágenes,
como signos/ […] Su pérdida es vacío,/ negación de ser, la abolición de sus
esencias.” Así el poeta se siente tal
como decían los existencialistas “arrojado
al mundo”, arrojados a un mundo inhóspito, que ya no es casa del hombre,
arrojados de la seguridad de sus creencias, valores e ideales. Y todo ello por
el efecto del tiempo en lo físico, en lo material, pero también en lo
espiritual, en lo más profundo del ser: “Casi
todo perdimos/ en la batalla/ del tiempo”. No obstante, Basallote no dejará
que perdamos totalmente la esperanza ya que añade “tan sólo/ nos salva la memoria”.
Y será esa memoria precisamente la que traiga a colación
los recuerdos que a modo de retazos o piezas de un puzzle vayan apareciendo. La
memoria es selectiva, ese horizonte de recuerdos se compone fundamentalmente de
lugares importantes para el poeta, por los que paseó, corrió, rió y cometió mil
tropelías de niño y adolescente, en los que sufrió emociones irrepetibles y,
sobre todo, serán lugares que se convierten en protagonistas de momentos
intensos de su vida. Así nos llevará por edificios civiles como la casa de la Tribuna, propiedad de la
familia Amaya; edificios religiosos, como la ermita que representa Hoefnagel en su grabado en la
cuesta de los Remedios, el convento de San Francisco, la Iglesia del Divino
Salvador y ,en concreto, su sillería de caoba. Mencionará una serie de lugares
que tendrán como elemento común el agua: la Oliva con su fuente perdida, el molino del duque,
el paraíso perdido de la playa de los Caños, con esos frescos, puros y diáfanos
caños de agua, la Fuente
Chica de la Barca. Se
podría advertir que este elemento está revestido de una intensa simbología ya
que el agua va unida al principio y fin de todas las cosas de la tierra.
La luz, tema constante en su obra, también aparece en
algunos poemas en los que se insiste en la idea de que “Siempre nos queda la luz”, “Tan
sólo esa luz”. Y es por eso por lo que el poeta sigue adelante alentando
esas imágenes revividas en las que aparecen esas calles, esa silueta del
pueblo, ese personaje…revestido siempre de esa luz que hace tan característico
y singular a Vejer para el poeta y para los que con él revivimos momentos de
nuestro pasado.
Paco Basallote conseguirá evocar muchos recuerdos en
aquellos que compartieron con él esos años y recuerden los jinetes en las
carreras de cintas de San Miguel, la ceremonia casi ritual de apagar la cal;
todo esto de la mano de personajes como Cuarterón con sus humanas
irregularidades, el afilador augurando el consabido levante, esa señora de
pañolón negro –pañolón que actuará a modo de cobijo y protección de todo el
peligro que conlleva consigo el discurrir de la vida-.Seguramente Paco habrá
tenido que hacer un esfuerzo por seleccionar entre tantos recuerdos que inundan
su mente: “salvamos sólo/ instantes teñidos
de sepia/ que en fugaces destellos/ vida recobran”.
Destacaría en la parte formal que se trata de poemas
breves, sintéticos, concisos en los que sin adornos excesivos nos presenta esa
visión, esa imagen. Muchos de ellos se articulan en dos partes, el antes –donde
se intenta dar más detalles- y el ahora –donde de forma lacónica se dibuja esa imagen en la actualidad. En esa
antítesis hay un denominador común, en el ahora hallamos muchos paraísos
perdidos, muchas cosas irrecuperables que han dejado su vacío y su honda
angustia en el poeta que las revive con el dolor propio de su ausencia, de su
olvido y de su pérdida definitiva.
“La poesía es un asunto que se
resuelve en soledad”, cita de Antonio Gamoneda que Paco Basallote comparte
y hace suya, es una soledad necesaria para que el poeta pueda hurgar en las
emociones de su pasado que compartirá generosamente con nosotros. Y al mismo
tiempo esa serie de estímulos externos conseguirán un efecto catártico en
nosotros que haremos nuestra esas
sensaciones, emociones y sentimientos que aparecen por cualquier resquicio en
el libro.
En definitiva, con Naturalezas
muertas, el poeta pretende llevarnos de la mano a un mundo perdido pero
hallado en la memoria, memoria colectiva a veces, reflexión dolorosa ya que nos
hace pensar que nuestro mundo está movido por el tiempo, “ese río del tiempo
hacia la muerte” en palabras de Blas de Otero.
Como todo ser humano, intenta el poeta dar sentido al
mundo, a la historia y a su propia vida reconstruyendo retazos del pasado. Se
hace presente en todo esto el tópico del “homo
viator”: la vida misma es un movimiento, un río que pasa –la más universal
de las metáforas según Borges-, “el río
que nos lleva”. La vida tiene de por sí una dirección. Pero, ¿cuál es su
sentido, cuál es su destino, qué valor tiene? Quizá quiera el poeta llegar a
responder todos esos interrogantes a través de los versos que nos regala en
este poemario y en los que estén por venir.
Francisco Basallote empezó siendo un gran poeta y llega a
ser en la actualidad un poeta inevitable para cualquier vejeriego que ame
su tierra. La serie de poemarios
dedicados a su pueblo demuestra que el
largo viaje personal y colectivo que es su obra no lo ha hecho solo, sino en
compañía de los que con él somos amantes de nuestra tierra y de la buena
literatura.
Ángeles María Vélez Melero
Sociedad Vejeriega de Amigos del País
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