El
círculo de barro
Por:
Francisco Vélez Nieto*
Aquí la razón, el
derecho de su canto a tan esplendorosa epopeya, majestuosa procesión de ricas y
beligerantes épocas, transformadoras sucesivas hasta la más alta civilización,
poderosa para descubrir otros mundos. Perdedora de sus creencias sometidas a crueles
martirios inquisitoriales soberbios de su oscuridad, enemigos de la luz del
Renacimiento
No es este sustancioso poemario de resplandor
transparente, el primer canto poético que Francisco Basallote dedica con amor y
pasión mesurada a Vejer de la Frontera. Pueblo de cal y luz, poseedor de una
arquitectura popular envolvente al que ha poseído en esta nueva palpitante contemplación
donde muestra como se han ido desdibujando los mitos que han significado a
través de los siglo los cimientos de donde se va elevando la historia de un
pueblo. Su Domino: “Venían desde el mar, / los trajo el viento, / sobre el
barco trazaron / el signo inicial, / conjurando la posesión / de un círculo de
vida, / orlaron el espejo de la
Janda / con amuletos de su imagen”
La verdadera
geografía de un pueblo existe gracias al poder de la palabra cuando logra con
su canto poseer una belleza sentida que dibuja su propia personalidad sin
limitaciones de frontera no como volumen sino como espacio logrado que
transmite, mitos y leyendas, historia todavía confusa del tiempo del territorio
que emerge en espacios emblemáticos que van trascendiendo en una dimisión que
anuncia ser ilimitada: “Primero fue la piedra, / su abierta llega, / lugar del
tacto / deslumbrante / en su primer hallazgo, / lecho / hueco maternal” A parir
de esta confirmación el poeta ya puede exponer como “El hallazgo de otra verdad
/ en el reflejo de las cosas / sobre la extendida piel / del ensueño”.
Toda la contemplación va componiendo conjuntos que “danza
y danza” alrededor de “la magia del rito”, la fertilidad se irá convirtiendo
“en el ritual / más viejo de la tierra”. Es cuando el mito crea que “Este es el
lugar del dios, / aquí su muerte y aquí su casa / de él mi poder, aquí domino /
el mundo:” Es cuando el vigía “Desde su altura / pudo el asombro /
inmortalizar el instante” La andadura se ha iniciado, irrumpen las naves “ en
la brillante plata del mar hendido” Llega el imperio y su rica lengua: “ Roma
constante en el barro / sillares / sigilada, monedas / tégulas,
capiteles,…” Así se irán sucediendo los intermedios, una sujeción de culturas
que lo consagraran como pueblo viejo protagonista gracias a las civilizaciones
que en un tiempo arribaron.
Aquí la razón, el derecho de su canto a tan esplendorosa
epopeya, majestuosa procesión de ricas y beligerantes épocas, transformadoras
sucesivas hasta la más alta civilización, poderosa para descubrir otros mundos.
Perdedora de sus creencias sometidas a crueles martirios inquisitoriales
soberbios de su oscuridad, enemigos de la luz del Renacimiento. Lentamente se
iniciaría la gran derrota. Mas quedan los nombres y los apellidos por encima de
exterminios y éxodos imperdonables, esa arquitectura con mesura y equilibro
emocionada su hijo poeta la ha cantado con lirismo justo, acompasado, que con
emoción le canta su coda final.
CODA
Todo te fue propicio,
-azar y tiempo, espacio-
hijo del cieno
y de los espejos del
agua.
Se cierra el tiempo
de tu epopeya,
no queda nada del poder
y de gloria
que en los siglos fueron
señuelos
para tu propio engaño.
Nombres sólo, unas
tumbas,
huesos fragmentados, unas
ruinas,
cenizas, huellas de
ambiciones,
algunas palabras
escritas
en estelas, un signo,
un arma de sílex o un
ánfora,
demasiados altares
para un único sacrificio
y un silencioso olvido.
Todo ha vuelto a la
tierra,
al eterno sueño del
barro
donde quizás el tiempo,
por un azar, de nuevo
eleve
este cieno con altivas
olas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario