RESEÑAS DE OBRAS DE
POETAS HISPANOAMERICANOS
CONTRAELEGÍA, ANTOLOGÍA de JOSÉ EMILIO PACHECO
CONTRAELEGÍA
ANTOLOGÍA
de JOSÉ EMILIO PACHECO
Edición,
selección e introducción de Francisca Noguerol
Edita
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA-PATRIMONIO NACIONAL
Salamanca,
2009
El
reconocimiento del mundo hispano a la poesía de José Emilio Pacheco (México,
1939) le ha venido en el pasado año 2009, por partida doble. Si en mayo recibía
el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana, en noviembre recibía el más
preciado de los galardones de la Lengua
Española: el Cervantes. Ya en 2005 había recibido en Granada
el Federico García Lorca.
La Universidad de Salamanca, copatrocinadora junto al Patrimonio
Nacional del Premio de Poesía Reina Sofía, editó en su colección Biblioteca de
América con selección e introducción de Francisca Noguerol una completa
antología que incluye los dos últimos libros del poeta editados en 2009: Como la lluvia y La edad de las Tinieblas.
De su obra poética anterior se destacan: Los elementos de la noche,1963;
El reposo del fuego,1966; No me preguntes cómo pasa el tiempo,1969;
Irás y no volverás ,1973; Islas a la deriva,1976; Desde
entonces,1980; Trabajos en el mar,1983; La arena errante,1999 y Siglo
pasado (Desenlace), 2000.
En una encuesta realizada por
la revista Letras Libres en 2005, fue
designado como el “mejor poeta mexicano
vivo”. Mario Benedetti, lo definiría como poeta total:”El gran atractivo de su obra poética es su constante
bucear, con palabras conocidas, en lo desconocido…”.Él mismo se define “como un pesimista, al tiempo que vitalista” y a su poesía como “una forma de amor que sólo existe en silencio/ en un pacto secreto
entre dos personas,/ de dos desconocidos casi siempre”.
Acercarse a la ingente obra
poética de José Emilio Pacheco es entrar en un universo multidireccional en el
que el lenguaje poético adquiere todas las formas y en el que hay una presencia
constante del hombre y de los grandes temas de la poesía: El tiempo, la vida y
la belleza, la naturaleza, la memoria personal e histórica, …
Contraelegia es el
título de un poema definitorio de su poética, perteneciente a su libro Irás
y no volverás: “Mi único tema es lo
que ya no está./ Sólo parezco hablar de lo perdido./ Mi punzantes estribillo es
nunca más. / Y sin embargo amo este cambio perpetuo, este variar segundo tras
segundo,/ porque sin él lo que llamamos vida/ sería de piedra.”
En el poema anterior leemos la presencia del
tiempo en un concepto heracliteano, así en El
reposo del fuego y en su poema Don de Heráclito dice: “Fuego es el mundo que se extingue y
cambia/ para durar(siempre) eternamente…”. Impregnado de este concepto existe en su poesía una celebración del
instante, no sólo como culmen sino como
fugacidad. En su traducción de Netzahualcóyotl : “No tenemos raíces en la tierra/ No estaremos en ella para siempre/
sólo un instante breve/…”, queda patente este concepto de su efímera
esencia; pero en su poesía hay una trascendencia mayor de esa fugacidad que
puede llegar a perdurar en la intensidad de lo vivido, así en su poema Venus
Anadiomena, por Ingres dirá: “ En el
cuadro rehecho sin sosiego/ tu carne perdurable es joven siempre./ El mar se
hiende atónito y observa/ otra vez el milagro”.
Poeta vital, la Naturaleza en todos sus
aspectos y especialmente en aquellos en que se nos muestra frágil y caduca, está
presente en su poesía, así en el poema Ciudad
maya comida por la selva de su libro Islas
a la deriva dirá “De tanta vida que hubo aquí, de tanta/
grandeza derrumbada, sólo perduran/ las pasajeras flores que no cambian.”, flores
simbolizadas por la camelia en el poema de
Los trabajos del mar, Perduración de la camelia: “ Bajo el añil del alba flota
en su luz/ la camelia recién abierta/…/ a los tres días de su nacimiento/ se
desmorona en pétalos sombríos,/polvo que se hace tierra y de nuevo vida.” Ese
amor por la naturaleza enlaza
coherentemente por su preocupación por la destrucción del mundo, un ecologismo
no superficial ni coyuntural sino inmanente con su propia concepción poética y
que en el poema El pulpo del citado
libro anteriormente se expresa así: “ Oscuro dios de las profundidades,/ helecho,
hongo, jacinto,/…/ Qué belleza nocturna su esplendor si navega/ en lo más
penumbrosamente salobre del agua/ madre, para él cristalina y dulce./Pero en la
playa que infestó la basura plástica/esa joya carnal del viscoso vértigo/
parece un monstruo. Y están matando/ a garrotazos/ al indefenso…” Y dentro de este amor a la naturaleza
destaca la luz que impregna sus poemas
como en el ya citado Venus Anadiomena: “…Invento de la luz, ala
de espuma,/ surges de las profundidades mas azules.”o en Alabanzas del libro Miro la tierra : “ El instante se ha llenado de azul/ Caminamos bajo
la monarquía absoluta del sol./…”.
Poeta de la memoria, la cual
constituye un elemento fundamental en su poesía, consolidado en su libro Ciudad
de la memoria, de su canto elegíaco no excluye nada. Canta a las personas,
como al poeta Ramón López Velarde en Irás y no volverás “El otoño era la
única deidad./ Renacía/ preparando la muerte…”; pero también a las culturas desaparecidas, como en Presagio de Islas
a la deriva: “ -Vuelven los
dioses- dijo Moxtezuma-/ Las profecías se cumplen. No habrá oro/ capaz de
refrenarlos. Del azteca/ quedarán sólo el llanto y la memoria.”, o a la
belleza perdida en el poema A la que murió en el mar de Irás y no
volverás: “El tiempo que destruye todas las cosas/ ya nada puede contra
su hermosura./ Ya tiene para siempre veintidós años. Ya se ha vuelto corales,
musgo marino…”, Elegía en la que reafirma sus convicciones sobre el tiempo
y la cíclica permanencia del mundo.
Enlazando con esa constancia
del mundo y al mismo tiempo de la permanente destrucción hay en la poesía de
José Emilio Pacheco una reflexión sobre la historia: En Prehistoria
de El silencio de la luna dirá su
protagonista, el hombre primero: “Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano/
habrá un solo Dios: el mío./…/ una sóla verdad: la mía…” .Reflexión en la que prevalece la ciudad de México en el
espejo contradictorio del mito y de su descomposición. En el Reposo del fuego, dirá en su tercera
parte: “Bajo el suelo de México se
pudren/ todavía las aguas del diluvio…” y en el poema Fray Antonio de Guevara
reflexiona… de Irás y no volverás,
lo hace sobre las ruinas de Tenochtitlán:
“…Temistitán, ciudad arrasada/ para que sobre sus ruinas brille el sol/ del Habsburgo
insaciable.”
Terminamos con las palabras de
Francisca Noguerol: “Un poeta en la cima de una creación marcada por el rigor y la energía,
al que sólo se puede comparar con los humanistas del Renacimiento y que, aún
consciente de la inminencia de la catástrofe, sabe apreciar en todo momento la
belleza del instante, la vida , la luz”
© F.BASALLOTE
Publicado en Papel Literario ,
19/10/2010
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