RESEÑAS DE OBRAS DE
POETAS HISPANOAMERICANOS
A CUENTAGOTAS de ELISA BUCH
A propósito de
A CUENTAGOTAS de ELISA BUCH.
Ediciones El Ermitaño. México, 2007
Elisa Buch (México, 1949), ha publicado los libros
de poesía Voces alzadas (Instituto Mexiquense de Cultura, 1994) y Quien
se atreve (Verdehalago, 2003), y las antologías Casa de los horizontes
(Ediciones del Lirio, 2003) y Cosecharán tempestades (ediciones del
taller de Dolores Castro, 2004). Se ha dedicado al
periodismo cultural desde hace más de veinte años. A lo largo de una década
dirigió la Sección
Cultural del periódico Ovaciones y fue colaboradora
en El Financiero. Durante tres años coordinó el Encuentro de Poetas en
el País de las Nubes, en Huajuapan de León, Oaxaca. Se considera discípula de
la gran poeta mexicana Dolores Castro, de quien toma el poema que encabeza este
libro: “Mi mano tiene muerte, / el polvo
de sus alas entre mis dedos/ me recuerda que está viva”. Versos que encierran las líneas maestras de
una poesía hecha de vida y deslumbramientos, una poesía extendida al sol de una
delectación sin tiempo, en el ritmo pausado de lo que sucede entre las sombras
sin perjuicio del gozo de la aurora. Ella misma ha definido el acto poético: “La palabra poética se da
como se da un alumbramiento. En un momento dado, el poeta encuentra un “hilo
sin principio ni final”, proyecta una letra que abre el verso a la eternidad en
contraste con el tiempo mismo.”
En el prólogo de este A cuentagotas, dice la escritora Francesca Gargallo: “El verso fue la palabra. A cuentagotas, entre la primera y la última
noche, Elisa Buch ha hurgado en los recuerdos del amor y los rostros, de las
cicatrices del tiempo y de la progenitura, y ha logrado levantar un íntimo
remolino de voces. Su pasión por el otro, los pequeños fragmentos de historia,
el instante que debe recorrer la voz para superar la mudez del dolor se
expresan a través del ritual sagrado, verdadero cántico del deseo de creer que
es la poesía. (…) Elisa Buch oficia la búsqueda del verbo en la alegría y en
las pérdidas, sus versos se hacen palabra verdadera, la de las personas que
saben, investigadas por la magia y el capricho, que la poesía crea en el
silencio.”
Consta A cuentagotas
de cinco partes: Entre la primera y la
última noche, Tintamor, Entre cítricos, Acerca del instante y Rojo alegre en
tus manos. Entre la primera y la última noche, que es la más densa, es
asimismo el núcleo fundamental del libro, siendo las otras cuatro como una
especie de corpúsculos de frágil composición y bellísima y reluciente
estructura que tamizan el agridulce sabor del tiempo, tan presente en ese gran
poema de la memoria en que consiste. En él se hace presente el tiempo primero, la
casa de la infancia: “Qué blancura de
estancia y paredes /Qué blancos ropajes/ con cicatrices que ataja el tiempo./…”,
el patio abierto a los sentidos: “Recuerdo
la niñez colgada del Purulh,/ el patio rodeado de macetas,/ vienen los olores a
azafrán…” , la búsqueda del misterio que le obsesiona: “En el cofre / hurgo cartas y retratos,/ casi escucho su voz
arrebatada,…” , la pérdida : “No
conocí el despliegue de puertas y cerrojos/ donde guardaron a mi padre…” el descubrimiento del dolor de la muerte y
la presencia del recuerdo: “He guardado
el eco de tu voz,/ los pañuelos bordados,/una flecha roja y las palabras
precisas…” que llega con el viento: “Estas oscuras ráfagas traen el rostro
embravecido/ de tu ausencia…”.
Si las cuatro partes restantes tienen en común su estructura de
estrofas cortas, en su mayor parte tercetos, y un fondo en el que prevalece
solar y única la palabra, con una aproximación candente a la pureza, en Tintamor hay una presencia, no solo
formal, sino de sentido del haiku japonés, estos tercetos conservan en su
mayoría la estructura de 5-7-5 sílabas y cumplen las premisas de instantaneidad
y sugerencias requeridas para el breve poema japonés. Veamos por ejemplo: “Lucen su pico/ los pájaros chillones/ de la
montaña.”, “Marea el caracol/ mi centro en roca honda/ suelta tintamor.”, auténticos
haikus muy frecuentes en la poesía
mexicana, donde como es sabido arraigaron a primeros del siglo pasado, con
poetas tan destacados como José Juan Tablada y posteriormente Octavio Paz. La tercera parte, Entre cítricos, es una breve referencia a Sevilla y sus naranjales,
así: “Flor de naranjo luce/ toda Sevilla
anegada/ de gritos para la niña.”, en tercetos alusivos a ello, incluso una
seguidilla: “Más allá del naranjo/ hiel
que camina/ hasta llegar al centro/ de la rapiña.”. Acerca del instante, con
una estructura formal distinta, dentro
de la brevedad de los poemas, tiene
también un contenido que su propio título adelanta, es como un intento de
detener el tiempo en los instantes del amor, en los que laten reflejos de
misticismo, como en “Perdida en tu espesura/ regreso al paraje nocturno/ de alientos
desmedidos.” , aunque se hace presente la dimensión de la carne: “ Me aturden tus cariños/ y la tibieza de
unos besos/ siemprevivos.” , “…Tus
labios desdibujan el día/ devoran mi aliento,/ recuerdan/ y sienten ataduras.” .
En la última parte, Rojo alegre en tus manos, la pureza de
la palabra está sobre todas las cosas, se hace música el dolor y el canto: “Abrazado a la marea/ con el púrpura en las
manos/ acaricia el llanto.”, “olorosa tu sombra/ como aguardiente recién/
sacado al amanecer.”.
Un libro delicioso en el que la búsqueda del verbo en el dolor y
en la alegría, con una mesurada actitud de celebrante silencioso en el centro
de un mundo íntimo, ceñido a las latitudes de sus vivencias personales, que
delicadamente transforma en la universal música de una poesía esencial, extremadamente pura en su inocencia
floral.
©F.Basallote
Publicado en Papel Literario, 28/05/2011
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