RESEÑAS DE OBRAS DE
POETAS HISPANOAMERICANOS
Estudios de la luz de Pablo Anadón
LUZ DE LA COTIDIANEIDAD
a propósito de Estudios de la luz de Pablo Anadón
Pre-Textos.
Valencia, 2010.
Pablo Anadón,( Córdoba, Argentina, 1963) ha publicado, en
poesía: Poemas ,( 1979); Estaciones del árbol (1990), Cuaderno florentino y otros poemas
italianos ( 1994); Lo que trae y lleva el mar – Poesía 1978-2003 ( 1994); La mesa de café y otros poemas (2004)
y El trabajo de las horas – Poesía 1994-2004 ( 2006). Ha sido incluido en Los poetas interiores (Una
muestra de la nueva poesía argentina),
elaborada y prologada por el poeta argentino Rodrigo Galarza. Es autor de las antologías críticas Poetesse
argentine (1994), El astro disperso. Últimas transformaciones de la
poesía en Italia. 1971-2001 ( 2001),
Premio de Traducción del Gobierno de Italia y Señales de la nueva poesía
argentina (2004 ). Ha publicado traducciones de Dante Alighieri, y autores
contemporáneos italianos. Vivió entre 1987 y 1994 en Italia, donde fue becario
en la Universidad
de Florencia y docente en la
Universidad de Cosenza. Doctor en Letras por la Universidad Nacional
de Córdoba, vive actualmente en Alta Gracia y trabaja como profesor de
Literatura Argentina y de Literatura Hispanoamericana en la enseñanza
universitaria. Ha fundado y dirige desde 1997 la revista de poesía y crítica
Fénix y la colección de libros del mismo nombre.
Según el crítico García Martín, Anadón pertenece a la corriente
poética minoritaria en Argentina que “no
desdeña la métrica tradicional, ni siquiera el benemérito y para tantos caduco
soneto. Participa también del realismo, pero de otra manera: no el realismo
sucio, sino el intimista. “. Esta corriente que, según Rodrigo Galarza,
está radicada en las ciudades del interior y representa apenas un 10% de la poesía argentina,
concentrada en su mayor parte en el área de Buenos Aires. De ella dice Pablo
¨Anadón en Señales de la nueva poesía
argentina, que “...utilizan lenguajes
cotidianos con la incorporación de vocablos vinculados a la contemporaneidad y
la exclusión de todo término que pudiera tener algún relumbre de la tradición
literaria, que hay actualización, renovación del punto de vista, perspectivas
diferentes, inmediatez,…”. Él mismo, autoincluido en esa corriente dice en la Nota preliminar de su obra El trabajo de las horas / Poesía 1994-2004, lo siguiente: “…No renunciar, por una parte, al prosaísmo,
que es la huella visible de la vida vivida, como esas marcas que dejan en la
madera de la mesa los vasos, los niños, los años; pero tampoco eludir el
lirismo, incluso aquel que nace como un espejismo de la desolación,”
Fiel a su poética, en estos Estudios
de la luz, Pablo Anadón se detiene
en la oscura elementalidad de lo cotidiano, insistiendo –como él mismo dice en
la presentación del libro- “ en el
intento de extraer un poco de materia luminosa incluso de la más compacta
opacidad.”
Tiene este Estudios de la
luz, tres partes, en las que sin romper el concepto unitario del libro
presentan matices de su decir poético, leves matices espacio-temporales algo
así como tres etapas de un mismo proceso, en el que a diferencia de cierta
–mayoritaria- poesía moderna. que menosprecia la anécdota, él la asume, la
dignifica y busca en esa parsimonia de los sucesos cotidianos esa luz
escondida, quizás la última razón de su existencia. En la primera parte, se detiene en las cosas a su alcance, en lo
inmediato, como en el primer poema del libro: Traduciendo a Robert Frost, “ Con mi libreta y mi lapicera/ Jugando al
juego de la poesía…” o en otras más
elementales, como el rito del café: “
Mientras espero que suba el café/ Pienso en la cafetera, ahí, sobre la
hornalla/…/ Aquí está, servicial, práctica, hermosa./ Ayudando a servir cada
jornada,/…/ Sólo habla/ Ahora cuando asciende el café a borbotones….”, el
gozo de la mañana en su luz: “La luz del
sol, la luz del mediodía/ en el cielo celeste, casi blanco/ Cruzado por el
grito de unos loros/ Y el planear en descenso / De una paloma sobre la palmera./…”,
así meramente descriptivo y trasladando la lenta emoción de las cosas, como
el ruido de la segadora “…Que nos ensordecía .Y entreoímos/ En la
mente el latido de esta hora/ silenciosa del campo…” al disfrute resultante.
Y cómo en ellas se palpa no una vida oscura, sino unos desconocidos encuadres
de la luz: “ Y se desliza junto al cuerpo
tibio/ De la mujer dormida. Y se abandona,/ Libre de ser ese que ha sido,/ Y
reclina su sien sobre la almohada/Sin fin del universo.” Y los tiempos, las estaciones ,raen cada una su
incertidumbre, sus carencias y sus glorias: “Al
rumor de la lumbre, el desamparo/Del invierno se tiende, se acurruca/Como un
perro cansado, y se adormece…”.
La segunda parte, sin dejar de ser el mismo escenario, es
instrumentalizado como materia de la memoria, no en un elevado sentido
elegíaco, más bien como aceptación de su evolución: “… Ahora es otro tiempo/El que mide las horas. También yo/ Soy otro.
Otra es mi vida…./”. El regreso a la casa primera, en la asunción de la
dicha pero al mismo tiempo de una cierta
tristeza: “Yo sé que en esa
casa/Fui feliz, como puede serlo un hombre/ Que
ha vivido asomado siempre al vidrio/ De su desasosiego…” y una especie de icono de lo sucedido: “…y esa puerta/ que dividió mi vida en dos
mitades.”. Y en esa vuelta del tiempo perdido, el lamento de la pérdida : “ Quiero amar otra vez/ con la inocencia/
Con que te quise, allá en la adolescencia,/ Y en cada rostro vuelvo a
recordarte,/…” , para en otro poema decir: “ Ahora que te miro en la memoria y pienso/Que no hace falta, al fin,
que me repitas/Que de nada me sirve recordarte/ Si no hay, para el amor, ningún
futuro…”. En la tercera parte se consolida en medio de las cosas evocadas,
la nostalgia.: “Estaba toda la
fragilidad/ del mundo en esa mano/ que apretaste en silencio/ sobre la mesa del
café/…” , mientras ve pasar el tiempo y las cosas desde el bar: “ En este bar escribo, leo el diario/ Y el
libro que el oficio o el azar/ Pone en mis manos, miro el día/ hoy de invierno
pasar con sus diversos/ flujos de gente en las distintas horas,/…/.Para irisar
mis días de azulada/ Ilusión verdadera: a uno y otros / los extraigo del fondo
de mi pecho…”
Este material elemental y
primordial, lo dignifica el poeta con
el recurso de la métrica. Casi la mitad de los poemas son sonetos y el
verso libre está facturado generalmente con endecasílabos. Ello no evita la incesante presencia de lo
cotidiano en la que el poeta creemos que cumple “en el intento de extraer un
poco de materia luminosa incluso de la más compacta opacidad.” y nos
muestra esos fragmentos de la luz de la cotidianeidad..
©F.Basallote
Publicado en
Papel Literario , 3/03/2011
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