lunes, 6 de mayo de 2013

RESEÑAS III - POETAS ESPAÑOLES. Miguel Martinón, "Penúltimo mar"



RESEÑAS DE OBRAS DE POETAS ESPAÑOLES

PENÚLTIMO  MAR de  MIGUEL MARTINÓN









DETENIENDO EL TIEMPO
ACERCA DE PENÚLTIMO  MAR DE MIGUEL MARTINÓN
Ediciones Idea. Santa Cruz de Tenerife. 2011


 Incluido en la denominada poesía esencialista canaria, de la que es junto a Sánchez Robayna uno de sus más dignos representantes, Miguel Martinón (Tenerife, 1945)   junto a su labor docente y creativa une una intensa actividad crítica, especialmente dedicada a la literatura canaria contemporánea..

Mucho se ha hablado de la esencialidad canaria como fenómeno colectivo en el que sin duda influye no sólo la insularidad sino el propio espíritu de esa insularidad con su conglomerado de particularidades lingüísticas, históricas, culturales, medioambientales que la convierten en un caso especial de esta poesía a la que poetas como Martinón le han dado una fuerza y un dominio de los sentidos que se abren al calor y a la templanza de una tierra tan cercana al paraíso.

De su penúltimo libro “Desde este otoño” , decíamos en estas páginas: “Poesía tan próxima a las fuentes mas prístinas de la lengua, de donde mana lujuriosamente fértil y abierta de flores, de mares, de estrellas , de un mundo feliz detenido en la observación del poeta que no siente sino que observa su sentimiento como aproximación a la verdad más pura. “
Poética que ahora retoma  en Penúltimo mar    y en la que el autor ahonda en los rasgos que marcaban aquel poemario. Así, en palabras del  poeta Alejandro Krawietz:   "Penúltimo mar prolonga y acentúa el camino iniciado en “Desde este otoño” alrededor de la reflexión sobre el tiempo y el hombre".
Penúltimo mar está estructurado en siete partes de composiciones breves a las que sirven como pórtico y epílogo dos poemas largos, Estas palabras y Mañanas de Añaza, respectivamente. Ambos abren y cierran el poemario con una preocupación central, el transcurso del tiempo.
En Estas palabras,  la nostalgia se hace palabra esencial: “La voz quisiera a veces/ revivir pura/ aquella vibración del bosque,/ decir la luz, la luz desnuda,/…”, detener el paso del tiempo: “ A veces quiere  la palabra/ que todo quede detenido,/ que no cambien las cosas, / para escuchar más claro el tiempo, / el silencio del mundo…” .En Mañanas de Añaza, la memoria se hace  presente: “Trae la hora toda esta luz7 al espacio naciente de la página,/ y presiento mañanas ya vividas, mañanas ya escritas,/ que regresan tan veloces huyendo hacia el olvido./…”. Cualquier incidente es evocación, tiempo regresado: “Un vuelo alto de palomas/ despliega el tiempo, eleva las palabras/ sobre el mar de los días./…”
Entre estas dos partes tan parecidas, cinco suites: Pautas para un requien, En esta hoja, Sucesión, Tríptico y De un cuaderno, en las que el tiempo es detenido protagonista, adquiriendo entidad propia la primera. , Pautas para un réquiem, surge de un viaje a Alemania y Polonia, y en ella se incorpora la reflexión sobre la shoa. Esta poesía que interpela al mal tiene su base en la experiencia del holocausto, cuyo recuerdo evoca el poeta en Estigma. Son las fotos de Auschwitz que el poeta ve en Berlín, y a las que no llega la música de órgano de la iglesia. "La música no llega ahí / al interior de esas fotos, / donde aún miran fijas unas almas. / La música no llega a esos rostros / que sin fuerza preguntan todavía / en la luz detenida de esas fotos: / la luz del día aquel de invierno, / la luz del día en que nací, / la luz primera que mis ojos vieron".

En Museo del hedor, el poeta se adentra en el Museum Stasi de Lepizig. "Pero de pronto entramos / en este otro aire / un aire corrompido / que huele acre y húmedo / en los pasillos, / en los despachos y en los calabozos: / un aire mantenido aquí, / aire que hiede / que hiere todavía, frío, ácido / con el hedor de la maldad del hombre".
En las suites restantes, a modos de cuadernos de viaje, es constante la presencia  del tiempo, de la memoria.: “ Y levanto mis manos ahora en la mañana/ y al trasluz de esta hoja se aparece/ un rostro solo,/…”, dirá En esta hoja, mientras que en Sucesión , penetrará en el instante detenido en los haikus para decir: “Desde la roca/ el cabrero miraba/ el agua honda.”, mientras que en Tríptico y en su último poema, Desde Icod, dirá: “…La noche no termina de cerrar, no acaba el tiempo, el agua en la palabra.”, en una obsesiva tensión por detener el tiempo, que en Cantata continua, en  De un Cuaderno , se hace luz en Venecia en Sant Michele: “Anclada en el fulgor del mediodía,/ la isla de los muertos/ se mantiene alejada./ Pero ellos de allí nos oyen/…”

Esta presencia constante del tiempo  es una acentuada reflexión sobre el hombre, como un intento de permanencia de su huella, como una intencionada voluntad de afiincamiento, que pese a rondar los estadíos finales, quiere conscientemente dejarlos en “penúltimos”, como un margen a la esperanza.


©F.Basallote
Publicado en Papel Literario, 15/10/2012

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