domingo, 30 de junio de 2013

ARTÍCULOS. Poética del caminante.



POETICA DEL CAMINANTE








Desde los albores de la humanidad la literatura está llena de viajeros que no dejan de buscarse a sí mismo en la manifestación del mundo que hallan. Desde el Poema de Gilgamesh, hasta el Ulises de Joyce pasando por la Odisea o la Eneida,  el Libro de las maravillas de Marco Polo,  la Divina Comedia, o el Quijote, el universo poético no es sino un continuo sendero por donde el poeta –es decir el hombre- ejerce la inacabable tarea de intentar encontrarse.


Mas, ese sendero no conduce a certezas, sino al mismo corazón del hombre, ya Basho, el poeta japonés conmovido por el paisaje de Shirakawa, escribió: “Imposible pasar por ahí sin que fuese tocada mi alma”. O sea, es imposible tocar las viejas piedras de las ciudades sin impregnarse de emociones, hasta el punto de que el viajero llegue a decir con Antonio Machado: “ni sé si voy conmigo a solas viajando”, es decir, me acompaña la emoción continua del camino.  Así dice Alberto Silva: “Un camino, antes que nada, son personas que caminan”, lo que nos hace volver a Machado recordando que “el camino se hace al andar.”


Cuando el poeta se hace caminante no hace sino profundizar en su misión, en el destino de la búsqueda de si mismo y del deslumbramiento en el espejo del mundo donde, de pronto, se ve reflejado en el asombro constante, en la iluminación de su poesía. Y hemos acompañado a algunos en su camino, descubriendo con ellos esos misterios tan sólo perceptibles por los ojos del alma.


Martín Lucía, (Sevilla, 1976), dirá en   Los desperfectos, (Ediciones La Huída. Sevilla, 2009): “Los poetas nos dirigimos al centro de la Tierra. / Caminamos presurosos entre versos labrados. / Y soñamos…/siempre hemos sido sueños antes que hombres.” Y ese viaje bajo la tierra está presente en  De Ida y Vuelta (Editorial Difácil. Valladolid. 2009), en el que Sara Herrera (Jerez de la Frontera, 1980)   transforma el viaje  subterráneo en la línea seis del metro de París que se inicia en la Place de Nation y termina en L´Etoile en un hermoso monólogo en el que el metro parece abandonar su itinerario habitual para adentrarse en un recorrido interior. No podemos desechar el simbolismo de este trayecto, iniciado en un sitio histórico de la Revolución que aún habla de muerte y que termina en el sitio en que el esplendor de la vida se manifiesta en plenitud.  .”.En este trayecto desde la muerte cuenta que “La historia sucede en un asiento viejo ocupado por un cadáver/ que lleva bastón y gafas retro…”, y bajo Montparnasse recordará a “Chagall, Soutine, Miró, Kandinsky, Picasso…”, vivos en su arte, para decir al final del trayecto que “…queda la luz, siempre, donde vayamos.” Es como una inversión del destino, de la muerte a la luz…


Con la agilidad  de ese “…antílope algo menor que un corzo…”,  Cristian Law,
 ( Madrid, 1973), recorre en Algo menor que el corzo,(Pre-Textos, 2009), ensimismado en la contemplación de la naturaleza que en algunos momentos se hace paisaje detenido en la mirada del espacio extenso de los parajes exóticos de un mundo en el que “...las gacelas/ ya sueñan con bandadas de alas libres…” , “cae la nieve islandesa de los nimbos de enero…”  o navega “ sobre el azul mestizo de unas aguas/ donde el mundo / se convierte en estela.”  Y es en esa estela donde se hace poema ese círculo que comienza  en el instante en que cae la tarde, el poeta se detiene en la visión mágica de un cielo rasgado por el paso de las aves que emigran: “Con cuanto afán se pierden las bandadas/ y sólo es el invierno lo que huyen.”, o ese “Azogue amotinado en raso negro/…/ La nada inmune, infatigable, tienta/la golondrina, el pájaro incendiario.  Se hace asimismo  canto a la naturaleza Escrito en la tierra, Ediciones Vitrubio. Madrid,  de Francisco Mena Cantero (Ciudad Real, 1934), Tierra en la que “Las aves –totovías, / alondras, estorninos, / alcaudones, zorzales…/…tienden su canto azul sobre la siembra y el mundo es diferente…”/ .Un mundo luminoso en el que “El espacio/ parece que se incendia/ forjándose en la luz…”


La búsqueda, a veces, en los caminos de la urbe se hace rutina, así en Deambulaciones, Ediciones En Huida. Sevilla, 2010,  Fran Nuño (Bilbao, 1973)    reflexiona sobre la ausencia, la soledad y la impersonalidad de la urbe.  Dirá que prefiere pasear por una ciudad desconocida porque “Quizá de esa manera/ llegue también/ a tu encuentro/ en la ciudad/ de mi propia vida.”, y  hasta cierto punto conforme con su destino dirá: “Pero la ausencia, / sin más, / acaba diluyéndose en nuestra rutina…”


. En cierto modo hay quien retorna como Rafael Suárez Plácido ( Sevilla, 1965) en  El descubrimiento del Bósforo, Diputación de Huelva,2008 , con el sabor acre de quien viene de regreso de la búsqueda de la Quimera, desde islas lejanas en las como punto de partida de un viaje iniciático hacia los terrenos desconocidos de la propia consciencia que suele terminar ,como siempre, en la soledad : “ Hay una isla-lejos/ más allá de donde suenan/ los cuernos de Avalon-/ donde nos reunimos para danzar /los que sabemos de Aklan.”. Hay una oculta sabiduría compartida tan sólo por los iniciados en esta búsqueda… Para los que siempre queda la voz de quien incide en la solidaridad de los caminantes y llama “…bienaventurados los errantes, / los que viajan sin mapa, sin destino, / los que aman sin urgir el estertor,…”como hace en la tercera parte de  Compañero enemigo, Libros de la herida. (Sevilla, 2007), Juan Antonio Bermúdez. Y es que en la búsqueda del poeta, cuentan sobre todo los senderos interiores, donde de verdad  encontrará la luz.



©F.Basallote









2 comentarios:

  1. Largo camino. Aunque haya que rodear los precipicos y se cansen las alpargatas, sin duda, merece la pena transitar tras la poética del caminante.
    Por tu honestidad y elegancia no has incluído ninguna reflexión tuya como poeta caminante de la vida.
    Permíteme significar este hayku de tu autoría:

    En el camino
    hacia la ciudad blanca,
    nubes y barro.

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    1. Muchas gracias Aboro. Efectivamente es largo el camino; pero como decía Machado, lo vamos haciendo cada día al andar. Y en el deslumbramiento en cada recodo un nuevo misterio cada instante. Un abrazo.

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