RESEÑAS DE OBRAS
DE NUEVOS POETAS SEVILLANOS
GALERÍA DE MUNDO Y OLVIDO de Iván Onia
“GALERÍA DE MUNDO Y OLVIDO”de Iván
Onia
Ediciones En Huida, Sevilla, 2013
Hace poco tiempo un gran poeta, Félix Grande, me decía que
gracias a la juventud , la poesía española está cambiando y así es; como los
grandes movimientos culturales es un cambio lento, silencioso y a la vez
profundo, no se trata de una revolución ni un corte brusco, es como una
silenciosa penetración en el ámbito poético de una joven generación que como en
un descendimiento biológico aparece de forma y voz plural en todos los rincones
del país cargados de una verdad que late
en sus corazones, que se reconoce en las voces pasadas pero que se acoplan al
ritmo del nuevo tiempo pausadamente, no
vienen con actitudes despectivas, antes bien respetuosamente con las poéticas
que le precedieron y de algunas de las cuales beben; aunque han buscado en
otras raíces el elixir que les alimenta, descubriendo sus espejos poesías hasta
ahora intangibles para muchos poetas anteriores.
En estas páginas hemos dado cuenta de obra de autores jóvenes,
algunas de ellas óperas primas con tan
alto grado de madurez que demuestran que no se tratan de advenedizos sino de
serios valores a tener en cuenta. Entre
ellos traemos hoy a estas páginas a Iván Onia Valero( Sevilla, 1980), que a los dos años de su primera obra: “Tumbada cicatriz”, nos presenta un poemario “ Galería de mundo y olvido”, en el que demuestra con una acertada
perspectiva sobre el paisaje que la cotidianidad le ofrece, una poesía llena de
madurez en el camino emprendido hacia la
búsqueda literaria de su verdad, que se abre ante sí prometedoramente.
Dice de sí el propio poeta:.“Como
todos los jóvenes yo también vine a llevarme la vida por delante, pero a
diferencia del genial Gil de Biedma, siempre he sido consciente de que el
tiempo deja esqueletos en la cama y hay que sacudir las sábanas a diario. (…)Hay
aristas de acero en esos pasajes de la vida que se fueron y, al querer asirlos,
resbalan cortándonos las manos, de modo que sólo hallé en el verso la máquina
capaz de recolectar todo aquello, si
bien no para que hiciera menos daño, sí para hacerlo más bello y susceptible de
ser colocado en estanterías. De modo que poco a poco fui rellenando los
anaqueles con la arcilla de la memoria, leí a poetas que me enseñaron sus
pequeños museos y me mostraron las endecasílabas jaulas donde metían, para más
seguridad, su voz y su palabra, me abandoné a la desnudez de la idea y al
brillo de la metáfora y quise dejar constancia de mi virtud en cada poema que
llegaba al final con la sentencia firme del que pareciera, de nuevo, mi poema
definitivo”.
En esa ascesis personal se fundamenta indudablemente ese músculo
poético, esa certera asunción de la palabra como instrumento cabal para labrar
verso a verso una estructurada poética, cimiento de un edificio sólido que en
su autenticidad se manifiesta fehacientemente.
Tiene esta “Galería de mundo y olvido” tres partes
diferenciadas, en su estructura, no en su concepción poética:”Galería de mundo”,”XXX poemas en los huesos”
y “Olvido”, como si quisiera
expresar tres posiciones dentro de su universo poético. En “Galería
de mundo” se expresa en un rico lenguaje, lleno de afortunadas metáforas e
imágenes que bordan el surrealismo, la fuerte cotidianidad expresada como un
medio agreste, incómodo y lacerante para
su fragilidad , con el que el poeta
dialoga y a veces transmite las angustiadas cuestiones que la vida le
presenta: “…/A veces quiero hablar sólo
mitades/ para abrirme el hígado la sonrisa limpia/ que traza el escalpelo y ver
brotar así/ el hemisferio de negrura que me completa/ en la cara lavada del
espejo./…”; “…Sé que frente al espejo no soy más / que este puñado de rutinas,/
estos zapatos gastados/ y, sin embargo, estoy viendo mis ojos/ redondearse en
un asombro ignoto,/….” , aunque en la normalidad de lo cotidiano tenga que encontrarse consigo mismo
en la ciudad: “ Es normal caminar y
desandar/ las avenidas anchas y templadas: / Pisar como a palomas muertas,
fechas/ que nos relatan quiénes hemos sido…” ; “
..Qué viento urbano te suspende,/ balancea tu anatomía/ de cadáver novato/ por
la tarde en ciernes ./…”. Y en este escenario se hace patente la poesía: “… cuando aún/ la poesía no era el labio
duro/ donde llagarse,/ la carne abierta por la que decimos./…”, que será “ Búsqueda …/…/ susurro táctil que permita
ondas/ un instante…” .
La segunda parte, “XXX
poemas en los huesos”, es como un esquema de la poética del autor, no solo
por la brevedad de los poemas, algunos de dos versos solamente, con una
importante carga aforística; sino porque logra conceptualmente concentrar la
hondura de su pensamiento en la breve dimensión de sus poemas, algunos de una
pureza que nos recuerda a Valente o a
Blanca Varela: “Para que todo sea; para
hacer de la muerte otras sombras,/ del insecto, el órgano puro./ Dices corazón
o árbol, / te haces nombre de ojos abiertos.”
, “No existe, solo somos nosotros/ mirando por las ventanas y los
espejos de barro./ Carne convertida en piedra./ Aire que no es más que
fotografía.”.En algunos casos tan profundamente expresivas: “Hasta mi pluma miente si pronuncio/ -
líquidas, negras – estas alambradas.”.
Mientras, la tercera parte,
“Olvido”, no es sino el eterno peaje que todo poeta hace al tiempo, a
quien en estos extraordinarios poemas de
la memoria, paradójicamente quiere revestir de olvido. Comienza, como no podía
ser menos, diciendo en un soneto: “Tiempo. Toro de luz viniendo siempre,/
grifo de sangre para decir los días/…”, y ese tiempo y el espacio que lo
habitó se hacen carne de memoria: “Más que aquellos que allí fuimos alguna
vez,/ extrañan las casa./ - El polvo intacto, cada cosa en su frío - /
Regresamos a las habitaciones/ para que los objetos vistan sus huesos/ con el
asombro de ser encontrados./ La nostalgia que nos recorre entonces/ es la
lengua del hierro conteniendo el vacío./ Idioma de lo que un día habitamos.” . Y la memoria es capaz de hacer revivir el
estallido floral de las cunetas: “Éramos
domingo en la carretera,/ un enjambre de primos que restaban/ los kilómetros al
sabor del cloro/ y hundían la semana en la piscina. Allí aprendimos el beso de
los higos, /la electricidad verde de la ortiga./…”. Claro que todo es pérdida, sangrante herida, por ello la recurrente llamada al olvido,
olvido como lenitivo del dolor: “Cuando
quise volver sobre mis pasos,/ las aristas de todo lo que había/ perdido alguna
vez me iban sajando/ las manos…”.
Intenso poemario íntimamente condensado en un sentimiento que
tiene mucho de existencial en cuanto ceñido al tiempo y a sus circunstancias se hace llaga y dolor,
en un asumido presente, “…un cadáver de tiempo tan joven que no sabe
irse del todo…”.-
©F.Basallote
Publicado en
Papel-Literario, 22/05/2013
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