RESEÑAS DE OBRAS
DE NUEVOS POETAS SEVILLANOS
LAS PALABRAS
ACOSTUMBRADAS de LOLA CRESPO
LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO
LAS PALABRAS ACOSTUMBRADAS de LOLA CRESPO
Guadalturia. Sevilla, 2012.
Doctora en Historia del Arte y Licenciada en Periodismo por la Universidad de
Sevilla, Sus poemas aparecen en antologías como Homenaje a la Generación del 27, Homenaje
a Ramón Jiménez, Versos para derribar un muro y Enredando. Su primer
libro íntegramente escrito por ella fue Gramática malva (Voces de Tinta,
2010), (Ver Papel-Literario,
10/12/2010). Ha publicado recientemente Las palabras acostumbradas (Guadalturia),
un poemario donde reflexiona sobre la lengua y sus límites. Con prólogo de
Mario Barranco, a lo largo del poemario Las palabras acostumbradas, se
insertan, a través de códigos QR, varios vídeos de creación propia, fotografías
de la autora y varias composiciones musicales de David Postigo, en un intento
globalizador del acto creativo.
Para Lola Crespo: “Hay
palabras que se acostumbran: se vuelven disimuladas, se desorientan, se
deshabitan. Y al nombrarlas, curiosamente, nos definen su extravío, nos sitúan
en la esquina de los días, en un punto de referencia poco específico entre
tiempo y espacio, en un lugar impreciso de convergencia, de cruce, de encuentro
y también de tropiezo. En un lugar alejado del siempre necesario asombro.” Dice
Mario Barranco, prologuista de la obra, que en sus versos “Hay una concesión inmensa a la vida. En cada palabra. En cada pausa.
Existe una escritura de la experiencia que se dobla sobre sí misma sin dejar de
ser experiencia…”
En total coincidencia con Neruda: “… son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me
prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las
derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se
esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como
perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal,
rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en
mi poema…”, Lola Crespo eleva una
estructura en la que las palabras constituyen un orbe de magia infinita, con la
autonomía de su propia belleza, un trasmundo en el envés de las maravillas
sucesivas de su pronunciamiento,
especialmente en la primera parte del poemario
Policromías espontáneas, en la
que dirá : “Te doy lo que tengo/ estoy hecha de de palabra/ hilo a hilo/ gota a
gota/ sed a sed.”, palabra
ensimismada “…con la firma reversible de un vuelo…” . Palabra acostumbrada al
retorno.
De acuerdo con Benedetti
cuando dice en su poema “La Palabra” : “…la palabra es un callejón de suertes/y el registro de ausencias no
queridas/puede sobrevivir al horizonte/y al que la armó cuando era
pensamiento/…”, Lola Crespo dirá en la segunda parte
del libro encabezada por un poema visual llamado precisamente “Las palabras acostumbradas” que “Hay palabras claras,/ tan brillantes, / que
son capaces de doblegar al tiempo,/…” . Por
eso dirá que “ La naturaleza de mi lengua es fugitiva/ por eso, / la palabra
agua/busca el río/…” y por eso pide “…que la voz hecha tierra/ sea el centro de
todas las geografías./…” . Una nueva construcción del mundo.
Y hay una
tercera parte, “En la esquina de los
días”, en la que la poesía se hace desgarradamente cotidiana, como un
inventario de catástrofes, en el que la palabra yace y emerge en grito, en
espejo de desolación., tiempo del Apocalipsis en el que “Tras unos ojos enjaulados/ sólo te observan tus miedos.” , aunque
la palabra es aquí no solo lamento,
sino denuncia como en el poema “Hora de
cristales, tiempo de vidrio” en el que los desalojados del sistema, los
desarraigados, tienen su representación
: “En esta hora de cristales,/ una
mujer duerme/ en el cajero de un banco,/ en el centro de la ciudad./…” Un bellísimo poema- acusación a esta
sociedad mercantilizada y materialista en este tiempo, en el que a pesar de
todo, “…no hay climalit posible que aísle
de la nostalgia/…” que representa el
grito unánime, las palabras cuchillo para esta sociedad en la que “un
presentador de TV traduce el sonido de la muerte.”
Un poemario
que, a la vez de ser profundamente
lírico, lleno de la eterna música de Érato, vive la desolación cotidiana de
nuestro mundo con la palabra acerada de los profetas, con el látigo en que la
flor de la palabra se convierte ante la continua destrucción del hombre por un
sistema incorde.
©F.Basallote
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