martes, 8 de octubre de 2013

POETAS ANDALUCES EN LA MEMORIA. VICENTE NUÑEZ



POETAS ANDALUCES EN LA MEMORIA






VICENTE NUÑEZ
Nació en Aguilar de la Frontera, Córdoba, el día 8 de junio de 1926.
. Comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de Granada que luego continuó en la Universidad de Sevilla.

A partir de 1951 comenzaron a aparecer poemas suyos en diversas publicaciones.Entre 1953 y 1959 vive en Málaga, formando parte del grupo de poetas reunidos en torno a la revista Caracola.

En el Tercer Congreso Internacional de poesía de Santiago de Compostela, celebrado en 1954, entra en contacto con los poetas del grupo Cántico, vinculándose a la estética de este grupo de poetas y colaborando en alguno de los números de la revista Cántico.

Publica sus dos primeros libros de poemas en 1954 y en 1957..Durante un corto periodo vive en Madrid, donde colabora con la revista Ágora.


En 1960 regresó definitivamente a Aguilar de la Frontera, su pueblo natal y tras largos años de silencio, justificados por la crisis que desencadena la muerte de su madre y la decepción del mundo literario que conoce durante su breve estancia en Madrid, volvió a publicar en 1980.

En 1982 obtuvo el Premio Nacional de la Crítica de Poesía Castellana con su poemario Ocaso en Poley.

  Hijo Predilecto de Aguilar de la Frontera.En 1990 le fue concedida la Medalla de Plata de las Letras Andaluzas.


.Falleció en Aguilar de la Frontera, Córdoba, el 22 de junio de 2002.
En mayo de 2002 le fue otorgada la Medalla de Oro del Ateneo de Córdoba y el mismo año, ya fallecido, y a título póstumo, se le concedió el Premio Andalucía-Luis de Góngora y Argote de las Letras.





OCASO EN POLEY
Si la tarde no altera la divina hermosura
de tus oscuros ojos fijos en el declive
de la luz que sucumbe. Si no empaña mi alma
la secreta delicia de tus rocas hundidas.
Si nadie nos advierte. Si en nosotros se apaga
toda estéril memoria que amengüe o que diluya
este amor que nos salva más allá de los astros,
no hablemos ya, bien mío. Y arrástrame hacia el hondo
corazón de tus brazos latiendo bajo el cielo.





ANTE UNAS RUINAS
Si entre vosotras yo permaneciera
solamente un instante, ruinas, en la noche,
de las oscuras gradas se alzaría
el ave aquella roja, el sol fecundo
que bajó una mañana al coso de la muerte.
 
La ortiga, la columna, el llanto
en el descenso sepulcral de ornamentos,
la túnica de piedra que ciñó como lava
la desnudez intacta de unas formas,
negando están mi vida, superviviente a ellas.
 
Esta fue la que un día,
fábrica entre atavíos y guirnaldas, tan frágil
imperó, que unas flores, devueltas a la noche,
rondando irán sus grietas: las tumbas que no usaron.
Y de aquella mañana, alto sillar del tiempo,
perdura sólo, incorruptiblemente,
mi noche a solas, mi temblor sin tumba.
 
Dura, la piedra; el arco, firme;
la honda galería de patricios visajes
la verdad de la tierra compendiaron;
el trono inconsumible del hombre, su energía,
sus plazas como un horno
que al corazón no abaten.
 
¿Estabas allí prevista, entre todas, mi piedra?
¿No obtuve yo en la fuerza de los arcos mi fuerza?
¿No contraje con ellos mi derecho a ruina?
Un soplo nos levanta
a una altitud conjunta,
pero signos adversos,
venturas inexactas
hunden o perpetúan más allá de su estirpe.
 
Yo era invisible entonces,
indiferente al ritmo de opulencia y catástrofe;
o tan visible acaso
como el destino del león, externo,
único, dilatado,
puntual y solemne en la suerte postrera,
que hace su hazaña, se derrumba y muere
a las altivas plantas de quien le reemplaza
con una prontitud tan semejante
que llega a ser el mismo, resurrecto, en la arena.
 
Una traición se cumple de mano inexorable
que, feliz y pretérita,
de un golpe alzó a una fama
sobre el umbral de su ciudadanía.
Despierta en lo futuro, por entre los sillares
de su antiguo edificio, de su solaz, descubre
un tiempo inofensivo bajo el signo del riesgo
popular, como el sol,
siempre obediente
a los jinetes de la valentía.
 
Quien fue engañado entonces
también lo será ahora.
Salir fue fácil por la puerta aquélla:
estos vestigios son su testimonio.
Salir del ningún sitio
requeriría de nuevo la muerte de otros muchos.
Pero en la tierra yacen sus estelas,
su corazón perdura,
su muerte ha sacudido idénticas ruinas.
Como la vais cantando,
sin mí, que sobrevivo sin corazón, oh piedras.

OTOÑO
 ¿Y cómo te diré, amor, que ya es otoño
desde esta lejanía que hace bello al deseo,
si la lluvia que moja mis hombros es lo mismo
que todos los recuerdos dulces y las promesas,
y las nubes tan grises no son como tus ojos?

¿Qué tristeza que sabe a una antigua alegría
tiene el parque alfombrado de crujientes serojas,
si tú vives lejísimos y mi vida no tiene,
cual las oblicuas tubas de los talados árboles,
otro destino ahora que la desnuda espera?

¿Es algo quizás nuevo o es solamente el tiempo
que otra vez de improviso vierte sus caravanas
de humedades y olores de papeles y tierras,
de viejos palomares y de tejas oscuras,
el tiempo que regresa como un joven desnudo,
mojado y casi ebrio de un viaje larguísimo?

Pero yo sólo sé, amor, que ya es otoño,
que tu recuerdo este día triste me empuja
al final de los parques donde estuvimos juntos,
los parques de otras tardes claras en que el perfume
de los tilos en flor era igual que un abrazo,
y una caja de música morada las Descalzas,
cuando los barrenderos lentamente volvían.

Y también sé, amor mío, que desde mi tristeza
vanas serán las rosas que prepara la tierra,
que nunca la melisa silvestre volveremos
a coger por las lomas leves de los ejidos,
que indiferente a este pecho que se me muere
sus flores el ciclamen volverá a dar tan bellas.

Y por eso, quisiera expirar junto a esas
húmedas avenidas de alerces solitarios,
porque una vez jugamos donde una fuente ahora
con la ilusión de mayo contentísima gime.

En Dónde
 Ni en tus ojos,
ni en tus brazos,
ni en tu pecho.
En dónde me albergarás.

Ni en tu sangre,
ni en tu alma,
ni en tu cuerpo.
¡En dónde me enterrarás!

EN LOS TIEMPOS ANTIGUOS
I
EN los tiempos antiguos,
se escindía el fulgor.
Yo amé ese sable súbito
que incendia o que destruye.
Amé nuestra ceguera
de agresivos jazmines.
Sólo nos vemos en lo que se apaga.
II
SIEMPRE enredándote
en futuros tardíos.
No esperes otra cosa que el pasado.
Haber sido el llanto
y aspirado un aroma
bajo el cielo de mayo...
Entre los almendrales
de seda, haber huido
una tarde de otoño...
El amor es memoria.
III
CUANDO escribas, olvídate
de ti. Tan inasible
como tu hermosura
es la orquídea del mundo.
Olvido es mi fragancia.
IV
¿CÓMO podría amarte si no fuera
por la ignorancia de ti?
¿Cómo podría entonces extasiarme
en lo invisible de tus uñas?
 

 

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