POETAS ANDALUCES EN LA
MEMORIA
JUAN SIERRA.
Sevilla, 1.901-1989.
Funcionario de Hacienda hasta su jubilación, dedicó su vida a cultivar
despaciosamente una vena poética que entroncaba por un lado con la modernidad y
por otro con la tradición barroca sevillana.
Sólo publicó 4 libros de poesía y una
antología de artículos reunida bajo el título "Sevilla en su cielo". Fue uno de los fundadores de la
revista Mediodía y compañero de todos
los grandes poetas que convirtieron la Sevilla de los años 20 y 30 en capital
mundial de la poesía.
Sevillano de frialdad y
finura, vivió los últimos años de su vida en apartamiento, ceguera y sabiduría,
como un viejo rabino de Rembrandt.
Obra poética: "María Santísima" (Sevilla,
Mediodía, 1.934), "Palma y cáliz de
Sevilla" (Madrid, Afrodisio Aguado, 1.944), "Claridad sin fecha" (Sevilla, Gráficas La gavidia,
1.947), "Álamo y cedro"
(Sevilla, Renacimiento, 1.982), "Poemas"
(Granada, La Veleta, 1.992).
BARRIO ANDALUZ (De "Claridad sin fecha" 1947)
Ramas de canela
escritas
bajo un leve aliento
frío
de lazos, dientes, chinitas
y caracoles de río.
Yo no quiero su
albedrío
sujeto ni al fino mando
a que se doblega cuando
abre su mirar profundo.
¡Sentado en el fin del
mundo
está Juan Sierra
llorando!
SUR CUANDO QUIERO
A José Mª del Rey
Nadie sabe la mirada del ave que escarba en la tierra
a esta hora fortaleza resplandeciente
escupida en las vértebras de un chorro de agua
La cal oscurece adolescencias en la compasión de alguna rama
El sur se abre
como una flor hundida en mirra de codos expertos
al horizonte de su egoísmo
Sevilla ya no tiene fuerzas para respirar engaños
cuando se llora la delgadez con que el muro no apetece más que la igualdad de su sombra
y gravitan rasgos de conformidad
en balcones análogos
La memoria ahueca lirios en el sueño de una belleza
que plegó sus alas sin dejar de sonreír
ahora que la oscuridad de mi habitación estalla dulcemente su silencio
en color damasco de repique
y el aire nos aconseja esparto glorioso
Pero volvamos a los himnos de sombra
que nos ofrecen en la palma de la mano
una cinta de madera florida
en orden al tiempo
que bebe agujas de playa
o compras mucho más leves
que lo que resta de su primera voz
La vida nunca llega con retraso a unos ojos bellamente protegidos
Cada día que pasa te considero más niña
EL CRISTO DEL CALVARIO
(FRAGMENTO)
La Catedral vacía. Se regala el
silencio
en los grises pilares de tierra
endurecida.
Ningún aliento roza la quietud
lisa y firme
de esa alcoba de piedra donde Dios
vela solo.
¡Oh clausura de tumba que por la
noche sella
toda una calma gótica de músculo
encendido!
Una brisa ligera de vez en cuando
agita
este silencio en polvo flor de cuerpo
presente.
Bajo el peso aromado de la púrpura
unida
ha llegado a doblarse una cera que
arde.
Algo aguarda la sombra del hierro
subterráneo
donde yacen los muertos con su fina
sonrisa.
En lo cóncavo y alto suenan golpes
terribles
como lúgubre aviso de martirio
lacrado.
Suenan golpes terribles porque el
sueño construye
un ataúd de urgencia sobre la losa
fría.
El cadáver de Cristo penetra en esta
augusta
soledad hecha piedra como un salmo
suspenso.
El aire queda inmóvil. Inmóvil aún al
tenue
y entrelazado silbo de algún piar
lejano.
Llega el Señor cansado de su larga
hermosura,
arrastrando la brisa y el temblor de
la noche.
A sus muslos desnudos la Catedral
ofrece
con figura de lumbre una paz de
claveles.
Colgado de una Cruz llevan este
cadáver
sus hermanos de muerte los hombres
deleitosos
Sólo un forrado y lento rumor de paso
altera
la frialdad que cruza por las naves
desiertas.
El misterio descalza su atmósfera
morada
y ciñe vacilante a la bella
escultura.
Todo muro ante el paso del Calvario
establece
una grave leyenda de marfil y
de llamas.
La oscuridad labrada se oculta
en las capillas
donde los estandartes manchados de
batallas
con sus telas podridas tiritando de
mármol
se agarran a la aurora
desesperante.
(…)
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