EL MAR IMPRESCINDIBLE COMPAÑERO DE LA POESÍA
Desde que el misterio del mar ofreció al hombre la ocasión del
horizonte, su magia no cesó de tocar el corazón de los poetas y desde sus
estratégicas cuevas en las que el signo dejaba constancia sobre la roca de las
incidencias diarias, llegaron a percibir su infinitud en la sorpresa de los
grandes navíos fueran de Melkart o de Tarsis.
Y si
el famoso Conde Olinos: “Madrugaba el
conde Olinos,/mañanita de San Juan,/a dar agua a su caballo/a las orillas del
mar.”, nunca pudo compararse en tal fiesta
a la dicha de Arnaldos: “¡Quién hubiera tal ventura/ sobre las aguas
del mar/ hubo el infante Arnaldos /la mañana de San Juan!”,sí es cierto que
sus olas fueron sendas de aventureros y testigos de grandes amores: Espronceda, por boca de su pirata dirá que “mi
única patria, la mar.”,mientras
que Rubén cantará a Margarita Debayle: “Margarita está linda la mar, /y el viento,
/lleva esencia sutil de azahar” y Juan Ramón llegará a decir “ El mar otra vez, el mar/ conmigo…”, es
decir el mar como imprescindible compañero de la humanidad…
Y el mar, imprescindible compañero de la poesía ,se nos presenta en
algunos libros recientes que citaremos :
.
En el poemario Acercando
orillas, (Fundación Dos Orillas. Diputación de Cádiz,2008) Paloma Fernández Gomá. ( Madrid ,1953),
ubica como protagonista de su poética el
Estrecho, el agua que separa y que une: “
hasta dejar cuencas de efluvio/ sobre las dos orillas arcanas y en cercanía…” , el agua que es rito “ que
yace en silencio en el seno de nuestros días” y “Un
talismán tardío de mirada acuciantes/…/en la añoranza de años excluidos por la
sombra…”. Desde Otra
orilla, (Ediciones: Baile del Sol. Tenerife,2008), Coriolano González (Santa Cruz de Tenerife, 1965) , la
orilla inmensa del archipiélago besado por el Atlántico, incide con una poesía de gran plasticidad y
colorido en el paisaje de cuya contemplación emergen sentimientos encontrados: “ Un amanecer azul cuajado de nubes rosas…// Un
mar estival turquesa y tibio..// Un atardecer rojo de tormenta…// Un mar gris
invernal…/” es el decorado pictórico del poema Cuadros I, sobre el que el poeta reincide
en su búsqueda: “Un hombre
busca el hombre de dios en el desierto…” a la
par que se detiene en el paisaje, tan íntimamente unido a su existencia: “…Las orillas en calma reflejan la luz blanca”.
Y ese
Atlántico, cuyos latidos suenan en las piedras milenarias de su Cádiz, está en La Bañera de Ulises
(EH. Editores,
Jerez, 2008,)de Mercedes Escolano (Cádiz, 1964), en un
profundo poema de amor, en el que “El mar
late despacio sin rumbo/…/ Flexible, tibio, rumoroso es/ su vientre…/../ Baten
sus olas en mis piernas, frenándose./Viene hacia mí, animal lascivo y sediento/
…/ agua eres y en agua te disuelves./.../ ¡qué serena el agua en tu cintura! /
../ El mar: melena al viento suelta, /caderas ondulantes, un cimbrear de
muslos,/...piernas atropelladas que levantan espuma,/una corriente de besos,
humedad, saliva./…/ Un crujir de mástiles y jarcias llega hasta nosotros/
haciendo mas potente el deseo…/ …/ y he sabido que el amor tenía tres vocales/
y que el ruido del mar cabe en tu lengua…/../”Contundente
identificación de los tiempos del amor con las secuenciales etapas del mar.
En “Los archivos griego”,
Fundación Lara. 2010 , Blanca Andreu (La Coruña, 1959) tiene al mar
y a la luz como protagonistas esenciales: “…y
era el mar griego un gran libro de plata escrito en húmedos hexámetros/…/ Era
el mar como otro libro/ de mi memoria…”,
y el paisaje donde la verticalidad del ciprés le hace evocar una querida pérdida: “ …ciprés, hermano/ de los lirios/ me
recuerdas a un hombre/ que amé y murió / y que era como tú alto y oscuro…” y la luna de plenilunio le hace aproximarse
al sintetismo del haiku : “ …en plena
noche/ como un golpe de luna/ suena tu canto…” o surge el poema automático
: “ …como un cordero blanco en la vida
del mar/ eres/ como un caballo blanco/ mi querida/ tu luna una paloma…”
En Marinas incide Blanca
Andreu en toda la plasticidad de su poesía, siendo sus diez poemas como
acuarelas en las que el blanco y azul, el verdeagua de turmalina
se abre con la riqueza cromática y sensorial: “ …a qué rosal/ de agua profunda/ a qué prado/ donde pacen
sirenas…”, “Gacela blanca/ vuelas/ sobre el arco de la ola/ como un
inacabable lirio blanco…” será la espuma y la marea negra “ …eso
mismo /que cantas/ eso mismo/ dice mi corazón.”.Y vuelve a ese poema corto,
tan adecuado al tema, casi haiku: “En la
noche / recitas/ mar/ escucho” o “Los
salados rebaños que coronan las olas/ brotan apenas como lana blanca.”
"Ocho islas y
un invierno" de Marta Navarro, de Ediciones "El desembarco S.L.", Sevilla, 2009, es
un poemario eminentemente sensorial, en
el que el color del mar y del cielo conjuga en acertadas combinaciones con el
verde puro o el rojo decadente de las tardes como en una fresca paleta de
pintor, la poeta nos habla de sí misma, del amor, de lugares y tiempos de la
memoria en una poesía que en palabras de Luisa Miñana, prologuista del libro,
es de “una fecundidad alquímica”.
Esta profunda necesidad de la luz es patente desde los primeros poemas del
libro: “He llegado al embarcadero de la
noche,/ desnuda y con hambre de luz./ Ya nada podrá detenerme.”,
dirá a modo de manifiesto y esa voluptuosidad se manifiesta “Bajo las dunas de tus ojos..” , “…Al anochecer,/
tus caderas señalan el camino/ de la pirámide roja…” cuando “ Atardece en la colina de tus labios”
y “ Un horizonte de nubes/ ilumina el
camino hacia tus caderas/… /En las dunas de tu piel/ se detiene la nieve/ que
mi cuerpo derrama/…” llegando a la profundidad del amor “ Bajo las faldas de Liuba/ unos dedos de agua/
descubren húmedos/ y ovalados caminos./Susurros de placer brotan/ de sus
caderas de arena y menta…”
A
veces el mar es una inmensa nostalgia.
Es lo que mueve a Juan Manuel
Vázquez en El
libro de la sal,(Ayto.deRonda, 2011) libro
escrito en ligeros poemas ,como el viento, poemas de verso libre,
combinando sabiamente en este delicado poemario el tiempo pasado y el instante
presente, elegía y gozo, memoria e
introspección, y siempre con un acertado estilete que hace que profundicemos en
ese verso ligero, volátil casi, en busca de su trascendencia. La memoria se hace a veces doloroso instante:
“A mi padre, / mi viejito encantador,/ se
lo llevaron las olas…”, evocación que en el endecasílabo del soneto se
hace más solemne: “ …Exiliado en la ola
arrebatada/ lloviste tu palabra marinera/ surcando una tristeza azul y entera/
con tu quilla de frente atormentada.”, elegía
de hombres rotos : “ Fue un dandy/ que trataba de tú/ a su propia/
muerte.” o de una vida al borde del mar: “ Pasaron todas las nubes/ y volaron sesenta veranos/ en una gaviota/
-casi página en blanco-/Seguía ardiendo/ el mar de siempre…”, aunque a
veces la búsqueda en el tiempo pasado es infructuosa: “ He vuelto sobre / mis pasos/ en la arena./ No he podido
encontrarlos.” . El tiempo preciso
de la emoción del mar, el instante justo
es sabiamente recogido en imágenes luminosas que parecen querer
desterrar cualquier atisbo de tristeza: “Verde
bronce del mar; / soledad de las olas/ en las sienes. / Un arcángel rebelde/
levanta tempestades/ entes sienes…”, y esa figura angelical vuelve
enriquecida en las metáforas: “Ángeles
azules /del mar; / caracolas de bruma/ en su oscura melena/ de algas saladas…”.
Una constante marea de metáforas inunda el poemario: “Un encaje de agua/ se enlaza / en los tobillos/ para fijarte/ en la
arena…”, “Lecho inmenso/ del mar. /
Sábanas de sal; olas envolventes/ de amor azul…”, “Susurros hondos/ como
caballos/ blancos y / azules/ que caracolean/ larguísimas/ siestas de faunos…”.
Y el tiempo de las confidencias: “Encontré/ tu aroma/ en la última tarde/ y
me sentí/ otra vez / en tu inmensidad.”, “Sabrás que mi tiempo/ fue tuyo; / que mis noches/ volaron por tu
lecho…”. Y el de la despedida: “¡Qué
amargura/ de mar/ tan cerca/ y tan lejos!”, hecha de esperanza en La balada del viejo marinero: “Seré el
viejo marinero que te espera: / arrecife o mascarón de proa/ buscando tus
huellas/ por las vidrieras del mar, / donde las estrellas/ se hacen brillantes/
para adornar la cascada de tu pelo…/ Seré el viejo marinero que te espera…”.
El tiempo de un mar que en palabras de
Vicente Aleixandre “… canta la
inmarcesible edad del mar gozante”
F.Basallote
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