POETAS ANDALUCES EN LA MEMORIA
RAFAEL LAFFÓN
El poeta Rafael Laffón , nació en
Sevilla en 1900. En dicha ciudad vivió y
a ella en su extensa obra cantó
sentidamente en numerosas ocasiones.
Desde sus años de estudiante de
Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense comenzó a colaborar
en las revistas andaluzas de poesía, destacando sus colaboraciones en Bética, Alma Máter y Archivo
Hispalense entre otras...
Junto a Eduardo Llosent, Alejandro
Collantes de Terán, Joaquín Romero Murube, Rafael Porlán y Juan Sierra fundó en Sevilla, el año 1926, la revista Mediodía, formando parte del
grupo poético del mismo nombre, así como de la Generación del 27.
Los comienzos de su obra poética
están impregnados del aire vanguardista de la época, de un colorido y
musicalidad desbordante, evolucionando
mas tarde a un mundo poético mas sencillo, de gran contenido sevillano, aunque
sin pérdida de la componente impresionista de sus primeros libros.
En 1921 apareció su primer libro Cráter, que sería superado en calidad por Signo Más (1927) y por Identidad ( 1934). Posteriormente publicó Romances y Madrigales (1944), Adviento
de la Angustia (1948), Romance del
Santo Rey (1951) y Vigilia del Jazmín
(1952), libro éste en el que la línea impresionista , de verso alegre y
colorista se quiebra y se hace más profundo, de mayor carga existencial.
Otras obras del autor son: A dos aguas (1962), La Cicatriz y el Reino( 1964) y Sevilla
del Buen Recuerdo (1970).
En 1959 fue galardonado con el Premio
Nacional de Literatura Su obra ha sido traducida al alemán, francés,
italiano e inglés, apareciendo en numerosas Antologías, destacando la Spanische Gedtiche des XX Ahrhunderts ,
(Frankfurt), y la reciente de Colección Austral, dedicada a los
poetas de la Generación del 27.
Murió en Sevilla en 1978.
GRILLO
A R. Porlán y
Merlo
Molinillo de
café
-del café puro
de la noche-:
Grillo,
buen menestral
que mueles la sombra
que es café puro
de Sur y estío;
y es el sorbo
neumático
de gravedad que
acerca a los amigos;
e infusión de
emboscada
del calamar del
infinito;
y vaho ciego
de caer de
espaldas al abismo...
¡Este café que
mueles, grillo!
Café puro, con
gotas de estrellas,
que desvela a
los niños...
Pasan las aguas por el cauce
y no terminan de pasar;
mas si de un agua no bebimos
nunca aquel agua tornará.
Y mientras corre el tiempo y llega
la hora feliz que imaginamos,
se va la vida, huyendo siempre,
cual se va el agua entre las manos…
Gocemos hasta marchitarlas
todas las flores del camino,
ya que el dolor jamás perdona
ni un paso de nuestro destino.
Gocemos la vida, gocemos…
¿Quién del mañana gozará?
Gocemos hasta embriagarnos
con una absurda saciedad.
Y aunque de luz se abrase el alma,
presto vayamos a la luz…
¡No hay más que al fin de los caminos,
sobre una lápida, la cruz!
Llega estremecida la
onda limpia y clara,
de espuma somera que
aún orla sus flancos.
Al fin _en las pozas
calientes_, se para.
Y es la espuma risa de
unos dientes blancos.
En prisión el agua cara
al cielo queda,
muda y traspasada de la
luz del cielo;
y en el seno inmóvil de
su plata leda
la sal cuaja en ansias
de un andante anhelo...
¡Qué andante el del
agua! Nube, pluvia, fuente,
río, mar... ¡Qué anhelo
ahora en el letargo!
¡Qué anhelo que pone
cabe el agua riente
la sal como un poso de
inquietud ama
ESPERANZA
NUESTRA
Decir Esperanza es tanto
como decir Macarena.
Ay linda carita, llena
al par de júbilo y llanto.
Te canto...porque te canto,
como hay noche y como hay día.
Fino coral, ambrosía,
Lucero de la mañana,
qué mañana sevillana
en tu gloria lucraría...
En tu gloria lucraría
como asido a un clavo que arde,
que es, Esperanza, cobarde
abandonar marcha y vía.
Tú, congoja en alegría;
yo, triste a lo sevillano.
De penas en Cristo hermano...
Dame en la vida mortal
ese clavo -tanto mal-
aunque me abrase la mano.
como decir Macarena.
Ay linda carita, llena
al par de júbilo y llanto.
Te canto...porque te canto,
como hay noche y como hay día.
Fino coral, ambrosía,
Lucero de la mañana,
qué mañana sevillana
en tu gloria lucraría...
En tu gloria lucraría
como asido a un clavo que arde,
que es, Esperanza, cobarde
abandonar marcha y vía.
Tú, congoja en alegría;
yo, triste a lo sevillano.
De penas en Cristo hermano...
Dame en la vida mortal
ese clavo -tanto mal-
aunque me abrase la mano.
La estocada
Rayos mortales fulmina
cielo de caireles de oro.
Muere estupefacto el toro
del lujo que lo asesina.
De esmeralda o venturina
o zafiro se le inflama
al sol la mórbida rama
que es en la arena el torero.
Y con pasos de bolero
el rococó se hace drama.
“La Macarena surge al fin, en su estela de luz, con su rostro donde las lágrimas apenas acaban de secarse, y brilla, y se anima con el calor de tanto amor. La aclamación llega a su paroxismo. ELLA pasa en su aureola y, como una lenta cometa, deja detrás la cola de pavo real de su manto verde ocelado, con su arrastre de fuego, antes de desvanecerse en las tinieblas de la Catedral…”.
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