POETAS
ANDALUCES EN LA MEMORIA
RAFAEL PÉREZ ESTRADA
nace en Málaga, el 16 de febrero de 1934,
estudia Derecho a la Universidad de
Granada, (1954), formación que le permitiría ejercer la abogacía con gran
prestigio en su ciudad natal. En 1959 se marcha a Madrid donde se inicia en el
dibujo, colaborando en revistas y emisoras de radio. Establecido en la capital,
compaginaría su labor profesional con la pintura y poesía.
En 1960 vuelve a Málaga definitivamente. Llega tardíamente a
la literatura, pues en 1968 aparece su primer “Valle de los galanes”, al que
siguen numerosos títulos de teatro, poesía y narrativa de vanguardia. Hasta
1997, año en que abandona su despacho, combina su actividad como abogado con la
escritura y el dibujo, siendo a lo largo de su vida un referente local
inestimable, pues participó muy activamente en eventos claves de la vida social
y cultural malagueña, entre otros, en la creación del Centro Cultural del 27 y
en el Consejo Social de la Universidad de Málaga, lugar de donde jamás quiso
alejarse “es la ciudad del gozo y de la dicha” o “soy un seducido por Málaga”
dijo el escritor en su discurso con motivo del nombramiento como Hijo
Predilecto de Málaga.
Moriría el 21 de mayo de 2000 habiendo sido homenajeado en
1999 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y días antes de su fallecimiento
como Hijo Adoptivo de su ciudad natal, justo cuando su nombre comenzaba a
destellar con luz propia entre la crítica y los lectores. Sería nombrado
también “Hijo Predilecto de la Provincia de Málaga” el 9 de abril de 2002, por
parte la Diputación Provincial de Málaga, y propuesto al Premio Príncipe de
Asturias de las Letras por el Centro de la Generación del 27.
La poesía de Rafael Pérez Estrada
(1934-2000) se caracteriza por la pasión por destruir el estereotipo, lo
repetido, y la aspiración a acceder a mundos desconocidos del sueño y el deseo
y sumergirnos en lo sorprendente y maravilloso.
Poética
Escribir o levitar.
El poema es sólo el espejismo del poema que soñamos.
Hondo, al final de la llaga está el poema.
El poema es sólo el espejismo del poema que soñamos.
Hondo, al final de la llaga está el poema.
El levitador y su vértigo, 1999.
Sombras
Los amantes exactos tienen una sola sombra.
La sombra más transparente es la que producen las nubes sobre la superficie
del mar.
En el Gran Concilio de Córdoba, los Padres de la Iglesia discutieron
violentamente la cuestión de si al morir el cuerpo muere también la sombra.
Narciso se enamoró de su sombra y, para que no se escapase, se hizo tapiar
con ella en una habitación en tinieblas.
Cuenta Plinio el Joven de un país poblado por sombras de hombres.
La sombra de la palabra es el eco.
Tiemblan los amantes cuando en las noches sus sobras se confunden.
De la naturaleza de los ángeles
Los ángeles
son plurales y equívocos.
Los ángeles son anarquistas y especialmente antipáticos con la Ley de
Newton.
El ángel del puerto hace trenzas con el humo de los barcos.
Cree el ángel en su inocencia que hay hombres de la guarda.
Tres ángeles orinando hacen una galaxia.
Los niños, a la salida del colegio, se intercambian los ángeles repetidos.
La niña Louise Arden de Touluse, la mañana del 8 de marzo de 1907, aseguró
vehementemente que los labios de los ángeles saben a violetas.
Suceso
Cruje sumisa
la escalera.
Me despierto.
Apenas llego a ver
la figura de un ángel huidizo.
Todo es oscuridad menos el ángel
y el puñal que sostiene.
De fondo, una sombra que escapa
y un grito suspendido.
Por lo demás,
la noche es infinita.
Me despierto.
Apenas llego a ver
la figura de un ángel huidizo.
Todo es oscuridad menos el ángel
y el puñal que sostiene.
De fondo, una sombra que escapa
y un grito suspendido.
Por lo demás,
la noche es infinita.
Sobre las palabras
No se puede salir con las palabras, siempre te comprometen.
Hay palabras que tratadas convenientemente acaban por adquirir el brillo
único de esos cristales que son como luces abandonadas a la orilla del mar.
Algunas vienen envueltas en la niebla que entorna la melancolía. Se comenta
de ellas que nacen en la soledad de los puertos al amanecer.
La palabra nace – afirma Herbert Conway – cuando en el silencio, en el
primer silencio, un hombre imita a un papagayo.
El invento de la palabra pez supuso grandes dificultades. La palabra
escama (surgió de inmediato) hizo aún más difícil la captura de aquélla.
Alguien, tiempo después, dijo: Mereció la pena tanto esfuerzo. Sin embargo, una
muchacha se sonrojó ante las imágenes sugeridas por aquella palabra.
Muy estricta en sus gustos, y gran conocedora del poder persuasivo de los
sofismas, Gemma Steven declara sin mucho convencimiento: Primero es la palabra,
después la rosa.
Nunca escribas estas palabras en una misma línea: tigre y paloma, pues es
fácil que la primera devore a la segunda.
PASIÓN Y MUERTE DEL UNICORNIO
Hay una luz para la vida y una estrella para la muerte. Los astros marcan - y él lo sabe- el punto final de la aventura amorosa del Unicornio. Surge esta estrella en las noches que preceden al invierno, y sólo quienes han merecido ser bordados en tapices y reposteros, o aquellos que hacen guardia a orillas de escudos y blasones, pueden soportar la tristeza y se salvan. Mas cuantos hicieron de su vida una gesta amorosa, perecerán sin duda. Y la niña, que aún distraída escuchaba esta leyenda, comentó
ROSA METÁLICA
En sus aparatosas investigaciones, los jardineros de Alejandría llegaron a crear un rosal magnético para aliviar con sus flores las indecisiones de los navegantes. En su cultivo tenía especial protagonismo el mercurio, y en su elaboración el orden de las estrellas. A su utilidad, la belleza de estas rosas añadía el enigma del espejo, pues no eran otra cosa sus pétalos, que distorsionaban curiosamente las imágenes a ellos sometidas.
Planta plural y generosa la llamó Plotino, quizás maravillado ante sus espinas, de las que, sin ningún trabajo, se obtenían dagas famosas por lo certero de sus puñaladas.
XI
Señalándome a un hombre de gran dignidad, me dijeron: Ese es el resucitador; y como yo preguntara detalles, me explicaron que sólo podía resucitar a aquellos cuya muerte representara para la patria y la cosa pública una pérdida irreparable.
Todos confiaban en este hombre, y al punto creían en su capacidad prodigiosa para devolver a los muertos de su eterno reposo. Mas cuando inquirí sobre el número de sus milagros, esta fue la respuesta: Nunca ha resucitado a nadie, porque nadie nos ha parecido imprescindible. Sin embargo, el hombre actuaba como si hubiera devuelto de las sombras a toda una nación.
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