POETAS ANDALUCES EN LA
MEMORIA
Antonio Luis Baena
Antonio Luis Baena
nace en Arcos de la Frontera (Cádiz) un 16 de agosto de 1932. En las empedradas
y encaladas calles de Arcos donde Antonio Luis vive su infancia y juventud y
comienza a mostrar sus primeras inquietudes literarias.
Al finalizar el
Bachillerato decide dedicarse a la enseñanza y realiza por libre los estudios
de Magisterio. Ya por estos años (1949) comienza a publicar sus primeros poemas
en distintas revistas de la provincia de Cádiz como Caleta o Platero.
Al obtener el título de Maestro es destinado a El Bosque. Allí vivirá cuatro de
los años más felices de su vida dando clases a los niños y jóvenes del pueblo
quienes le permiten descubrir su otra vocación como Maestro.
El 15 de agosto de
1949, junto con otros poetas de Arcos, Julio Mariscal, Carlos y Antonio
Murciano, Juan de Dios Ruiz Copete, Cristóbal Romero y Manuel Capote, funda la
revista Alcaraván,
la cual fue de gran importancia en la profundización y asentamiento, según él
mismo nunca dejó de reconocer, del que sería a la larga un estilo poético
inconfundible. La revista Alcaraván se editó en
sus primeros números gracias al entusiasmo de esos jóvenes, quienes tecleaban
las cuartillas de varios ejemplares simultáneamente en sus máquinas de escribir
con papel carbón. Con el paso de los años, la revista fue alcanzando gran
notoriedad, organizándose un premio literario e influenciando a varias
generaciones de escritores, así mismo disfrutó de la colaboración de poetas
reconocidos como Rafael Alberti, José Manuel Caballero Bonald o Juan Ramón Jiménez, entre otros.
El fallecimiento
de su padre, en 1952, con quien Antonio Luis mantenía una estrecha relación, le
marca profundamente y le hace ahondar en las que ya eran las principales
temáticas de su poesía: la muerte, la relación entre el hombre y Dios, la
soledad de uno mismo, la dualidad del ser humano, el amor, etc.
Su primer libro, Historia
de una ausencia, ve la luz, como no podía ser de otra manera, en Alcaraván
(Arcos de la Fra., 1961). Las diferentes publicaciones de sus poemarios
van surgiendo paulatinamente. Así, en 1963, en la colección La Venencia
(Jerez de la Frontera) edita su segundo libro Paso del hombre. En 1964
en la colección Punta Europa (Madrid) publica su tercer libro Los
límites, y en 1971 Campana sobre campana en la colección Ángaro
(Sevilla), breve y entrañable colección de 9 poemas navideños.
Por esos años, es nombrado
Miembro de honor del Instituto de Cultura Americana de Rosario (Argentina) y
Académico de Número de la Academia Hispano Americana de Cádiz. Publica
artículos en ABC de Sevilla, la revista Cumbre (Barcelona), Lírica
Hispana (Caracas, Venezuela), Ensayos (Madrid), ICLA
(Sevilla), etc.Figura en diversas antologías de poetas de carácter provincial,
regional y nacional así como en la Enciclopedia de Andalucía y es honrado con
diversos premios de poesía.
En 1969 se
traslada a Sevilla . Aquí frecuenta los ambientes literarios y
poéticos de la ciudad y es cofundador de varias revistas y grupos literarios
como Ángaro, Cal o Poesía. Asimismo es miembro de varios
jurados de premios literarios y conferenciante. También por estos años codirige
con María de los Reyes Fuentes la emisión Poesía en Radio Nacional en
Sevilla que duró 4 años.
El día 5 de enero de 1978 lo marca
para siempre al morir su 3er hijo, Antonio Luis, a la temprana edad de 12 años.
Entonces escribe unos poemas desesperados que en 1985, acepta publicarlos con
el título La muerte va lamiendo mis cimientos en la colección Vasija,.
Antonio Luis Baena sufre en
agosto de 1992 un ictus cerebral que le deja paralizado. Inicia un lento
proceso de rehabilitación que le permite recuperar la movilidad, el habla y la
escritura, pero lamentablemente ya nunca volvería a ser capaz de construir sus
versos. Aún así, intenta mantenerse activo y sigue frecuentando tertulias y
grupos poéticos de Sevilla. Incluso es capaz de dar una conferencia pública,
con lectura de sus poemas, en el Ateneo de Sevilla. En 1997 edita En Qüasieditorial
(Sevilla) El libro de las traiciones y otros espejos, libro escrito con
anterioridad a su enfermedad, y en Torre Tavira (Cádiz, 1998) publica Piedra
Miliaria.
El 29 de febrero de 2000 el Excmo. Ayto. de Arcos de la Frontera concede la
medalla de Oro de la ciudad a título colectivo a los miembros del grupo poético
Alcaraván y en 2006 se edita una Antología de su obra poética con
un estudio del escritor Emilio Durán donde
expresa "De la lectura de toda su
obra se desprende que hay cuatro pivotes sobre los que ésta se asienta: la
muerte, el amor, la soledad y la tristeza. [...] Se trata, sin duda de una
poesía de raíz moral, honda, sobria y de gran rotundidad en la que, sin
embargo, a veces salta la chispa de alguna pirueta teñida de ironía."
Fallece el 7 de diciembre de 2011.
Tras su muerte surge, gracias al esfuerzo personal de Violeta, su libro El
último navío publicado por la editorial Canto y cuento (Jerez de la
Fra., 2012) y que consta de 19 poemas. Dicho libro es prologado por Pedro Sevilla quien, textualmente, dice "[...] y un grupo de jovencitos quedamos con él
porque habíamos leído su libro y habíamos llorado con sus poemas. Nos recibió
con un traje negro y una camisa blanca cortada en vertical por una corbata
mucho más negra aún que el traje, como si el luto quisiera realzarse en esa
prenda. Su sonrisa, no obstante, tenía calidez, cercanía, y ese brillo sagrado
de los que sufren. [...] Antonio Luis consiguió lo que debe ser nuestra gran
aspiración: una voz personal, reconocible. Cantó lo mismo de siempre, porque no
hay otra cosa, pero lo cantó con su voz, lo cantó desde su pecho
intercambiable.”
YA SI TE DIGO...
(de Historia de una ausencia, 1961)
Ya si te digo Amor
o si te digo
Violeta no sé ya
ni a quien llamo,
y buscándote sigo
y hasta el tramo
último de tu risa
te persigo.
¿Punto final aquí?
¿Dónde? No. Sigo.
Por detrás de las
frases te reclamo
y a cuerpo limpio
grito y te proclamo
voz de con nadie y
corazón conmigo.
Ausencia es ya tu
nombre. No me queda
más que esta
frágil, pálida vereda
para llevar mi
verso y mi tristura.
A verso limpio
lucho, a pena quieta,
y si te llamo
Ausencia o Violeta
se me llena la
boca de ternura.
ESE SOY YO ( De
Paso de hombre, 1963)
a Pascual y Conchita.
Eso soy yo,
tristeza en carne
viva,
árbol sustentador
de sueños como pájaros
sin nadie que me
diga
dónde encontrar un
muñón frágil del tronco
para morir mis
sueños bocarriba;
tristeza que me
habita y me alimenta
como el sentido
pan de cada día,
como el sudado
llanto,
como la pena
antigua...
...Pero dejad que
llegue la tristeza
en bandada de
hojas ya podridas,
en bandada de
gorriones muertos
sobre cualquier
cornisa;
pero dejad que
llegue como un llanto,
sobre lluvia o
ceniza:
en ese musgo
crecerá mi verso
y se alzará mi
día.
(Geografía) (De
Los límites,1968)
Abro la puerta de
la casa, y entro
en una inusitada
geografía,
en un atlas de
amor, en una esfera
de armilares
trazados de sosiego,
de inolvidables
órbitas de gozo.
Abro la puerta...
y como en desbandada
la casa se me
puebla de paisajes
remotos o de
calles cotidianas,
se colma con los
ríos que no he visto,
con mares no surcados,
con montañas
que nunca
escalaré, con los desiertos
que consumieron mi
camino antiguo,
con los parques
que encuentro cada día,
con selvas
insondables e ignoradas.
Abro la puerta de
la casa, y entro,
y encuentro al
universo desplomado
viviendo en sus
baldosas y maderas,
creciendo de su
aliento y su ternura.
El mundo está en
la casa. Y sus fronteras
encierran todo el
mundo y lo aprisionan,
limitan, sí,
separan ese abismo
que va desde su
todo hasta la nada;
redondean su
cálida corteza
y la llenan de luces
siderales,
de orbitales
caminos, de espaciados
meridianos de
penas, paralelos
humanos, de ya
célicos solsticios.
Su ecuador la
circunda, abraza, envuelve
de paz, de la
escalera a la cocina,
y la espina dorsal
de su pasillo
es amplio valle
para el pan y el beso.
Y yo, nomadeando
por sus ríos,
haciendo los
periplos ignorados
de descubrir
caricias por el aire,
de explorar mi
despacho o mis recuerdos,
contemplo cómo el
mundo se me hace
pequeño,
elemental, como mi casa.
VILLANCICO DEL
ÁNGEL DE CÁDIZ EN LA
NOCHE DEL
NACIMIENTO (/De Campana sobre campana,1971)
Tan antiguo como
el mundo,
Señor, y vengo a
tu Amor.
Vengo
y te traigo lo que
tengo:
un alegre mirador.
Es un mirador
pequeño,
para mirar desde
el sueño,
Señor,
para tener en el
sueño
un pequeño mirador.
Caracolas sí que
tengo
donde el ruido del
mar
no es el ruido del
mar,
sino el canto de
mi amor.
Pero no te traigo
mar,
pero no te traigo
amor;
el amor vino
delante
y el mar atrás se
quedó.
Un pequeño
mirador,
Señor,
para ver desde tu
cuna
gozos de mi
corazón.
(A mi tiempo
muerto) (De Tiempo muerto,1974)
Sobre el recuerdo,
sobre lo perdido,
años de miedo, de
esperanza o gloria,
quiero evocar
renglones de mi historia
donde tu voz dejó
semilla y nido.
Quiero poner por sobre
lo vivido,
-sobre lo roto- la
pesada noria
de mis días
girando en la memoria,
a contra vuelta,
para asir lo sido.
Arcos, Jerez, El
Bosque... tu presencia
-sierra apacible
de Benamahoma-
dejando claridades
que no pierdo.
Estás, tiempo,
conmigo; no tu ausencia.
Que si todo camino
lleva a Roma
toda nostalgia
lleva a tu recuerdo.
Sobre el recuerdo,
sobre lo perdido,
años de miedo, de
esperanza o gloria,
quiero evocar
renglones de mi historia
donde tu voz dejó
semilla y nido.
Quiero poner por
sobre lo vivido,
-sobre lo roto- la
pesada noria
de mis días
girando en la memoria,
a contra vuelta,
para asir lo sido.
Arcos, Jerez, El
Bosque... tu presencia
-sierra apacible
de Benamahoma-
dejando claridades
que no pierdo.
Estás, tiempo,
conmigo; no tu ausencia.
Que si todo camino
lleva a Roma
toda nostalgia
lleva a tu recuerdo.
1( De la muerte va
lamiendo mis cimientos, 1985)
Yo hablaba de mi
muerte y no sabía
que era la tuya la
que andaba suelta.
Y ahora, sin
remedio,
tengo que estar
midiendo mis segundos
con el reloj
oscuro de tu falta.
(Del libro de las
traiciones y otros espejos. 1997)
Para Consuelo y
Roberto Padrón
Le cuenta cada
cual a sus palomas
cómo le fueron sus
amaneceres
por ver si con los
vuelos se difunden
entre luces y
agobios.
Pocas rutas
le quedan que no
intente, y entre miedos,
tan sólo escombros
surgen que señalen
los caminos
quebrados donde tuvo
que despojarse de
sus vestiduras.
En ocasiones
cambia su palomar
en nido
de buitres que
descarnan
su pellejo hasta
dejarlo
mostrando en el
desierto
ese esqueleto
palpitante
de su mísera y
única verdad.
Pero no importa
el color de las
plumas:
sólo cabe
quebrantar unos
vuelos que iniciaron
el regreso al
principio de una historia
que no tuvo
comienzos.
(A las sombras de Itálica, 1998)
A Manuel Bendala
Galán, amigo, para que cuando sea un arqueólogo famoso recuerde que tras –y
sobre–las piedras,
está el hombre.
Quiero olvidar la
Itálica famosa,
la de las Venus de
irisado mármol,
la de silente,
mudos, siempre enhiestos
cipreses que, en
sus sombras, dieron nido
a las romanas
águilas, a eternas
legiones que
llevaron los caminos
de la ciudad al
mundo, al descampado
de tiempos,
fortalezas, huesos, gérmenes
de dioses, duras
manos, altas grímpolas,
para alzar la
torpeza de unos vientos
sobre las tapias
de lo siempre ido.
Quiero olvidar la
estirpe de Trajanos,
los Aelios que
dieron sobre el musgo
del tiempo su
ejemplar ruta y prestancia.
Porque quiero
cantar la subhistoria,
lo gélido y
vencido, no el palacio
sino la cabaña, no
la columna,
sí el adobe secado
al sol de Iberia;
no cantar al
mosaico, no a las glorias,
sino la tosca,
anónima cerámica,
no al empuje de
los césares sino
al legionario, al
rudo labrador,
la esclava no
nombrada, el epitafio
del niño aquel a quien
los dioses dieron
la tierra leve
para descansar.
Porque ellos
también fueron historia.
Quiero cantar no
al fruto, no las ramas,
sí la raíz
hundiéndose en la tierra,
sí el alfar, sí la
ibérica semilla,
las chozas, las
veredas y los surcos
que Scipio se
encontró cuando llegaba
con sus legiones
victoriosas frente
al fiel solar que
lo sustentaría.
Quiero cantar el
paso en el camino,
la muerte sola en
el anfiteatro,
el gladiador
vencido, la doncella
que suspiraba en
el jardín o el huerto,
y el mirlo aquel que
alguna vez cantara
al sol poniente,
sobre rama incierta,
cualquier
atardecer, cuando era España
ni un proyecto
siquiera en el futuro.
Quiero cantar su
olvido y su misterio
porque ellos
también fueron Itálica.
Poetas de mi Tierra.Gracias a Paco Basallote por la difusión de la BIBLIOTECA DE BASHIR
ResponderEliminarMuchas gracias, Unknown, por su comentario. Es un pequeño homenaje a aquellos poetas que se fueron, -algunos amigos como Antonio Luis Baena- dejándonos su magnífica obra bien hecha. En su memoria estas páginas.
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