UNA POÉTICA DE LA DESOLACIÓN
El tema ha sido un recurso común en la historia de la
poesía. Desde aquellos extraños libros del medievo, los llamados Danzas de la muerte, en
los que había
una desesperada llamada a ese tiempo de ceniza que precede a todo fin, al Dies iraedel franciscano Tomás de Celano a la poesía de Paul
Celan y su invocación de la ceniza, pasando por poetas como Alejandra Pizarnik : “En mis huesos la noche tatuada/ la
noche y la nada…” o Antonio Gamoneda: “ ..la desaparición envuelve la ceniza de mi rostro…”,
la inminencia de la destrucción ha levantado en el poeta el grito unánime de
salvación.
La editorial granadina
Valparaíso, ha reeditado recientemente el primer libro de poemas de Andrea Cote Botero. (Colombia, 1981),.
“Puerto calcinado” (Universidad Externado de
Colombia, 2003), que bajo el nombre de Porto in cinere, fue publicado en
Italia en 2010, obteniendo el Premio Citta de Castrovillari.
Puerto calcinado es un poemario enigmático y a la
vez de una precisa claridad en la que la perennidad de la palabra se eleva
sobre las contingencias del devenir en una sublimación poética de la
desolación. En ella la memoria vuelve a tiempos perdidos: “…dábamos
la espalda a la casa de piedra de mi padre/ para ondear faldas floreadas/ y de
luz/ en nuestro puerto calcinado/…” de los que queda a salvo del olvido tan
solo lo elemental, el esquema seco de lo inerte: “ Ya no requieras , María,/
el alma de las cosas desprovistas,/ que no son más que huesos de esta casa
muerta./…” , y lo elemental: “Madre,/ recógeme el sonido de
la lluvia en el tejado del abuelo…”. Memoria que se hace
exigencia vital: “…esta tierra que es la sed que vivo/ y el lecho en que la
vida está enterrada./…” y al mismo tiempo “ …esta tierra es una
herida que sangra/ en ti y en mí/ y en todas las cosas/ hechas de ceniza…”. Lugar,
sin embargo, para la consagración del amor: “…Yo sé del animal que te
devora/ pero el amor es un hueso/ que rompe todos los lados del cuerpo./…”
, aunque “…Es inconveniente tu cuerpo/ que sucede en lúcida desnudez/
y multiplica al deseo/ como una bandada de palomas espantadas.”. Y
“En esa travesía, / en que la otra orilla nos desampara,/
descendemos a la noche con ansia de amante.”, mas permanece en la
tierra seca la presencia temblorosa del pavor al vacío: “Temo que el
infierno sea tan largo como el silencio de Dios…”
En Cineraria,(Ed.Amarcord, 2008), Juan
Soros ( Santiago de Chile, 1975), nos sitúa en el día en que los siglos se reduzcan a cenizas, con
un lacerante y extremo gemido de desesperación que hacen de este poemario un
importante hito en el panorama poético actual en el que instala su desolación
con una evidente fuerza que sólo surge del centro mismo del fuego de la
verdadera poesía. En este poemario, tensa hasta el límite el lenguaje de la
culpa , la palabra es el residuo de todo lo que ardió, la ceniza aún incandescente
de una lengua de fuego destructora: “Asediado
por la muerte/ el silencio está en llamas..”, “Cegado por la noche, sólo/ me
resta tu sombra/ en cenizas…”, “ Me golpeaste con tu cayado, /pero de mi roca/
solo pudo brotar ceniza…”, “…este es mi holocausto de cenizas.”, un
destino en la destrucción : “Tierra
del abismo de tus tinieblas/ es la ceniza a la que regreso.” En
tanta desolación, “…llagado
y pestilente,/ vago por la ciudad desierta...”hay sin embargo un
remoto lugar para la esperanza: “Encadenado
aquí abajo/…/ solo añoro tu voz repitiendo: / Algún día / saldremos de aquí.”
Para José Emilio Pacheco (México, 1939),
la Naturaleza en todos sus aspectos y especialmente en aquellos en que
se nos muestra frágil y caduca, está presente en su poesía, así en el poema Ciudad maya comida por la selva de su
libro “Islas a la deriva” dirá “De
tanta vida que hubo aquí, de tanta/ grandeza derrumbada, sólo perduran/ las
pasajeras flores que no cambian.”, flores simbolizadas por la camelia en el
poema de Los trabajos del mar,
Perduración de la camelia: “ Bajo el añil del alba flota en su luz/ la camelia
recién abierta/…/ a los tres días de su nacimiento/ se desmorona en pétalos
sombríos,/polvo que se hace tierra y de nuevo vida.” Ese amor por la
naturaleza enlaza coherentemente por su
preocupación por la destrucción del mundo, un ecologismo no superficial ni
coyuntural sino inmanente con su propia concepción poética y que en el poema El pulpo del citado libro anteriormente
se expresa así: “ Oscuro dios de las profundidades,/ helecho,
hongo, jacinto,/…/ Qué belleza nocturna su esplendor si navega/ en lo más
penumbrosamente salobre del agua/ madre, para él cristalina y dulce./Pero en la
playa que infestó la basura plástica/esa joya carnal del viscoso vértigo/
parece un monstruo. Y están matando/ a garrotazos/ al indefenso…”
José
Cabrera Martos (Jaén, 1977 en Goethica, nos muestra no sólo su solidaridad sino su vivencia
poética con la tragedia histórica del pueblo palestino. No hay poeta auténtico que no esté comprometido con su
tiempo, ya dijo Mario Benedetti que “El
verdadero artista es siempre comprometido...” En ese sentido en este poemario nos muestra una visión poética
ampliamente humanista, en la que el problema palestino es un aspecto más de la
inacabable sucesión de crímenes contra la Humanidad,
así dirá : “ [ Perdón, he
recordado Polonia como pudiera decir Sarajevo, Nueva York, Munich, Bagdad o el
Abismo bajo los dioses que aprietan ¿Pero no ahogan?] , y en base a esos recuerdos, a esa intensa
emoción dolorosa , escribe como
respuesta personal idéntica a la pregunta de José Ángel Valente: “Y después
de Auschwitz/ y después de Hiroshima, cómo no escribir.” En la escena “Casida entre dos
mares y un lago” : “… Hoy es de plomo
mi azul y mi esperanza carencia…”. En su segunda escena Jerusalén, irónicamente precedida por la
cita bíblica del Éxodo: “Si escuchareis
mi voz y observareis mi pacto, seréis
para mi entre los pueblos la porción escogida ya que mía es toda la tierra.”, hace
referencias a dos fechas fatídicas para
el pueblo palestino, 1967 y 2006: “1967: Ved esta herida afilada de pánico
verde y abierta… Treinta/ noviembres de oasis amurallados hacia el
horizonte…/…/…y en 2006 en cinema vuelve la estrella de John Wayne, el cowboy mesiánico…”
cerrando el poema con: “Todo queda en silencio: Entra en escena
Pilatos”, en clara alusión a la indiferencia del mundo occidental a la
masacre. Lam escena tercera, Gaza, es
quizás dentro de esta poesía acerada y lacerante, un islote de lirismo, cargado
de cierta nostalgia: “ …por este cielo, que un día fue azul o
eternidad para ser hoy ortiga…” y es
un fuerte grito de dolor: “Cerca del mar,
a mitad de un te quiero/ se nos escapa la vida, la erótica/ entrecelada, y
ahora sólo desnuda,/ tu piel,/ cae declinada no en “amor amoris” sino por copos
de fósforo blanco…” Su cuarta escena Check
point en Ramallah, Gaza ¿O Berlín? es una continuación de la ignominia en
la que toma como metáfora una imagen de niña de puntillas con un haz de globos sobre el muro de
Cisjordania: “Pero se encuentra quieta,
grisácea, únicamente lacada en el muro macizo…”. En la escena final, Ética estoica, como despedida dice: “…Hemos llegado al final de este libro, la herida/continuará sangrando,
abierta, aunque no veremos/ el último dolor que ella me causa…”
A veces la
desolación es un producto de la convivencia, o mejor dicho, de la falta de
convivencia en algunas ciudades de la actualidad. En una entrevista sobre su
obra La ciudad (Pretextos, 2011) el
poeta salvadoreño Jorge Galán ( San
Salvador, El Salvador, 1973). responde entre otras cosas lo siguiente: “Tenía una necesidad de decirme cosas sobre
ese entorno cotidiano, sobre lo que veía en la calle, sobre el miedo que ha
enfermado a esta ciudad, sobre la violencia de todos los días. Este libro es
una reflexión sobre eso ” y “La que vivimos en El Salvador, la que
respiraba todos los días cuando iba al trabajo o veía las noticias o la que
escuchaba en la oficina, la violencia de ir por la calle o subirse a un autobús,
algo tan simple pero que en nuestro país produce una tensión constante, como si
se estuviera a punto siempre de encontrarse una escena de muerte.” La niebla es
la agobiante presencia de la cotidiana pesadumbre de la ciudad asediada, en la
que las pérdidas elevan la categoría de
la tragedia, “La ciudad se ha
reducido a un murmullo lejano…” y en
ese paisaje:” la veo marcharse calle
arriba como quien ve su propia alma/ abandonar su cuerpo y ascender y
perderse./…”. En Lo real,
se manifiesta con mayor intensidad el desasosiego de una ciudad
sombría: “ …la ciudad que se hundía en el
fango/ como una viuda ensombrecida,…”. La vida en un barrio joven protegido
por barreras “Como una ciudad solemne de hace quinientos o
mil años/ este pequeño barrio joven está rodeado de murallas…”
En esta situación
de desmembramiento de un mundo, de una cultura, de una convivencia, de la vida sobre
el planeta, alguien como el poeta levanta su voz profética, como último testigo
ante la hecatombre .
©F.Basallote
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