RESEÑAS DE OBRAS DE POETAS ESPAÑOLES
LOS ARCHIVOS GRIEGOS de BLANCA ANDREU
Sobre LOS ARCHIVOS GRIEGOS de
BLANCA ANDREU
Fundación José Manuel Lara.
Sevilla, 2010
La aparición
en el panorama poético español de su
poemario De una niña de provincias que se
vino a vivir en un Chagall , Premio Adonais 1980, supuso para Blanca Andreu
(La Coruña,
1959) un temprano reconocimiento, un
desvelamiento de una joven surrealista que iba contra corriente -aunque diría de él más tarde que “ me hizo mucho daño porque era una obra muy
atormentada...” -, y, al mismo tiempo , un interesante revulsivo en las
tranquilas aguas de la poesía, con defensores como J. M .Ullán que lo define
como “El don de otra ebriedad” o
críticos adversos como Luís García Montero o Felipe Benítez que la llegó a
llamar “novicia de la poesía”[1] .
Han pasado
treinta años desde entonces y la que fue objetivo crítico de los poetas de la
experiencia : “ …Cuando llegaron los
poetas de la experiencia intentaron acabar conmigo, porque había salido dos
cabezas antes que ellos…”, ha experimentado el lógico devenir del tiempo y una transformación ya presente en su
anterior libro La tierra transparente,
en la que hay una aproximación a la vida y a la luz, el tacto inmediato del mar
que en 'Los archivos griegos',se
sublima en la riqueza de imágenes y la
integración de referencias poéticas y culturales, que se maclan creando un universo pleno de símbolos erigido
en una actitud naturalista, que no excede en culturalismo, y que tiene mucho
de contemplación y éxtasis en busca de su auténtico yo, lejos de antiguas parafernalias y revestida de
sencillez mediterránea, además de la
presencia de temas tradicionales en la
autora como la vuelta a la infancia y ,sobre todo, el mar.
Comprende Los archivos griegos seis partes de las
que la primera y más contundentemente definitoria da nombre al libro. Las
siguientes son: Opus nigrum, Dos poemas del monasterio de la luz, Pazo de
las golondrinas, Marinas y Del otro reino. La primera, en cuyo frontis se
inscribe el versículo de Elytis “ La Grecia que con firmeza pisa
el mar” se inicia con Oda a los perros de Atenas, dedicada a Vicente Ferrer en la que
descubre “ …los perros de mármol que se
han bajado de los frisos/ y se reúnen por la noche en cónclave/ y muestran su
estirpe socrática filosofando en las esquinas…” en alusión a la vieja leyenda griega según la
cual los antiguos dioses ,cuando fueron derrotados, prefirieron seguir viviendo
como perros en Atenas antes que dioses bárbaros. Pero son el mar y la luz los
protagonistas esenciales de esta parte: “…y
era el mar griego un gran libro de plata escrito en húmedos hexámetros/…/ Era
el mar como otro libro/ de mi memoria…”,
y el paisaje donde la
verticalidad del ciprés le hace evocar
una querida pérdida: “ …ciprés, hermano/
de los lirios/ me recuerdas a un hombre/ que amé y murió / y que era como tú
alto y oscuro…” y la luna de
plenilunio le hace aproximarse al sintetismo del haiku : “ …en plena noche/ como un golpe de luna/ suena tu canto…” o surge
el poema automático : “ …como un cordero
blanco en la vida del mar/ eres/ como un caballo blanco/ mi querida/ tu
luna una paloma…” .Presentes siempre
los árboles míticos del Mediterráneo: “…Igual
que una paloma ha volado a una higuera…”,
“…bajo la amante sombra del gran pino/ el que derrama gotas de miel…”, constituyendo
la gran memoria de esta tierra: “Yo
guardo mi Grecia soñada fundida con la que aprendí/ contemplando sus olivares…”
y que está “...Más allá del crepúsculo. ¿Lo ves?/ Sus grandes pétalos se
abren sobre el mar/ como una enorme y
sorprendida rosa.”.
Muy
distinto es Opus nigrum, como una
especie de intervalo de oscuridades en las que el tiempo y la reciente
historia, así como lo que la autora definiría como poemas airados , crean una atmósfera distinta, a modo de voluntaria
presencia como para tener constancia de lo tenebroso en medio de tanta
luz. Dirá al tiempo : “…pulso del universo/ te detestan / sólo
porque sucedes…” y expresará su sentimiento sobre Irak
diciendo : “ ¿Por qué quieres / matar mi
casa/ romper mi niño/ quemar mi perro?” y sobre todo en esos poemas airados dirá a un crítico : “ Con mi boa de hielo te
escribiré para que no me destroces/ con tus oscuras patrañas negras como el
terciopelo/ de un prestamista…” y encuentra en Aquiles un heterónimo de alguien
a quien le dice: “…juntas el correaje con la alondra/ inicuo Aquiles/ alabas la derrota
como triunfo/ y dime/ tus victorias dónde están…”
Dos poemas del monasterio de la luz, están cargados de sentimientos místico y elegíaco, el
primero Del Ave Fénix a Shakespeare:
“...Tiene su nido en mi pecho. / Cada vez
que el fuego me extingue/ la Dorada Visión
reaparece.”.El segundo , Negro
espiritual, dedicado al Negro Billy,
arcángel de Medellín: “ La voz del negro Billy entró despacio/ y el maná de las
almas descendió como semilla de cilantro blanco/…/ “Escucha, oh Señor,/ Tú que
te apiadas del débil y del pobre…”.Mientras que Pazo de las golondrinas son poemas de la memoria , “
Miro por la ventana de mi infancia…” dirá
y aparecen “ Dos pavos reales abren en el boj/ sus corolas azules igual que lunas griegas…” y el gran cedro le hace recordar a “…aquel
hombre que no perdió su infancia…”
En Marinas incide Blanca Andreu en toda la
plasticidad de su poesía, siendo sus diez poemas como acuarelas en las que el
blanco y azul, el verdeagua de
turmalina se abre con la riqueza
cromática y sensorial: “ …a qué rosal/ de
agua profunda/ a qué prado/ donde pacen sirenas…”, “Gacela blanca/ vuelas/ sobre el arco de la ola/ como un
inacabable lirio blanco…” será la espuma y la marea negra “ …eso
mismo /que cantas/ eso mismo/ dice mi corazón.”.Y vuelve a ese poema corto,
tan adecuado al tema, casi haiku: “En la
noche / recitas/ mar/ escucho” o “Los
salados rebaños que coronan las olas/ brotan apenas como lana blanca.”. Del
otro reino, cierra el libro con tres poemas en los que la exuberante
superposición de imágenes enriquecida de matices introspectivos nos retrotrae a
“otro reino”, a otro tiempo en una
especie de vía anular, que sin indicarnos una vuelta exhibe cuánto de aquel tiempo aún perdura,
por lo que se interroga a sí misma: “…qué
fuego arde en silencio en tu dulzura/ qué luz/ en la pradera/ de tu pecho…”
Nosotros
que no podemos contestar a esa pregunta sí podemos afirmar que esta poeta no es
la misma niña de provincias que se vino a
vivir en un Chagall; que ha profundizado en sí misma en un nuevo descubrimiento interior oyendo
las voces antiguas de un mar poblado de espejismos en una travesía llena de
buenos augurios.
©F.Basallote
Publicado
en Pepel Literario 07/2010
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