VISIONES POÉTICAS DE LA CIUDAD
La ciudad, ese espacio que para Spengler
definiría la historia de la humanidad y que para Ortega y Gasset era “ un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al
cosmos.. ”., es para el poeta lugar
de la nostalgia, paisaje encendido con
las más tiernas luces , las que llevan dentro las candelas del tiempo de la
dicha, los instantes perdidos del paraíso. Todo poeta tiene un referente
espacial, el lugar de la emoción o de la
dicha, ese sitio que marca el encuadre de una escena irrepetible, inevitable
lugar donde la memoria se hace elegía, canto, pura nostalgia.
Desde los albores de la humanidad la literatura
está llena de viajeros que no dejan de buscarse a sí mismo en la manifestación
del mundo que hallan. Desde el Poema de Gilgamesh, hasta el Ulises de Joyce pasando por la Odisea o la Eneida, el Libro de las maravillas de Marco Polo, la Divina Comedia, o el Quijote, el universo poético no es sino un continuo sendero por
donde el poeta –es decir el hombre- ejerce la inacabable tarea de intentar
encontrarse.
Luis Artigue (León, 1974) es uno de los poetas
leoneses mas conocidos . Su obra “ Los
lugares intactos” (PreTextos 2009)recoge las emociones que las ciudades han
ido dejando en el camino de este joven poeta y que quedan en el poema como
destilación de una experiencia similar a la de la vida y el amor…sendero que
incide en los íntimos resortes del corazón. En ella manifiesta un cierto
sentido del descubrimiento en las grandezas aparentes de la humanidad, como
dirá en el Machu Pichu: “buena cuenta del
éxito, del poder, de la vida/ y del amor eterno/da/ asomarse a las ruinas de un
imperio.”o en los lugares escondidos como: “La oscuridad de una pequeña ermita/ es la de todos esos poemas que
expanden el entendimiento”, en Aveiro.
En Una ilusión de continuidad,
dirá desde la capital del mundo: “Me
siento como el árbol que se mira en un río desde que estoy en lo alto/ de Nueva
York.” .Y desde las alturas del Duomo de Florencia: “…El trémulo/ entramado de nubes.
/ La villa inmortal enardecida con cierta luz de ficción/ que han tomado
prestada a crédito los cuadros del Cinquecento.” Llegando
a “Jerusalén, la ciudad cuarteada por las apropiaciones de Dios.” y
terminando en Roma: “la ciudad cuya
belleza aún es un edicto de alegría “
Hablando de Roma hemos de citar a Paco Vélez, y su Roma
antigua ese espacio donde el tiempo y la historia se
entrecruzaron a orillas del río de la
Bética creando esa
metáfora de Roma o espejo que fue en “Itálica y otros poemas” (Nuño Editorial,
2010).Penetrar en los secretos de
Itálica, saber leer sus signos en el vuelo de las aves, en la melodía
del canto del mirlo, en la música callada de los cipreses, en los colores del
cielo, en ese olor del tomillo y de la retama entre mosaicos y muros vencidos ,
“Estos…, /campos de soledad, mustio
collado/…” , donde con su paciente y buen hacer fue alma y poseedor de
todos sus arcanos durante un tiempo que
en estos poemas perpetúa. Como un legionario que viniera de una lejana
campaña dirá: “…Venimos desde Roma
atraídos por este/ paisaje de luz y brisa azul y verde/ las viñas, los olivos,
un río que endulza/…” y sorprendido por tanta belleza dirá:
“¡Queremos ser cautivos de este cielo!”. Y entre sus olivos recordará “…símbolos de mitos y lejanías de una
niñez…”, a la par que evocará cómo
“…del fruto de sus ramas/ luego oro fundido de la Bética/ en ánforas de barro
hasta Roma./…”. Y Roma se transforma en su imagen, Itálica sentida y vivida
, desde “…el ruiseñor cantando/ a Venus
su amor diario” al recuerdo de un
tiempo: “En estas calles fue posible
escuchar/ amor y odio, las risas y las lágrimas/…/también la ira desatada de
los dioses…”,“…paseo recordando,/
aquel pasado en vuelto en mármol
grana…”, pasando, sensorial, en primavera por “Las amapolas,/ margaritas y lirios blancos/ coronan el Anfiteatro…”, admirando
el duelo de las diosas: “Desde su bosque Diana/Eterna a Venus
contempla…” o el mosaico de los pájaros que le hace decir: “Si en esta tarde sonara la voz de
Virgilio…tal vez estos pájaros levantarían el vuelo…” o la danza de la
náyade, a la que pedirá: “ Huye del frío
mármol de Carrara,/ baila, muestra danzarina/ tus placeres y pasiones/…”.
Las
noches de la ciudad eterna, en una visión especial en un hermoso y complejo
libro “Cuatro noches romanas”,
Guillermo Carnero (Valencia 1947) poeta
que domina no sólo el lenguaje de la mejor poesía sino que logra en esa dúctil
materia con las sutiles herramientas de la emoción y los más hondos
pensamientos, levantar un espléndido homenaje no sólo a Roma sino a la perenne
gloria de la Poesía.
Pero Cuatro noches romanas
no es un libro elegíaco al uso, es algo más, es una especie de
meditación final, una recapitulación de lo vivido, el amor, la belleza, el
arte, y el hallazgo del vacío tras el tiempo … en un diálogo en cuatro fases
con la Muerte. En Campo de
Fiori, dice la Dama
:” – Después de tantos
años escribiéndome/ hoy has venido a verme.” y responde el poeta “ –Siempre supe/ que hacia ti me
llevaba mi destino ,..”.En el Jardín de Villa Aldobrandini, donde “- Nadie, hace siglos, viene por la
noche/ a este lugar oscuro y solitario”, dice la Parca y le contesta el
poeta: “–Lo sé; pero me
atrae su rüina/…/ la fuente muda cuya taza cubre/ un amasijo de raíces muertas.
/ Hoy no quería verte/ entre las luces y el bullicio. En el
Cementerio Acátolico se desarrolla la tercera noche romana. la Dama dice: “-Mira a tu alrededor; no te
complazcas/ sólo en la destrucción y la rüina. /No hay lugar en el mundo donde
brille/ más alta/ la belleza de la muerte.”
En Desde este otoño,
el poeta tinerfeño Miguel Martinón, escribe la elegía simultánea del tiempo y del
espacio, de la vivencia intensamente
renacida: “.Ciudad tan próxima y tan lejana/
puedo verte a través de las palabras,/ que vuelven al nacer el día/ oírte desde
dentro y desde fuera/ inestable en el filo de la hora…”/, “ Te veo desde fuera
y desde dentro/ te veo entre la lava y la palmera…”, “..y te llamo y te oigo,/
Oh ciudad de los flamboyanes,/ por los mares sin bordes del insomnio,/ cuando
la luz callada llega hasta esta hoja,/ hasta los ojos que la leen/ y todavía
pueden verte.”
En otras ocasiones la ciudad evocada forma parte de lo que
Spengler llamó historia ciudadana, es decir historia de la humanidad, como
sucede con José Emilio Pacheco, que en su libro
Ciudad de la memoria,(ERA, México,
1989) canta a las culturas
desaparecidas, como en Presagio de Islas a la deriva: “ -Vuelven los dioses- dijo Moxtezuma-/ Las
profecías se cumplen. No habrá oro/ capaz de refrenarlos. Del azteca/ quedarán
sólo el llanto y la memoria.”
Sara Herrera Peralta
( Jerez de la Frontera,
1980) en “De ida y vuelta” (Editorial Difácil. Valladolid. 2009) hace un
recorrido interesante. En El Trayecto formado por veintiocho
poemas, cada uno titulado con el nombre de una estación de la línea seis del
metro de París que se inicia en la
Place de Nation y termina en L´Etoile. Sara Herrera
transforma el viaje subterráneo en un
hermoso monólogo en el que el metro parece abandonar su itinerario habitual
para adentrarse en un recorrido interior. No podemos desechar el simbolismo de
este trayecto, iniciado en un sitio histórico de la Revolución que aún
habla de muerte y que termina en el sitio en que el esplendor de la vida se
manifiesta en plenitud. No podemos
perder este simbolismo, ya la poeta dice al comienzo: “ Una vez creí que la vida estaba muerta, me adentré en el túnel..”.En
este trayecto desde la muerte cuenta
que “ La historia sucede en un asiento
viejo ocupado por un cadáver/ que lleva bastón y gafas retro…”, encontrando
en los pasajeros a “ la madre que amamanta con el dolor bajo la lengua…” y bajo Montparnasse recordará a “Chagall, Soutine, Miró, Kandinsky,
Picasso…”, vivos en su arte y en el andén observará como una pareja se
separa: “Ya son andén,.Ya son distancia.”
, para decir al final del trayecto que
“…queda la luz, siempre, donde vayamos.” Es como una inversión del destino,
de la muerte a la luz…La segunda parte, El Viaje, consiste en otros
veinte poemas, cada uno podríamos decir que “etiquetado” con los códigos de los
aeropuertos con que las compañías aéreas rotulan las tarjetas del equipaje, el
origen o el destino de sus vuelos. Inicia el viaje en Fiumicino [FCO] y tras
hacer escalas en aeropuertos de los cinco continentes, diciendo “ Las maravillas del mundo exploran mis
dedos…” o “Al llegar al límite de los besos, aún en el destierro,/ las sábanas
se agotan…”, al llegar a Tokio dice “
Hoy , que renace Madame Bovary./…/ Y sólo tengo un arma,/ que es la herramienta
de mis manos,/ el vértice de mi garganta:/ la palabra.· ” Llegando a decir
en París [CDG]: “ Hoy soy todos los paisajes que quise ser…” y
al terminar en Lisboa dirá: “Admito que
sólo busco/ la compactación de la esperanza..”
En el poemario Ocho islas y un invierno, de
Marta Navarro (Zaragoza), que desde un estadio de sensaciones luminosas nos
traslada a un archipiélago intenso de emociones, en un fecundo artificio de
creación en el que suenan cercanos los versos de Baudelaire y las restallantes
pinceladas de los impresionistas. Colores asimismo de los lugares, de las
ciudades luminosas, “El
bosque urbano que habitamos/ nos cede la memoria de la nieve.”,
color a veces triste como “Hoy
no escribo palabras, hoy las escupo, / las derramo una a una/ contra el cielo
plomizo de Yakarta.”, o llenas de frenesí como “Regreso a Taormina,/ a la intimidad
de sus curvadas calles/ …/con el sudor rubí en la cintura/ y el deseo trenzado/
sobre infiernos de seda.”
En La
Ciudad, (Pretextos,
2011), el poeta salvadoreño Jorge Galán( El Salvador, 1973).nos habla de la
ciudad agredida por la falta de convivencia, constituyendo un alegato contra la
desestructuración urbana de la vida moderna. La niebla es la agobiante presencia de la
cotidiana pesadumbre de la ciudad asediada, en la que las pérdidas elevan la
categoría de la tragedia, “La ciudad se ha reducido a un murmullo
lejano…” y en ese paisaje:” la veo marcharse calle arriba como quien
ve su propia alma/ abandonar su cuerpo y ascender y perderse./…” y el
tiempo vuelve a ser una medida de lo imposible: “…¿Cuántos años de espera me acompañan?...”, en el que sólo la
nostalgia pone una cierta luminosidad: “…Pequeño antiguo amor y si tus brazos/ y si
todo tu cuerpo cayese sobre mi/ como esa nieve que cubre los caminos…”. En Lo real,
se manifiesta con mayor intensidad el desasosiego de una ciudad
sombría: “ …la ciudad que se hundía en el
fango/ como una viuda ensombrecida,…”. La vida en un barrio joven protegido
por barreras “Como una ciudad solemne de hace quinientos o
mil años/ este pequeño barrio joven está rodeado de murallas…”, una
terrible cotidianidad en una ciudad que
“ha modificado nuestras almas
originales,/ las ha provisto de una esencia distinta/ y esa esencia es
semejante a la del animal/ en el instante de proteger la cueva del refugio/ a
punto de la primera nevada.”.
La voz de los poetas en todos sus registros nos
ofrece un abanico de visiones donde la nostalgia y el canto ejecutan la trama
más sutil de ese espacio donde la humanidad manifiesta su vocación de
colectividad, la urdimbre de la historia…
©F.Basallote
No hay comentarios:
Publicar un comentario