EL TIEMPO GRAN ESPECTADOR
El tiempo, ese
gran espectador, que diría Borges o , el
gran escultor, de Marguerite Yourcenar, se convierte en nuestra propia materia y
ese tiempo incesante es fuente de experiencias que permanecen para elaborar sobre los cimientos de
los recuerdos, convertidos en símbolos autobiográficos, fijados en el poema en
una íntima arquitectura de elegías. La
importancia de la memoria para el escritor y ese renacer de los primeros
símbolos emocionales es vital en la poesía en el sentido que dice Antonio
Colinas: “toda la literatura es
literatura de la memoria.” y el tiempo es testigo mudo de su desarrollo.
En El
tiempo entre los labios,(Renacimiento,2009) nos ofrece Víctor Jiménez
(Sevilla, 1957) una Antología de su obra publicada entre 1984 y 2008, que es
además un verdadero manifiesto de su poética en la que son esenciales, como
dice en el prologo su editor Fernando Guzmán: “La búsqueda de la intimidad y la revalorización de la memoria”.Y
es que la presencia en El tiempo entre
los labios del yo íntimo y su fijación asintótica en unos parámetros de
memoria no hace sino dar al sentimiento el lugar casi físico de su existencia
simbólica, de instrumento de recuperación que vuelve a palpitar en la
forma que Borges dijo : “ Todo poema con el tiempo es una elegía”.
Tiempo de volver es el retorno al tiempo primero, convirtiendo la elegía en cántico de de ternura: “De aquellos días tibios, serenos de la infancia,/ como vagos esbozos
sobre lienzo de niebla/ apenas han quedado, suaves, en mi memoria/ algunas
pinceladas …”, O aquel índice del paso del tiempo que es el
viejo reloj de la estación cuyas agujas “se
clavan en la una, se te clavan…”Del tiempo y la distancia es la última
parte en la que de alguna forma el poeta asimila espacio y tiempo, ajeno a
cualquier pose euclidiana, llegando a decir que “Hay a quienes separa la distancia/ y a quienes siempre los separa el
tiempo.” y que termina con la soleá:
“Nos va separando el tiempo./ Tú siempre
los mismos años/ y yo los que voy cumpliendo.”
Tomás Segovia,
(Valencia ,1927) ha sido una figura fundamental de la poesía de México
adonde llegó exiliado con nueve años y donde vivió hasta 1985.. Su poesía
escrita a mano limpia es la que reúne
en el presente Aluvial (Poemas 2007-2008),
En Volverse a mirar hay
como un retorno a un pasado, con cuyo recuerdo llegan con toda su fuerza
vivencias, tiempos y espacios gozosos y doloridos, así dirá ”La evocación es siempre turbadora…”, y
al recordar la infancia: “ Hubo un tiempo
en el que el tiempo nos trataba/ Como a las bienaventuradas criaturas/ Que él
mismo había criado…” para .que de
nuevo aquello que pasó se detenga en ese espacio ficticio de la memoria…de
acuerdo con aquello que dijo un día : “ La metáfora del
río del tiempo está profundamente arraigada en nuestra imaginación: sentimos
que el tiempo no aparece y desaparece, sino que transcurre como un río, es
decir que recorre un espacio. En "realidad" la metáfora inversa sería
más exacta: es el espacio el que transcurre por el tiempo: el espacio era
"el mismo" ayer, pero el tiempo ya no es el mismo que ayer.”
Acercarse a la ingente obra
poética de José Emilio Pacheco (México, 1939) es entrar en un universo
multidireccional en el que el lenguaje poético adquiere todas las formas y en
el que hay una presencia constante del hombre y de los grandes temas de la
poesía: El tiempo, la vida y la belleza, la naturaleza, la memoria personal e
histórica, Contraelegia ,(Univ. De
Salamanca, 2009) es el título de un poema definitorio de su poética, perteneciente
a su libro Irás y no volverás: “Mi
único tema es lo que ya no está./ Sólo parezco hablar de lo perdido./ Mi
punzantes estribillo es nunca más. / Y sin embargo amo este cambio perpetuo,
este variar segundo tras segundo,/ porque sin él lo que llamamos vida/ sería de
piedra.” En dicho poema leemos la
presencia del tiempo en un concepto heracliteano, así en El reposo del fuego y en su
poema Don de Heráclito dice: “Fuego es el mundo que se extingue y
cambia/ para durar(siempre) eternamente…”. Impregnado de este concepto existe en su poesía una celebración del
instante, no sólo como culmen sino como
fugacidad. En su traducción de Netzahualcóyotl : “No tenemos raíces en la tierra/ No estaremos en ella para siempre/
sólo un instante breve/…”, queda patente este concepto de su efímera
esencia; pero en su poesía hay una trascendencia mayor de esa fugacidad que
puede llegar a perdurar en la intensidad de lo vivido, así en su poema Venus
Anadiomena, por Ingres dirá: “ En el
cuadro rehecho sin sosiego/ tu carne perdurable es joven siempre./ El mar se
hiende atónito y observa/ otra vez el milagro”.
El tiempo, su
ineludible tiranía, es motivo para la queja existencial no exenta de la fina
ironía que da la tierra y sus arcanos: en “Antología
personal” (Ediciones Moreno Mejías. Sevilla, 2010) de Manuel Senra: “Sólo el que tiene el tiempo entre las
manos, manda.”, dirá , ante lo que “
el escritor, en su impotencia, es nada:/ la diluida luz que se oscurece./ Pero/
el reloj sigue andando…”, ante lo que dirá: “Hay que vivir, para pasar más tarde./ Hay que reír, para pasar sin
prisa…”, única forma de dilatar el paso del tiempo, una personal forma de
vivir el presente, que en la belleza que Abril descubre es gozo : “ Ay corazón, qué
lejos late el tiempo/ cuando tu voz acerca claridades!”. Mas hay una callada certidumbre en la
finitud pese a los esplendores de la
luz: “…se entierra el tiempo que ya ha
sido:/ una puesta de sol definitiva/…/ Es esa luz , esplendorosa y blanca,/ la
que te ensalza y luego te sepulta/ un día ya sin pájaros ni nubes..” Y esa
certeza, es también la de la presencia del dolor, que pronto se manifiesta
rompiendo felicidades: “Adolescente
todavía. Yo era/ un muchacho cualquiera que vivía feliz entre mis cosas/…/
Nunca sentí dolor, pero aquel día/ noté romperse un grito en mi garganta/…/
Después lo he sentido muchas veces…”.
En “Baladas de la
memoria”, el poeta chileno Pedro Lastra, habla elegíacamente del tiempo y de la memoria: “Hace justo diez años/ Javier Lentini y yo éramos inmortales…”, y tiempo y nostalgia hablan del maestro
Ricardo Latcham : “ Todo es cuestión de
tiempo, como se dice,/ para encontrarlo a Vd., también como se dice,/ a la
vuelta de la esquina. Entonces /el discípulo y el maestro seguirán dialogando…”
o de los amigos: “… Enrique Lihn,
amigo de mis mejores días/ (esos que no llegaron)/ qué puedo hacer por fin/
para encontrar el reino que solo el sueño crea…”, “ Yo digo Roque, Roque,/ y
empieza esta función como en un cine continuado/…”.Elegía que a veces deja
transitar el dolor: “Deja pasar los años,
Víctor Jara, / en el tiempo que viene/ nadie recordará/ al oscuro hombrecillo
que ordenó que murieras…”. El tiempo, ese factor elemental de la memoria,
con el que la elegía y el recuerdo traban la inconmovible presencia de lo pasado
es asimismo factor primordial en esta poesía: “ El futuro no es lo que vendrá/ (de eso sabemos más de lo que él mismo
cree)/ el futuro es la ausencia…”, “ Y vinieron los días/ ajenos a sí mismos, /
y de nuevo el destello…”. Tan presente la fugacidad y el juego verbal de su
contrario: “Y éramos inmortales. Nuestras
flechas/ daban justo en el blanco…”
El paso del
tiempo, su sedimentos en la memoria, llega a formar parte de esta poesía de la
memoria, de la poesía más asentada y al mismo tiempo la que tiene el poder de
revivir aquellos instantes que moldearon las poéticas, la que nos permite
vibrar con el resurgimiento de los instantes
más decisivos en la vida del poeta, gracias a ese poder alquímico de la
memoria, que con el tiempo elabora su más bella estructura
©F.Basallote
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