LAS HORAS
SUMERGIDAS DE JORGE DE ARCO
I PREMIO
NACIONAL DE POESÍA JOSÉ ZORRILLA
ALGAIDA.Sevilla,
2013
Jorge de Arco, (Madrid, 1969). Licenciado en Filología Alemana,
ejerce como Profesor universitario de Literatura Infantil y Juvenil y Escritura
Creativa en la capital de España.
En Junio de 1993, publicó su primer libro, "Las imágenes invertidas". Posteriormente, aparecería “Lenguaje de la culpa”, Premio Ciudad de Alcalá y en 2000 "De fiebres y desiertos", Premio Comunidad de Madrid de Arte Joven, editado por Visor. En 2007 vio la luz "La constancia del agua", en 2009, "La casa que habitaste", Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, (Rialp. Colección. Adonáis), y en 2010, su primer libro, de poesía infantil y juvenil," Con el balón en juego" (Hiperión. Col. Ajonjolí.).
En Junio de 1993, publicó su primer libro, "Las imágenes invertidas". Posteriormente, aparecería “Lenguaje de la culpa”, Premio Ciudad de Alcalá y en 2000 "De fiebres y desiertos", Premio Comunidad de Madrid de Arte Joven, editado por Visor. En 2007 vio la luz "La constancia del agua", en 2009, "La casa que habitaste", Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, (Rialp. Colección. Adonáis), y en 2010, su primer libro, de poesía infantil y juvenil," Con el balón en juego" (Hiperión. Col. Ajonjolí.).
Ha traducido poesía alemana, inglesa e italiana. Ejerce la
crítica literaria en muy diversos medios. Es director de la revista poética "Piedra del Molino". Es Hijo
Adoptivo de Fontiveros, tierra natal de San Juan de la Cruz. Y Académico de la
de San Dionisio, de Jerez.
Así define su
poética “… la poesía me ha acompañado con rigurosa fidelidad. Más fiable, si
cabe, que un amigo o una amante, ha ido perfilando mi condición humana con la
plena confianza de que su poder sugeridor, su reveladora esencia, puede
convertir en virtud cualquier amarga experiencia, cualquier ingrata realidad.”
Su obra “Las horas
sumergidas” obtuvo el Premio
Nacional de Poesía José Zorrilla 2013, por “su
sentido órfico, melancólico, musical y una intensidad poética que conmueve”,
en palabras de Antonio Colinas, integrante del jurado. El que fue Presidente de
dicho Jurado, el académico Luís María Ansón,
dice en el prólogo: “Las palabras se le pierden a Jorge de Arco en la región
más árida del sueño. Quiere posar los labios sobre los azules túneles
del olvido, pero no puede.”, y en un artículo publicado en el Cultural dice: “Jorge
de Arco ha sido para mí un descubrimiento. Estuve en el jurado que le concedió
el premio José Zorrilla. Su libro “Las
horas sumergidas” se impuso sin dificultad sobre las muchas decenas de competidores. En
Jorge de Arco hay un poeta auténtico, que tiembla de aliento lírico y se
robustece en la originalidad de la adjetivación y la metáfora.”
Si en su anterior obra , "La casa que habitaste", emoción y
ritmo, constituían el soporte poético del poemario y su
contenido se centraba en la Poesía de la
Memoria , estas características se repiten en esta obra, aunque el peso de la
emoción amorosa le confiere una intensidad existencial que sabiamente imprime
a un verso fluido, de léxico riquísimo, de acertadas metáforas, con voces recuperadas que a algunos nos sugieren tiempos y espacios olvidados, y
el segundo estructurado físicamente en la indeformable malla del endecasílabo y
los musicales pentasílabos y heptasílabos, consiguiendo un melodioso efecto
musical. Aunque la insistente presencia
de una intenso emoción con influencias lejanas de Heine y de Bécquer,
no puede ocultar en su honda verdad claros vestigios de nostalgia, de una
nostalgia espacio-temporal y de una nostalgia íntima, en la que se lee tiempo
con las manecillas de un reloj de eternidades, y en la que se lee amor con la
pureza de la entrega y se lee ausencia
en las dolorosas saetas de soledad y silencio, así como se lee Sur como quien
mira a la luz de su propia sangre.
Consta
“Las horas sumergidas” de cuatro
partes, numeradas, así como una entrada y una coda .En la entrada, a modo
definitorio, dirá sorprendido : “Quien
soñó el otro lado de la noche,/ o lo vivió con todas sus estrellas/
apagadas,…/…/ no puede ser el mismo que con pinceles otros/ pintó en el lienzo
virgen las esquinas de otra noche vivida detrás de los espejos/…” . En la
primera parte, la memoria reivindica su
protagonismo: “No tengo otra moneda que
el recuerdo…” dirá, mientras retorna
a una voz, cuyo oleaje palpita: “Con
un trozo de mar casi me basta,/con un puñado/ de tierra. Tal vez, sólo / de
niebla sostenida./…” , un mar en el que “Hay una
isla al borde de tus ojos,/ un inmenso país/ de ofrendas y caricias./…” y
un viento en el que “…vuela,/ alta, la
desmemoria.”. La segunda parte es un tempo amatorio en el que “…En el misterio súbito/ del último pecado/
quiero posar mis labios, los azules/ túneles del olvido/ que nunca fueron
nuestros./” , y que se hace dulzura cuando “Espigo
tus vocales, rumio tus consonantes/ y en las venas frutece/ el sol de la
memoria./…/ La sal de tu desnudo: inventario solemne/ de una misma y fugaz
melancolía.”, o “Aspiro el tacto/ de tus manos de luna, el barro de tu vientre/ y bebo
de la fuente desmedida/ de tus inmensos, verdes ojos./…” .La tercera parte sería su soledad en el tiempo: “¿A dónde van mis días/ si lo que ocurre se
disuelve en muda/ canción/ en pertinaz abismo? “ , retornando siempre: “…Escalo los peldaños de mi ayer/ y araño
las estrellas, los milenios/ que sostuvieron mi primera muerte./ Bajo este sol
lejano de la tarde/asciendo por vez última/ las empinadas / cuestas de la
memoria.”. La cuarta parte es aquella en la que la memoria se hace arcilla
primordial, la engalanada altura de la roca matriz, el olivar y el pozo, el
pegujal, las cuestas encaladas, el origen denominado el Sur: “ Mi voz es la campana / que rompe / el
cristal de la tarde/ abandonada/…/ Hacia el Sur se dirigen los vencejos,/ los
siglos más hermosos de mi infancia,/…/ Un pueblo se despierta en mis adentros,/
y en mis venas, sus calles:/ voy diciendo su rubia melodía,/ la luz caliente y
sepia de mi ayer.” .Y en la coda,
queda la ofrenda final al tiempo, ese quehacer del destino: “…El
tiempo tiene labios/ de fuego, pero, a veces./como sucede ahora,/ se le quedan
al par silenciosos y helados,/ porque en ellos Invierno pone su dedo único: ese
que escribe con ceniza y sueño/ lo que volveré a ser, cuando él lo quiera.”
Queda
tras su lectura una especie de quietud
en la tarde, como si de pronto, tanta música se extendiera en el silencio
necesario para poder medir la enorme tensión
de su belleza, el arco iris de las palabras antiguas tan bien ajustadas
al canon de la danza emocionada de la
luz, el brillo que deja en el corazón la espuma que se erige en el
vértice de las olas en el imposible adiós azul al mar de lo que fue intensa
entrega. Queda suspensa la clepsidra en “las
horas sumergidas”.
©F.Basallote
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