NOCTURNO CASI de LORENZO OLIVAN
TUSQUETS. 2014
Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, 1968) se licenció en Filología Hispánica
en la Universidad de Oviedo. Es autor de los libros de poemas Único norte
(Valencia, Pre-Textos, 1995), Visiones y revisiones (Sevilla,
Qüasyeditorial, 1995; Premio Luis Cernuda), Puntos de fuga (Madrid,
Visor, 2001; Premio Internacional Fundación Loewe), Libro de los elementos
(Madrid, Visor, 2004; Premio Internacional Generación del 27) y el presente Nocturno
casi (Barcelona, Tusquets, 2014).
Ha traducido a John Keats, Belleza y verdad (Valencia, Pre-Textos,
1998) y Epístolas y otros poemas (Segovia, Pavesas, 2000), y a Emily
Dickinson, La soledad sonora (Valencia, Pre-Textos, 2001). Coeditó Espacio
Hierro. Medio siglo de creación poética de José Hierro (Santander,
Fundación Marcelino Botín/Universidad de Cantabria, 2001). Sobre este autor ha
publicado La palabra viva de José Hierro (Oviedo, Cuadernos de la
Cátedra Emilio Alarcos, 2005) y José Hierro y el ritmo: la música por dentro
(Santander, Bedia, 2012).
Ha sido incluido en antologías de poesía española como Selección
nacional, La generación del 99, Poesía española de ahora,
La lógica de Orfeo, Los senderos y el bosque, Última poesía
española, Cambio de siglo, La inteligencia y el hacha, Las
moradas del verbo o Quien lo probó lo sabe.
El poeta y crítico José Luís García
Martín dice a propósito de su obra Nocturno
casi,: “Lorenzo Oliván ha
pasado de ser un poeta fácil, que se entrega incluso en una distraída lectura,
a ser otro que requiere toda nuestra atención, que no entiende la poesía como
un simple desahogo sentimental, sino como un riguroso ejercicio del
pensamiento. Al contrario que otros compañeros de generación, no ha querido limitarse
a lo consabido y aplaudido y ha pretendido ir más allá. Pero el poeta sigue siendo el mismo en lo
fundamental. Es la suya una poesía de la meditación, pero construida a través
de la mirada, no de abstracciones y vaguedades pseudofilosóficas.”
En Nocturno casi, ha ido depurando su lenguaje y expresión desde
un simbolismo esencial hasta una hondura metafísica que le define como una
representante del hermetismo poético. El poeta se nutre del intelecto, de la
racionalidad y de la música pero también del sentimiento y las emociones que
son propias del acto poético. Esta obra
consolida la trayectoria del autor y se presenta como su obra más madura y
personal, al mismo tiempo que más profunda y misteriosa.
La mirada
indagadora de Lorenzo Oliván, el «ojo que
piensa» al que el propio poeta se refiere, se adentra en el mundo de una
forma escrutadora tan especial que desviste el interior de las cosas en la
búsqueda del misterio y al mismo tiempo posicionándose en el exterior
contemplativo de su magia. El libro, dividido en tres partes, “Ardua trama», «Tocar extremos» y «Visión
nocturna», explora los enigmas de la percepción, los sentidos, con una
clara apuesta vitalista que a veces es celebración en la naturaleza y otras
alucinación, a la par que en una acentuada labor de depuración poética que se
acerca a la Poesía Pura de Juan Ramón.
“Escapando
de mí,/ fui más yo mismo./…”dirá de sí mismo, y de su labor, en “Ardua tarea”, “...Ardua trama, mezclar aquella luz/ de aquellos
equilibrios impensables,/ y tu herencia de tensa herida en pugna que se
repliega para no hacer daño/ y halla, en su ocultación, hondo saber./…”, así
como del objeto de la misma: “No sé que parte de la luz se filtra,/ pero
la que se filtra/ quiere que yo la piense./ “, cumpliendo el fin de su poética, como dice
en “Anclaje”: “…tendremos que llegar al
hueso de las cosas,/ al eje de las cosas,/ al nudo de las cosas,/ como un
anclaje férreo/En el mundo, y el ser, y el ser del mundo,/…” Esa
indagación penetrante es la que hace que: “¿Cada
vez que tú haces/ que se revele/ aquello que se esconde/…/ se contraerá de
pronto/ como en un movimiento/ de respuesta./ acercándote en parte/
oculta/desaparición?” , esa desaparición que a veces no es sino una
variación de la realidad, como sucede en el poema “Mark Rothko contempla el horizonte en uno de sus cuadros” : “Allá en el horizonte/ la realidad se curva,
indefinible/ y no termina lo que se termina./…/ La circular mirada que no
acaba,/ que envuelve y funde al fin/ en sí lo contemplado.” Y siempre es una búsqueda de la perfección: “ …busca la perfección/ de un círculo
infinito/…” , hasta llegar a lo
hondo : “Lo hondo/ se puede vislumbrar
siempre en lo alto,/ pero no ves lo alto/ en lo que está en lo hondo./…/ …que
te llama/ -como en los precipicios- / desde tu propia tumba./ En donde espera”
.
En esta
profundización trascendida incluso en los símbolos, penetra mucho más allá de
la semiología, en un territorio mucho más amplio que el íntimo requerido al poeta: invierte el espejo del mundo en el pozo infinito
de la inasible verdad.
©F.Basallote
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