EL PAISAJE EN LA REVISTA MEDIODÍA
LA REVISTA MEDIODÍA
En la primavera de 1926 nace en Sevilla
la revista Mediodía. Su aparición fue obra de un grupo de jóvenes
poetas sevillanos: Alejandro Collantes de Terán, Eduardo Llosent, Joaquín
Romero Murube, Rafael Laffón, Juan
Sierra, Rafael Porlán, Fernando Labrador y Pablo Sebastián, a los que se les
unirían otros nombres como Manuel Halcón, Fernando Villalón, Mauricio
Bacarisse, Adriano del Valle, etc…
El primer número de Mediodía, Revista de Sevilla
sale en junio de 1926. Su director era Eduardo Llosent, su Secretario,
Rafael Porlán , Administrador, Alejandro Collantes de Terán y Redactor-Jefe
Joaquín Romero Murube.. De ella aparecerían hasta 1929 catorce números en los
que eran frecuentes las colaboraciones de los principales miembros de la
Generación del 27, junto a los del grupo fundador que había tenido un especial
protagonismo en los actos que con motivo del tercer centenario de la muerte de
Góngora se habían organizado en el Ateneo de Sevilla en homenaje al poeta
cordobés.
MEDIODIA y LA GENERACIÓN DEL 27
El homenaje a Góngora que marcó el
nacimiento de la Generación del 27 fue asimismo el nexo que uniría para siempre
el destino del grupo de Mediodía con los poetas de dicha generación. . Dice
José María Barrera que: “
independientemente de la trascendencia del evento gongorino para la
consolidación de una estética, en dicho acto se produce el hermanamiento de los
escritores consagrados con los poetas locales.”
Dicho hermanamiento se traduce en un flujo
de conexiones en el que es importante las colaboraciones de los escritores del
27 en la Revista dejando en ella no sólo su obra sino un estilo que impregnaría
el espíritu de Mediodía.
EL PAISAJE EN MEDIODIA
Los hombres del 27 tienen una especial
visión poética del paisaje, esencialmente plástica, de acuerdo con las líneas
magistrales de su obra, que se manifiesta en Mediodía con una apuesta clara por la contemporaneidad, manifiesta
no sólo en sus contenidos literarios sino en las delicadas y vanguardistas
colaboraciones plásticas de pintores, como Esteban Vicente, Maruja Mayo, Gaya,
Pablo Sebastián o Juan Miguel Sánchez…
Intentaremos recorrer el sentimiento y la
plástica de esos paisajes, mágicamente
eternizados en sus poemas en los que en un ejercicio de cosmología lírica
logran el reencuentro de la identidad del
hombre con una tierra hecha a su medida. .
En las páginas de Mediodía descubriremos
la magia del paisaje puro, el esplendor abierto del campo o el callado y oculto
del jardín, la brillante luz del mar, el enigma oculto de la noche o la humana
presencia de la ciudad, sus calles…
El paisaje puro es magistral y
sintéticamente descrito por Jorge Guillen en Poema
“…
Riguroso
horizonte:
campo
y cielo, ya idénticos.
Son
puros ya: su línea…. “
Horizonte lejano que describe Fernando Giménez-Placer, en su poema Fruto :
“…
Guirnaldas
para mis ojos
En el
horizonte lejos
…
Sobre
el azul diáfano
Vuelan
palomas blancas
……”
Horizonte hecho camino en Canciones del mismo Fernando Giménez-Placer:
“…
Yo sé
tu sueño, senda,
tu
ilusión de ribera,
la
bandera de cielo
sobre
el rumbo indeciso
de tu
caminar ciego.”
Y horizonte blanco de nieve en Cordillera nevada de Rogelio Buendía :
“ En
las crestas de enero
la
leche de las cabras del cielo.
….
En
las crestas de enero
derramadas
las ubres del cielo”
El campo es a veces una visión
cercana del paraíso. Así Fernando
Villalón en Mañana
de San Juan nos describe la
marisma con sus mitológicos toros, en
pinceladas llenas de color :
“…El
prado llano y oloroso, herido por el río del color de la hoja del álamo…Cenobio
rústico, habitado por congregaciones de toros negros, de albos pájaros y de
aeroplanos…
Un
toro negro posa santamente en la alfombra de jaramagos su cuerpo de charol…”
Esa marisma es cantada en su Poesías por Joaquín Romero Murube :
“
Sobre la marisma
la
torre bermeja.
Viento
de los mares
salitres
le dejan
en su
sequedad
de
sol y de leguas
…”
Paisaje familiar del campo descrito por
Alejandro Collantes de Terán en La huerta del Rey:
“….
En
medio se ve la casa,
la
noria en su terraplén,
una
alberca de tres fondos
y un
merendero chinés
-
Begonia, Yerbaluísa -
y un
merendero chinés
….”
A veces el paisaje del campo incide en lo
íntimo, entonces el campo se hace jardín, ese reducto de paraíso que en Sevilla
se abre al gozo de su disfrute. Así Juan Chabas nos describe En la
sombra de su edad:
“ …
Si,
una tibieza húmeda; para llegar hasta la orilla una alamedilla con flores. ¡
Aquel aroma de azucenas, de lirios, de tierra mojada de jardín, como ahora, en
esta mañana! En balde, tardío, florecía un manzano…”
“…
El
jardín aletea sobre el verde crepúsculo
medio
deshilachado por insectos y frutas.
Herido
por el pájaro, huye sobre el reflejo
y en
los flecos del agua se le enredan las lunas.
…”
Y sentido profundamente por Pedro Salinas
en Fecha:
“…
¡Ay ,
qué tarde organizada
en
surtidor y palmera,
en
cristal recto, desmayo
en
palma curva, querencia ¡
….”
Con su variedad de flores descrita por
Benjamín Jarnés en Contabilidad:
“….
En el bancalillo de lirios, desnudo de sus airones morados, hay clavadas, enhiestas, seis, ocho, diez lanzas verdes de malva real con sus anchas escarapelas rosas o granates y su espiral de hojitas grises. El viento las mece azuzando la envidia del rebaño de lirios…”
En el bancalillo de lirios, desnudo de sus airones morados, hay clavadas, enhiestas, seis, ocho, diez lanzas verdes de malva real con sus anchas escarapelas rosas o granates y su espiral de hojitas grises. El viento las mece azuzando la envidia del rebaño de lirios…”
Jardín que a veces es un huerto, como el
que canta Alejandro Collantes de Terán en
Rueda de abril:
“…
Un
naranjal
y un
toronjil
y una
hojita de cristal
para
la niña de abril
…”
Jardín de noche, cuajado de espectros y
perfumes profundos de jazmín en Ausencia
en el jardín de Carlos García Fernández:
“…
En la fragancia obscura del parque sin colores
reinaba
un son perdido de calmas eternales,
impactos
de jazmines sobre una tibia noche
cuajaban
el momento con ella por los aires.
….”
La noche, su magia, su oscuro misterio roto por el sortilegio de
la luna, es cantado por Federico García Lorca en Romance
con lagunas:
“….
Sobre
el agua
una
luna redonda
se
baña,
dando
envidia a la otra
¡tan alta!
…..”
y por Vicente Aleixandre en Noche:
posesión :
“…
Negros
de sombra. Caudales
de
lentitud. Impaciente
se
esfuerza en armar la luna
sobre
las sombras sus puentes.
…”
Manuel Gordillo en Alba, describe las lindes de la oscuridad:
“…
Salta
la madrugada sin bandera
el
charco azul del patio, negro el filo
recorta
su perfil, gracia y estilo,
habilidad
de niña costurera.
…”
Y
el mar, su inmenso corazón azul, es paisaje
quieto para Rogelio Buendía en Poemas
de la vida en el Puerto:
“…
Por
ti, sol, por ti, luna,
por
ti, ventana clara,
por
ti soy lo que soy,
azul
paisaje quieto,
dorada
playa.
…”
El mar tranquilo en la alegre y colorida
tarde veraniega que canta Juan Sierra en
Romance:
“…
Cuando
se duerma la tarde
en
una blanca fragata
con
triangulares banderas
celestes
y coloradas..
…”
y que en Alegría Atlántica Rafael Laffón glosa elegíacamente el esplendor
cenital del mediodía:
“…
¡oh,
lucidez de la embriaguez
con
alas y con velas blancas!
…
Esta
alegría es como una
lengua
por dioses inspirada.
….
Y Pan
me ha dicho su secreto
-los
secretos de su gramática-
ahora
a las doce, cuando el cielo
se
inunda con las aguas.
…”
Y el mismo Rafael Laffón cantará la senda
del río que busca la muerte salada del mar, en Curva de agua:
“…
Ahora
el río…Vagabundo,
sentimental
comisionista:
¡Qué
sabes tú de lo que has visto
luego
de andar toda tu vida!
Río
encauzado, río pautado,
¡Pobre
agua sin iniciativa!
Y
correr, siendo dulce,
para
ser salina…”
Río que el mismo Laffón verá pasar bajo
el puente en Apólogo de cinco ojos:
“…
El
puente tiene los ojos
de
claro en claro y bien fijos:
espasmo
de mirar
que
se embota por lo infinito.
…”
Finalmente el paisaje urbano, la ciudad, sus calles, las plazas silenciosas,
los enigmas de las esquinas, los monumentos…
En su poema ¡Oh , la tristeza de la plaza, Adolfo Carretero nos lleva al
silencio del crepúsculo en una plaza sevillana:
“…
¡Oh,
la tristeza de esta plaza!
Vuelca
el crepúsculo las hojas
de su
agonía… Magnolias desmayadas.
Todo
es silencio…eternidad.
….”
Gerardo Diego, embelesado por el cielo de
Sevilla, canta a su inquilina más
hermosa, el hito de la gracia, Giralda:
“Giralda
en prisma puro de Sevilla,
nivelada
del plomo y de la estrella
molde
en engaste azul, torre sin mella,
palma
de arquitectura sin semilla.
Si su
espejo la brisa enfrente brilla
no te
contemples –ay Narcisa- en ella.
Que
no se mude esa tu piel doncella
toda
naranja al sol que se te humilla.
Al
contraluz de luna limonera
tu
arista es el bisel, hoja barbera
que
su más bella vertical depura.
Resbala
el tacto su delicia vana.
Yo
mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen
nada más: base y altura.”
La ciudad, de noche, fantasmal, en la
versión de Vicente Aleixandre en Noche:
órbita política:
“…Eché
a andar por sus calle y las vi desplomarse en sus moles, huecas de miradas,
contra mis hombros helados…”
Las calles misteriosas en el silencio de
un domingo vacío que describe Luís Cernuda en De un Diario:
“
Fluyen las calles, todas esquivándose con un sesgo previsto, tranquilas,
olvidadas ahora, en su reposo, del cotidiano tráfago violento…
Muros,
solamente muros, desnudos con terca, obstinada obstinación…”
Mientras Joaquín Romero Murube busca un
secreto en la tarde urbana, en Poemas:
“
…Buscar a la tarde en la ciudad es perseguir un secreto que nos espera en una
huída constante detrás del enigma de cada esquina….”
y se detiene en el poema Lugar:
“…
La
luz agria de este barrio
me
ronda con sus cristales.
Por
entre mis manos fluye
el
agua gris de la tarde...
…”
Campo y jardín, marisma y mar, río, la noche y su magia, la ciudad abierta a
los sentidos de los poetas, el paisaje como cuadro vivo en un tiempo único, un
tiempo de esplendor poético del que Mediodía
fue medio y testimonio.
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