POÉTICAS DE LA CIUDAD
La ciudad, ese espacio que según Spengler definiría la historia
de la humanidad y que para Ortega y
Gasset era “ un ensayo de secesión que
hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos.. ”., es para el poeta lugar de la nostalgia,
paisaje encendido con las más tiernas luces , las que llevan
dentro las candelas del tiempo de la dicha, los instantes perdidos del paraíso.
Todo poeta tiene un referente espacial, el lugar de la emoción o de la dicha, ese sitio que marca el encuadre
de una escena irrepetible, inevitable lugar donde la memoria se hace elegía,
canto, pura nostalgia.
Desde los albores de la humanidad la literatura está llena de viajeros
que no dejan de buscarse a sí mismo en la manifestación del mundo que hallan. Desde
el Poema de Gilgamesh, hasta el Ulises
de Joyce pasando por la Odisea o la Eneida,
el Libro de las maravillas de Marco
Polo, la Divina Comedia,
o el Quijote, el universo poético no
es sino un continuo sendero por donde el poeta –es decir el hombre- ejerce la
inacabable tarea de intentar encontrarse.
En Desde este otoño, el
poeta tinerfeño Miguel Martinón, escribe la elegía simultánea del tiempo y del
espacio, de la vivencia intensamente
renacida: “.Ciudad tan próxima y tan lejana/ puedo verte a través
de las palabras,/ que vuelven al nacer el día/ oírte desde dentro y desde
fuera/ inestable en el filo de la hora…”/, “ Te veo desde fuera y desde dentro/
te veo entre la lava y la palmera…”, “..y te llamo y te oigo,/ Oh ciudad de los
flamboyanes,/ por los mares sin bordes del insomnio,/ cuando la luz callada
llega hasta esta hoja,/ hasta los ojos que la leen/ y todavía pueden verte.” Evocación que en Todo es para siempre, del
poeta de Arcos, Pedro Sevilla, se erige en sombra de cal,
la intensidad blanca del pueblo:”Crepúsculo
de agosto./ La tarde cae en el huerto/ demorando su oro en los rosales,/en la
bíblica higuera, en los dulces planetas del membrillo…” Y los pueblos de la vega granadina se hacen elegía en Un ramo
de poesías de Manuel Gámiz, elegía
hecha blancura y barbecho, trigo y surco,
flores e historia, leyenda frutal…, memoria de su paso por esa geografía
rural. Dirá de Fuente Vaqueros: “ Manantial / de poesía/ y vega..” , a
la torre de Montefrío:” Vieja torre que a
Montefrío coronas./ Fiel testigo eres de historia vivida..” y sobre todo a
su Huétor-Tájar: “Campanario de ladrillo,/ de la Iglesia, entre las casas/ el cabreo y su piara/
avanzan por el camino.
Escribe el poeta leonés Luís Artigue en Los lugares intactos las emociones que las ciudades han ido
dejando en el corazón de este joven poeta y que quedan en el poema como
destilación de una experiencia similar a la de la vida y el amor…sendero que
incide en los íntimos resortes del corazón. De alguna manera se manifiesta un
cierto sentido del descubrimiento, como dirá en el Machu Pichu: “buena cuenta del éxito, del poder, de la
vida/ y del amor eterno/da/ asomarse a las ruinas de un imperio.”o en los
lugares escondidos como: “La oscuridad de
una pequeña ermita/ es la de todos esos poemas que expanden el entendimiento”, en
Aveiro. En Una ilusión de continuidad, dirá desde la capital del mundo: “Me siento como el árbol que se mira en un
río desde que estoy en lo alto/ de Nueva York.” .Y desde las alturas del
Duomo de Florencia: “…El trémulo/ entramado de nubes. / La villa
inmortal enardecida con cierta luz de ficción/ que han tomado prestada a
crédito los cuadros del Cinquecento.”
Llegando a “Jerusalén, la ciudad cuarteada
por las apropiaciones de Dios.” y terminando en Roma: “la ciudad cuya belleza aún es un edicto de alegría”.
A veces es
tan grande el poder del recuerdo, convirtiéndose el poema en un tratado
de la memoria de la
ciudad abandonada y el exilio donde la memoria reconstruye la identidad del
tiempo perdido , como escribe el tinerfeño Coriolano González en Otra orilla" (Cuadernos de Guillermo Fontes):.
¿Dónde aquel banco en el que fui besado/
por vez primera/ y el tiempo se detuvo?, ¿Dónde están aquellas plataneras/ que
desbordaban de luz y olor/ la travesía por el barranco…” Tiempo
inolvidable en el que “Fuimos
inmortales”.
En otras ocasiones la ciudad evocada
forma parte de lo que Spengler llamó historia ciudadana, es decir historia de
la humanidad y como sucede con José Emilio Pacheco, que en su libro Ciudad
de la memoria, canta a las
culturas desaparecidas, como en Presagio de Islas a la deriva: “ -Vuelven los dioses- dijo Moxtezuma-/ Las
profecías se cumplen. No habrá oro/ capaz de refrenarlos. Del azteca/ quedarán
sólo el llanto y la memoria.”. O la memoria de Roma que Francisco
Vélez Nieto , en Itálica
y otros poemas transforma en su imagen, Itálica sentida y
vivida , desde “…el ruiseñor cantando/ a
Venus su amor diario” al recuerdo de
un tiempo: “En estas calles fue posible
escuchar/ amor y odio, las risas y las lágrimas/…/también la ira desatada de
los dioses…”,“…paseo recordando,/
aquel pasado en vuelto en mármol
grana…”, pasando, sensorial, al
duelo de las diosas: “Desde su bosque Diana/Eterna a Venus
contempla…” o la danza de la náyade, a la
que pedirá: “ Huye del frío mármol de
Carrara,/ baila, muestra danzarina/ tus placeres y pasiones/…”.
En otros casos el poeta recorre la ciudad y como hace Fran Nuño
en Deambulaciones , reflexiona sobre
la búsqueda y la ausencia, la soledad y la impersonalidad de la urbe. Dirá que prefiere pasear por una ciudad
desconocida porque “Quizá de esa manera/
llegue también/ a tu encuentro/ en la ciudad/ de mi propia vida.”, y hasta cierto punto conforme con su destino
dirá: “Pero la ausencia,/ sin más,/ acaba
diluyéndose en nuestra rutina…”, mientras observa a la gente “Los domingos por la tarde/
nadie tiene una edad concreta./ La gente que vemos/ deletrea pasados/ con manos
en los bolsillos/y pasos desacelerados.”
Y hay quien entre los
lugares evocados lo hace de algo tenebroso, como hace Guillermo Carnero que en la tercera de sus Cuatro noches romanas que es invocación
y ofrenda a la ciudad eterna, visita el
Cementerio Acatólico de la Ciudad Eterna y dice a la
muerte: “- Un día me dijiste: tu peor enemigo/
es la memoria; aprende de los pájaros…” y la Dama le contesta: “-Mira a tu alrededor; no te complazcas/ sólo en
la destrucción y la rüina. /No hay lugar en el mundo donde brille/ más alta/ la
belleza de la muerte.”
Están llenas las Antologías poéticas de referencias a la ciudad
como espacio habitado por la nostalgia, lugar de la evocación y la elegía,
cumpliendo de alguna manera el dicho spengleariano de convertir la ciudad en
historia de la humanidad, pues es en esa nostalgia donde más humano se hace el
hombre.
©F.Basallote
No hay comentarios:
Publicar un comentario