sábado, 22 de junio de 2013

ARTÍCULOS. Don de la instantaneidad.



DON DE LA INSTANTANEIDAD








Junto al amor y la memoria, de alguna manera entrelazados a él, el paso del tiempo es una de las constantes en la Poesía. Desde siempre han cantado los poetas la fugacidad del tiempo. El “tempus fugit” cuya expresión aparece por primera vez en los escritos de las Geórgicas, de  Virgilio: «Sed fugit interea fugit irreparabile tempus».o sea: "Pero entre tanto huye, huye irreparable el tiempo…” , «Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra». “El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras”. se lee en numerosos relojes de sol antiguos…

“Recuerde el alma dormida, /avive el seso y despierte/contemplando/cómo se pasa la vida,/cómo se viene la muerte/tan callando,…” nos dirá  Jorge Manrique, en la  elegía a la muerte de su padre, el Maestre de Santiago. Y Quevedo en sus sonetos incidirá en dicha brevedad: El tiempo, que ni vuelve ni tropieza,/en horas fugitivas la devana;/y, en errado anhelar, siempre tirana,/la Fortuna fatiga su flaqueza.”


Ante ese fluir del tiempo, Horacio  dirá en sus Odas: “Carpe diem quam minimum credula postero”,"Aprovecha el día, no confíes en mañana". Para el problema irremediable no existe otra solución que aprovechar el tiempo como sea…  Aunque lo verdaderamente necesario, sería detener ese paso implacable… Así Goethe, en el gozo del instante llegó a pedir: ¡Detente, instante! ¡Eres tan hermoso! y otro poeta, distante en el tiempo y en espacio, el mexicano José Emilio Pacheco llegará a decir: “Minuto, enigma irrepetible” 







Mas ese prodigio, sólo puede ocurrir por obra del arte  y en una cierta forma de literatura, ellos son los poseedores de este don de la instantaneidad: El Arte  y el Haiku. El arte ha conseguido detener el ritmo implacable del tiempo, puesto ¿qué es la belleza del Estanque de  Giverni, sino la presencia de unos lotos detenidos en la magia de Monet, o la eterna sonrisa de la Gioconda, o ese dolor hecho rictus de mármol en el Laoconte?







Con una modestia propia del zen, alguien como Bashoo, un monje budista japonés en el siglo XVII, lograría hacer en la literatura lo mismo que la pintura o la escultura… detener el tiempo en el instante mismo, lograr con un pequeño poema de diecisiete sílabas una expresión casi plástica de lo que sucede, el haiku es la instantánea escritaPara Bashoo: ``Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento.''  Algunos de sus poemas son una especie de satori o iluminación por la que penetramos en la vida de las cosas, esta iluminación está presente en el más conocido  de los  haiku de Bashoo:
 “Un viejo estanque,
 se zambulle una rana;
/ruido en el agua”






En él,  el estallido del salto de la rana es el deslumbramiento en ese universo estático que es el viejo estanque, sin medida ya del tiempo; pero el salto de la rana rompe esa quietud y estalla el resplandor del salto, el ruido, el instante en que el universo explosiona… Esa cualidad de detener el tiempo, la conserva el haiku, que cuando va acompañado  en  su ejecución con una acuarela, como hicieron muchos haijines se consigue en un haiga , es decir un haiku ilustrado.  O sea la conjunción de las dos artes que tienen el Don de la Instantaneidad.

FRANCISCO BASALLOTE


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