martes, 5 de noviembre de 2013

ARTÍCULOS. EL PAISAJE EN LA REVISTA MEDIODÍA.


EL PAISAJE EN LA REVISTA MEDIODÍA










LA REVISTA MEDIODÍA

En la primavera de 1926 nace en Sevilla la revista Mediodía.  Su aparición fue obra de un grupo de jóvenes poetas sevillanos: Alejandro Collantes de Terán, Eduardo Llosent, Joaquín Romero Murube,  Rafael Laffón, Juan Sierra, Rafael Porlán, Fernando Labrador y Pablo Sebastián, a los que se les unirían otros nombres como Manuel Halcón, Fernando Villalón, Mauricio Bacarisse, Adriano del Valle, etc…

El primer número de Mediodía, Revista de Sevilla  sale en junio de 1926. Su director era Eduardo Llosent, su Secretario, Rafael Porlán , Administrador, Alejandro Collantes de Terán y Redactor-Jefe Joaquín Romero Murube.. De ella aparecerían hasta 1929 catorce números en los que eran frecuentes las colaboraciones de los principales miembros de la Generación del 27, junto a los del grupo fundador que había tenido un especial protagonismo en los actos que con motivo del tercer centenario de la muerte de Góngora se habían organizado en el Ateneo de Sevilla en homenaje al poeta cordobés.

MEDIODIA y LA GENERACIÓN DEL 27










El homenaje a Góngora que marcó el nacimiento de la Generación del 27 fue asimismo el nexo que uniría para siempre el destino del grupo de Mediodía con los poetas de dicha generación. . Dice José María Barrera que: “ independientemente de la trascendencia del evento gongorino para la consolidación de una estética, en dicho acto se produce el hermanamiento de los escritores consagrados con los poetas locales.”

Dicho hermanamiento se traduce en un flujo de conexiones en el que es importante las colaboraciones de los escritores del 27 en la Revista dejando en ella no sólo su obra sino un estilo que impregnaría el espíritu de Mediodía.


EL PAISAJE EN  MEDIODIA



Los hombres del 27 tienen una especial visión poética del paisaje, esencialmente plástica, de acuerdo con las líneas magistrales de su obra, que se manifiesta en Mediodía con una apuesta clara por la contemporaneidad, manifiesta no sólo en sus contenidos literarios sino en las delicadas y vanguardistas colaboraciones plásticas de pintores, como Esteban Vicente, Maruja Mayo, Gaya, Pablo Sebastián o Juan Miguel Sánchez…

Intentaremos recorrer el sentimiento y la plástica de esos paisajes,  mágicamente eternizados en sus poemas en los que en un ejercicio de cosmología lírica logran el reencuentro de la identidad del  hombre con una tierra hecha a su medida. .

En las páginas de Mediodía descubriremos la magia del paisaje puro, el esplendor abierto del campo o el callado y oculto del jardín, la brillante luz del mar, el enigma oculto de la noche o la humana presencia de la ciudad, sus calles…
 

El paisaje puro es magistral y sintéticamente descrito por Jorge Guillen en Poema
“…
Riguroso horizonte:
campo y cielo, ya idénticos.
Son puros ya: su línea…. 

Horizonte lejano que describe  Fernando Giménez-Placer, en su poema Fruto :
“…
Guirnaldas para mis ojos
En el horizonte lejos
Sobre el azul diáfano
Vuelan palomas blancas
……”

Horizonte hecho camino en  Canciones del mismo Fernando Giménez-Placer:

“…
Yo sé tu sueño, senda,
tu ilusión de ribera,
la bandera de cielo
sobre el rumbo indeciso
de tu caminar ciego.”

Y horizonte blanco de nieve en Cordillera nevada  de Rogelio Buendía :
“ En las crestas de enero
la leche de las cabras del cielo.
….
En las crestas de enero
derramadas las ubres del cielo”









El campo es a veces una visión cercana  del paraíso. Así Fernando Villalón  en Mañana de San Juan nos describe  la marisma  con sus mitológicos toros, en pinceladas llenas de color :

“…El prado llano y oloroso, herido por el río del color de la hoja del álamo…Cenobio rústico, habitado por congregaciones de toros negros, de albos pájaros y de aeroplanos…
Un toro negro posa santamente en la alfombra de jaramagos su cuerpo de charol…”

Esa marisma  es cantada en su Poesías por Joaquín Romero Murube :

“ Sobre la marisma
la torre bermeja.
Viento de los mares
salitres le dejan
en su sequedad
de sol y de leguas
…”











Paisaje familiar del campo descrito por Alejandro Collantes de Terán en  La huerta del Rey:

“….
En medio se ve la casa,
la noria en su terraplén,
una alberca de tres fondos
y un merendero chinés
- Begonia, Yerbaluísa -
y un merendero chinés
….”

A veces el paisaje del campo incide en lo íntimo, entonces el campo se hace jardín, ese reducto de paraíso que en Sevilla se abre al gozo de su disfrute. Así Juan Chabas nos describe  En la sombra de su edad: 
“ …
Si, una tibieza húmeda; para llegar hasta la orilla una alamedilla con flores. ¡ Aquel aroma de azucenas, de lirios, de tierra mojada de jardín, como ahora, en esta mañana! En balde, tardío, florecía un manzano…”












Jardín recordado por Emilio Prados[i] en su Juego de memoria:
“…
El jardín aletea sobre el verde crepúsculo
medio deshilachado por insectos y frutas.
Herido por el pájaro, huye sobre el reflejo
y en los flecos del agua se le enredan las lunas.
…”
Y sentido profundamente por Pedro Salinas en Fecha:

“…
¡Ay , qué tarde organizada
en surtidor y palmera,
en cristal recto, desmayo
en palma curva, querencia ¡
….”

Con su variedad de flores descrita por Benjamín Jarnés en Contabilidad:
“….
En el bancalillo de lirios, desnudo de sus airones morados, hay clavadas, enhiestas, seis, ocho, diez lanzas verdes de malva real con sus anchas escarapelas rosas o granates y su espiral de hojitas grises. El viento las mece azuzando la envidia del rebaño de lirios…”

Jardín que a veces es un huerto, como el que canta Alejandro Collantes de Terán en Rueda de abril:
“…
Un naranjal
y un toronjil
y una hojita de cristal
para la niña de abril
…”



Jardín de noche, cuajado de espectros y perfumes profundos de jazmín en Ausencia en el jardín de Carlos García Fernández:
“…
 En la fragancia obscura del parque sin colores
reinaba un son perdido de calmas eternales,
impactos de jazmines sobre una tibia noche
cuajaban el momento con ella por los aires.
….”

La noche, su magia,   su oscuro misterio roto por el sortilegio de la luna, es cantado por Federico García Lorca en Romance con lagunas:
“….
Sobre el agua
una luna redonda
se baña,
dando envidia a la otra
¡tan alta!
…..”
y por Vicente Aleixandre  en Noche: posesión :
“…
Negros de sombra. Caudales
de lentitud. Impaciente
se esfuerza en armar la luna
sobre las sombras sus puentes.
…”
Manuel Gordillo en Alba, describe las lindes de la oscuridad:
“…
Salta la madrugada sin bandera
el charco azul del patio, negro el filo
recorta su perfil, gracia y estilo,
habilidad de niña costurera.
…”

 Y el mar, su inmenso corazón azul, es paisaje quieto para Rogelio Buendía en Poemas de la vida en el Puerto: 
“…
Por ti, sol, por ti, luna,
por ti, ventana clara,
por ti soy lo que soy,
azul paisaje quieto,
dorada playa.
…”

El mar tranquilo en la alegre y colorida tarde veraniega que canta Juan Sierra en Romance: 
“…
Cuando se duerma la tarde
en una blanca fragata
con triangulares banderas
celestes y coloradas..
…”
y que en Alegría Atlántica Rafael Laffón glosa elegíacamente el esplendor cenital del mediodía:
“…
¡oh, lucidez de la embriaguez
con alas y con velas blancas!
Esta alegría es como una
lengua por dioses inspirada.
….
Y Pan me ha dicho su secreto
-los secretos de su gramática-
ahora a las doce, cuando el cielo
se inunda con las aguas.
…”
Y el mismo Rafael Laffón cantará la senda del río que busca la muerte salada del mar, en Curva de agua:
“…
Ahora el río…Vagabundo,
sentimental comisionista:
¡Qué sabes tú de lo que has visto
luego de andar toda tu vida!
Río encauzado, río pautado,
¡Pobre agua sin iniciativa!
Y correr, siendo dulce,
para ser salina…”

Río que el mismo Laffón verá pasar bajo el puente en Apólogo de cinco ojos:
“…
El puente tiene los ojos
de claro en claro y bien fijos:
espasmo de mirar
que se embota por lo infinito.
…”

Finalmente el paisaje urbano,  la ciudad, sus calles, las plazas silenciosas, los enigmas de las esquinas, los monumentos… 

En su poema ¡Oh , la tristeza de la plaza, Adolfo Carretero nos lleva al silencio del crepúsculo en una plaza sevillana:
“…
¡Oh, la tristeza de esta plaza!
Vuelca el crepúsculo las hojas
de su agonía… Magnolias desmayadas.
Todo es silencio…eternidad.
….”
 Gerardo Diego, embelesado por el cielo de Sevilla, canta a  su inquilina más hermosa, el hito de la gracia, Giralda:

“Giralda en prisma puro de Sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.

Si su espejo la brisa enfrente brilla
no te contemples –ay Narcisa- en ella.
Que no se mude esa tu piel doncella
toda naranja al sol que se te humilla.

Al contraluz de luna limonera
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.

Resbala el tacto su delicia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura.”

La ciudad, de noche, fantasmal, en la versión de Vicente Aleixandre en Noche: órbita política:

“…Eché a andar por sus calle y las vi desplomarse en sus moles, huecas de miradas, contra mis hombros helados…”

Las calles misteriosas en el silencio de un domingo vacío que describe Luís Cernuda en De un Diario:

“ Fluyen las calles, todas esquivándose con un sesgo previsto, tranquilas, olvidadas ahora, en su reposo, del cotidiano tráfago violento…
Muros, solamente muros, desnudos con terca, obstinada obstinación…”

Mientras Joaquín Romero Murube busca un secreto en la tarde urbana, en Poemas:


“ …Buscar a la tarde en la ciudad es perseguir un secreto que nos espera en una huída constante detrás del enigma de cada esquina….”

y se detiene  en el poema Lugar:

“…
La luz agria de este barrio
me ronda con sus cristales.
Por entre mis manos fluye
el agua gris de la tarde...
…”

Campo y jardín, marisma y mar,  río, la noche y su magia, la ciudad abierta a los sentidos de los poetas, el paisaje como cuadro vivo en un tiempo único, un tiempo de esplendor poético del que Mediodía fue medio y testimonio.






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