UNA
POÉTICA DE LA CIUDAD
La ciudad, ese espacio que según Spengler definiría la historia
de la humanidad y que para Italo Calvino
es “ Un conjunto de muchas cosas:
memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican
todos los libros de historia de la economía; pero esos trueques no lo son sólo
de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos….”,
es para el poeta lugar de la nostalgia, paisaje encendido con las más tiernas luces , las que llevan
dentro las candelas del tiempo de la dicha, los instantes perdidos del paraíso.
Todo poeta tiene un referente espacial, el lugar de la emoción o de la dicha, ese sitio que marca el
encuadre de una escena irrepetible, inevitable lugar donde la memoria se hace
elegía, canto, pura nostalgia. Desde los
albores de la humanidad la literatura está llena de menciones a
ciudades que con el tiempo alcanzan la categoría de míticas, así desde
Ur y Babilonia hasta las actuales Nueva
York o Pekín , pasando por lugares como Machu Pichu o Troya , la
historia o la leyenda se han hecho eco de su mítica existencia ,
pasando al legado literario.
En Desde este otoño,
el poeta tinerfeño Miguel Martinón, escribe la elegía simultánea del tiempo y del
espacio, de la vivencia intensamente
renacida: “.Ciudad tan próxima y tan lejana/
puedo verte a través de las palabras,/ que vuelven al nacer el día/ oírte desde
dentro y desde fuera/ inestable en el filo de la hora…”/, “ Te veo desde fuera
y desde dentro/ te veo entre la lava y la palmera…”, “..y te llamo y te oigo,/ Oh
ciudad de los flamboyanes,/ por los mares sin bordes del insomnio,/ cuando la
luz callada llega hasta esta hoja,/ hasta los ojos que la leen/ y todavía
pueden verte.” Evocación que en Todo es para siempre, del poeta de Arcos, Pedro Sevilla, se erige en
sombra de cal, la intensidad blanca del pueblo:”Crepúsculo de agosto./ La tarde cae en el huerto/ demorando su oro en
los rosales,/en la bíblica higuera, en los dulces planetas del membrillo…” Y los pueblos de la vega granadina se hacen elegía en Un ramo
de poesías de Manuel Gámiz, elegía
hecha blancura y barbecho, trigo y surco,
flores e historia, leyenda frutal…, memoria de su paso por esa geografía
rural. Dirá de Fuente Vaqueros: “ Manantial / de poesía/ y vega..” , a
la torre de Montefrío:” Vieja torre que a
Montefrío coronas./ Fiel testigo eres de historia vivida..” y sobre todo a
su Huétor-Tájar: “Campanario de ladrillo,/ de la Iglesia, entre las casas/ el cabreo y su piara/
avanzan por el camino.
Estrella Bello en su obra Adonirán,
llamada así por el mítico personaje que estuvo al servicio de tres reyes de
Israel y que bajo el reinado de Salomón, fue el encargado
de- traer desde el Líbano las maderas de cedro y de ciprés necesarias
para la construcción del templo de Jerusalén (1Re 4,6,) . sus pasos se hacen
música en Viena: “Las olas del Danubio se
suavizan,/ regresan hacia mí,/ me acocan la sonrisa de Viena/ como un bello
topacio/ que se abre con el sol./…”
y “…al pie de los almendros constelados/
me he parado a soñar./…” , sueños de amor, búsqueda : “ Espérame, amor mío,/ cuando las rosas cambien de color/ y hay gotas
de nostalgia, prendidas en el cielo,/…” y espera: “ En Aranjuez te aguardo en el camino/junto a las rosas y al caudal
ardiente/ de un surtidor azul que lanza hiriente/ su lluvia de diamante
cristalino./…”. En la segunda parte,
“Desde el umbral del aire”, pide al amado:
“ Ámame,/ en la ciudad sin nombre, / donde los muros trepan al exilio/ y un corazón desnudo/ palpita en los alambres
y colmenas./…”, y se hace nostalgia la Galicia natal : “ …Galicia de la lluvia enamorada,/ Galicia el incienso y la alborada,
/ Galicia del misterio y el arcano./…”.
Escribe el poeta leonés Luís Artigue en Los lugares intactos las emociones que las ciudades han ido
dejando en el corazón de este joven poeta y que quedan en el poema como
destilación de una experiencia similar a la de la vida y el amor…sendero que
incide en los íntimos resortes del corazón. De alguna manera se manifiesta un
cierto sentido del descubrimiento, como dirá en el Machu Pichu: “buena cuenta del éxito, del poder, de la
vida/ y del amor eterno/da/ asomarse a las ruinas de un imperio.”o en los
lugares escondidos como: “La oscuridad de
una pequeña ermita/ es la de todos esos poemas que expanden el entendimiento”, en
Aveiro. En Una ilusión de continuidad, dirá desde la capital del mundo: “Me siento como el árbol que se mira en un
río desde que estoy en lo alto/ de Nueva York.” .Y desde las alturas del
Duomo de Florencia: “…El trémulo/ entramado de nubes. / La villa
inmortal enardecida con cierta luz de ficción/ que han tomado prestada a
crédito los cuadros del Cinquecento.”
Llegando a “Jerusalén, la ciudad cuarteada
por las apropiaciones de Dios.” y terminando en Roma: “la ciudad cuya belleza aún es un edicto de alegría”.
A veces es tan grande el poder del
recuerdo, convirtiéndose el poema en un tratado de la memoria de la
ciudad abandonada y el exilio donde la memoria reconstruye la identidad del
tiempo perdido , como escribe el tinerfeño Coriolano González en “Otra orilla" (Cuadernos de Guillermo Fontes):.
¿Dónde aquel banco en el
que fui besado/ por vez primera/ y el tiempo se detuvo?, ¿Dónde están aquellas
plataneras/ que desbordaban de luz y olor/ la travesía por el barranco…” Tiempo
inolvidable en el que “Fuimos
inmortales”.
En otras ocasiones la
ciudad evocada forma parte de lo que Spengler llamó historia ciudadana, es
decir historia de la humanidad y como sucede con José Emilio Pacheco, que en su
libro Ciudad de la memoria, canta a
las culturas desaparecidas, como en Presagio de Islas a la deriva:
“ -Vuelven los dioses- dijo
Moxtezuma-/ Las profecías se cumplen. No habrá oro/ capaz de refrenarlos. Del
azteca/ quedarán sólo el llanto y la memoria.”. O la memoria de Roma que Francisco Vélez Nieto , en
Itálica y otros poemas transforma en su imagen, Itálica sentida y
vivida , desde “…el ruiseñor cantando/ a
Venus su amor diario” al recuerdo de
un tiempo: “En estas calles fue posible
escuchar/ amor y odio, las risas y las lágrimas/…/también la ira desatada de
los dioses…”,“…paseo recordando,/
aquel pasado en vuelto en mármol
grana…”, pasando, sensorial, al
duelo de las diosas: “Desde su bosque Diana/Eterna a Venus
contempla…” o la danza de la náyade, a
la que pedirá: “ Huye del frío mármol de
Carrara,/ baila, muestra danzarina/ tus placeres y pasiones/…”.
En De ida y vuelta de Sara Herrera Peralta en veinte poemas, de su
segunda parte, El Viaje, realiza un viaje a veinte ciudades, a las que denomina con las iniciales de sus
aeropuertos. . Inicia el viaje en Fiumicino [FCO] y tras hacer escalas en
aeropuertos de los cinco continentes, diciendo “ Las maravillas del mundo exploran mis dedos…” o “Al llegar al límite
de los besos, aún en el destierro,/ las sábanas se agotan…”, al llegar a
Tokio dice “ Hoy , que renace Madame
Bovary./…/ Y sólo tengo un arma,/ que es la herramienta de mis manos,/ el
vértice de mi garganta:/ la palabra.· ” Llegando a decir en París [CDG]: “ Hoy
soy todos los paisajes que quise ser…” y al terminar en Lisboa dirá: “Admito que sólo busco/ la compactación de
la esperanza..”
La Ciudad, del salvadoreño Jorge Galán,
nos muestra la agobiante presencia de la cotidiana pesadumbre de la ciudad
asediada, en la que las pérdidas elevan la categoría de la tragedia, “La ciudad se ha reducido a un murmullo lejano…” . En Lo
real, se manifiesta con mayor
intensidad el desasosiego de una ciudad sombría: “ …la ciudad que se hundía en el fango/ como una viuda ensombrecida,…”.
La vida en un barrio joven protegido por barreras “Como una ciudad solemne de
hace quinientos o mil años/ este pequeño barrio joven está rodeado de
murallas…”, una terrible cotidianidad en una ciudad que “ha modificado nuestras
almas originales,/ las ha provisto de una esencia distinta/ y esa esencia es
semejante a la del animal/ en el instante de proteger la cueva del refugio/ a
punto de la primera nevada.”.
A veces la ciudad de la memoria se circunscribe a una calle, una
avenida, donde el poeta hace residir la emoción recordada. Es el caso de Joaquín Pérez Azaústre, con su obra Las Ollerías.El poeta dice de su
obra:: “Las Ollerías' es una
avenida de Córdoba, transformada en un espacio simbólico de la memoria: un
territorio en el que es posible la reconstrucción personal a través del poema",.
El libro tiene cinco partes donde la voz del poeta reconstruye su memoria
inmediata. Por allí, cruzan los días, la cotidianidad, el amor y las relaciones
con su familia, y, en especial, con su padre. “Es la acotación de un territorio simbólico. Me dirijo a un interlocutor
en una especie de memoria familiar, de cómo he ido reescribiendo mis recuerdos
de infancia y de la época más reciente de mi vida. Es una radiografía
emocional.” La memoria se hace
materia de este hermoso libro: “Eran los
días felices de la celebración./ La luz era muy blanca, aún más blanca/ sobe el
pinar abierto en el camino…” ; así como los elementos que conformaron la
vida diaria y sus excepcionales salidas de la rutina: “… ¿Cómo era aquella casa azul donde estuvimos?/ Pudo ser aquel coche,
un Renault 5 blanco/ encallado en la arena de una noche infinita./…”
María Sanz es, sin
duda, la poetisa por excelencia de la Sevilla actual, “la Rosalía, la Dickinson, la Alfonsina o la Pizarnik que no tuvimos,” dice Andrés Mirón, prologuista de Un resplandor cercano, referente imprescindible de la poesía sevillana. Un resplandor cercano,(Antología sevillana)
es la recopilación de aquellos poema suyos en los que en su retorno al
tiempo y al espacio idílico de su infancia sevillana nos hace recorrer los
jardines, las calles y las plazas, los monumentos, los instantes irrepetibles o
los poetas eternos de la ciudad que ensalza desde la emoción contenida y el mas
hondo de los lirismos a la mas pura
trascendencia, constituyendo para los amantes de la Ciudad de la Gracia, su mejor y más emotivo itinerario con partida
siempre de los Jardines de Murillo: “Que
la lluvia cayera en los Jardines / era solo espejismo…”, sus fuentes: “El agua de una fuente/ buscaba entre mis manos/ transparencias
perdidas.”, el entorno como la vieja estación de San Bernardo: “ Yo recuerdo una sombra/ de castaños de
Indias/ alfombrando los viejos adoquines; otra sombra de trenes/ partiendo en
dos el tiempo…” y el amor a la
ciudad : “ La ciudad que se eleva/ en
nombre de su cielo,/ entre las espadañas / y el aire de sus torres…” ; “Compás
de Santa Clara/ arrullado en los vuelos/ de la tocas monjiles….”; y
especialmente la Giralda: “Puro alminar,
espejo de la brisa/ remansada en las curvas de su encaje;/ cincel de estrellas,
áptera paloma/ cuya quietud solea lo sagrado/…”
Y hay quien entre los
lugares evocados lo hace de algo tenebroso, como hace Guillermo Carnero que en la tercera de sus Cuatro noches romanas que
es invocación y ofrenda a la ciudad eterna,
visita el Cementerio Acatólico de la Ciudad
Eterna y dice a la muerte: “-
Un día me dijiste: tu peor enemigo/ es la memoria; aprende de los pájaros…”
y la Dama le
contesta: “-Mira a tu
alrededor; no te complazcas/ sólo en la destrucción y la rüina. /No hay lugar
en el mundo donde brille/ más alta/ la belleza de la muerte.”
Como de cuanto antecede, están llenas las Antologías poéticas de
referencias a la ciudad como espacio habitado por la nostalgia, lugar de la
evocación y la elegía, cumpliendo de alguna manera el dicho spengleariano de
convertir la ciudad en historia de la humanidad, pues es en esa nostalgia donde
más humano se hace el hombre.
©F.Basallote
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