PINTURA Y
POESÍA. El instante capturado.
Desde
la Epístola a
los Pisones, en la que Horacio unía pintura y poesía, ambas artes han ido
de la mano en la historia del hombre, ya que el poder de sugerencia de la
poesía se acerca al poder de percepción de la pintura. Leonardo llegó a decir que: “La pintura
es poesía
muda; la poesía
pintura ciega.” y Wallace Stevens montó toda una teoría sobre la similitud de dichas
artes, entre las que Joan Miró decía que no existía diferencia.
Existe en la poesía de José Emilio Pacheco una
celebración del instante, no sólo como culmen sino como fugacidad. En su poemario “No me preguntes cómo pasa el tiempo” (1969),
esa fugacidad puede llegar a perdurar en la intensidad de lo vivido, así en
su poema Venus Anadiomena, por Ingres dirá: “En el cuadro rehecho sin sosiego/ tu carne perdurable es joven
siempre./ El mar se hiende atónito y observa/ otra vez el milagro”. El
tiempo detenido en el cuadro.
Un
poemario completo dedicado a una pintura. Se trata de El triunfo de Galatea de Javier Asiáin que se basa en la fábula mitológica de
Polifemo y Galatea reflejada en el fresco de Rafael Sanzio en la Villa
Farnesina en Roma
, una pintura inspirada a su vez en las Metamorfosis de Ovidio. Esta
estructurado el poemario en doce Cantos, en similitud con las doce figuras del
cuadro y al igual que en éste todas las perspectivas y los puntos de vista de
los doce personajes confluyen en la figura central de Galatea, las líneas de
los doce cantos se centran en la amada, así si en el primer Canto, dice: “ Voy
a la consumación de tu cuerpo/ como va Rafael a sus pinceles…” ,
estableciendo el paralelismo creativo de la pintura y la similitud de la amada
con la Galatea
triunfante y como en el cuadro, fuera del núcleo de la tensión del amor no hay nada, y
escribirá el amor como pintura : “ Tu
pecho duerme reposando la sangre bautismal de las mañanas/ Girasol sediento
encumbrado de rocío…”; “…Tus senos son el pan de la providencia…”; “…Así he ascendido hasta el vértice perdido
de los símbolos/ hasta hundir la lengua en el libro azul de los significados …”.
No
un cuadro, sino una colección de pinturas, frescos, es el motivo de la primera
parte del poemario Lluvia de aljófar de Encarna León,
en el que recoge la visita a la capilla de San Antonio de la Florida en Madrid, diluvio enjoyado de desbordantes
emociones, como catarata de imágenes
detenida en el juego de la luz que la mano del Sordo de Fuendetodos en
mágico artificio desbordara en las cúpulas de la Capilla. Así en el poema que
sirve de introducción, dice: “Nácar
tibio de ópalo/…/ tiemblan los ojos/ transidos en asombro/ por el grácil
contraste/que expande de tu luz/…” Y en
Los Espejos hablaron: “Patena de silencios/ proclama la hermosura/…/Cuenco en
rescoldo ofrece/ tesoros cincelados/…” ,
para culminar la emoción en Esculpióse el arte, en “…este mar fascinante/ donde todo
naufraga/…” Y todo queda detenido en los trazos que el aire retiene en el
juego de su luz, tiempo embalsamado en el arco iris que la poeta recrea en el
gozo de su memoria.
La
poesía visual, al estilo de los haiga japoneses
en los que imagen y texto forman un todo
absoluto dentro de su sintetismo . reúne pintura y poema. Así el poemario Piel iluminada de Rafael de Cózar , una obra en la que une lírica y plasticidad en
hermosos poemas visuales, una forma actualizada del antiguo caligrama del siglo
IV a. C , que el escritor Guillaume Apollinaire ya revitalizó a principios del
siglo XX. Citaremos el poema “El tiempo, en tanto, /se diluye entre las alas de luna libélula/
ahorcada en el alambre de los cielos” , caligrafía pura sobre un
fondo de figuras desprendidas de un ballet, como sombras que lentamente se
deshacen en siluetas solas. La obsesión artística por
el cuerpo femenino nos depara algunos poemas hermosos sobre una hermosa piel
iluminada, como en “Azul
ayer en tu cuerpo que no hace mucho/ me miraba con tiempo adolescente/
precisamente tú…/…”, o como un rayo de grafismos sobre un torso
desnudo en: “Méretrice,
écoute moi: / je dois mourir/ y quisiera doblarte por los pliegues de la vida/
romper mi brazo entre tu selva…”
El
poemario “Según la costumbre de las olas”
es un iconotexto, en el que Clara
Janés y Jeraro Talens interactúan
combinando unos textos poéticos en prosa
poética con unos iconos realizados por Clara Janés . Este libro fue
construyéndose paso a paso. “Del mismo modo que se ilumina un objeto
olvidado me llegó un día la propuesta de diálogo por parte de Jenaro Talens.
Jenaro insiste en que habla desde su vida, no desde sí mimo; se expresa pues en
un terreno en progreso, en movimiento donde nada es absolutamente fijo –según
la costumbre de las olas-, terreno sin embargo que sustenta un único elemento”,
explica Clara Janés en una nota final al libro. “Yo le mandaba las imágenes a Jenaro y él me remitía los textos”,
recuerda la poeta y traductora. Un libro original y exquisito, un poemario
dialogado en el que imagen y textos se complementan. Una misma poesía sincronizada por dos voces de una dilatada
trayectoria poética, como un regalo visual y al mismo tiempo como insinuante
música latente que se difunde en su lectura.
©F.Basallote
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