miércoles, 10 de julio de 2013

ARTÍCULOS. El tacto de la Negra Dama.



EL TACTO DE LA NEGRA DAMA










La poesía de la muerte o sobre la muerte es uno de los temas frecuentes en la poesía de todos los tiempos. Desde el medievo y sus  Danzas de la muerte,- en las que había una desesperada llamada a ese tiempo de ceniza que precede a todo fin-, a los poetas de hoy día, la presencia de la Negra Dama ha  surtido a la poesía de un nutrido material en el que el dolor  y la elegía han dado lugar a una emocionante creación. 
Y es que como dijo Rabindranath Tagore: “Como un mar, alrededor de la soleada isla de  la vida, la muerte canta noche y día su canción”.  Y ese canto, que en Jorge Manrique  se manifiesta en  “Las coplas por la muerte de su padre” , recordándonos : cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/tan callando,/…”, en  Walt Witman, es una invocación : “Ven, muerte hermosa y consoladora/Ondula alrededor del mundo, llega serena, llega/De día, de noche, para todos/Tarde o temprano, muerte delicada/…” y en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”: “Lo demás era muerte y sólo muerte/a las cinco de la tarde” será para  Federico García Lorca  elegía .  En otras ocasiones es sola descripción, como Gabriela Mistral en “Los sonetos de la muerte”: “Del nicho helado en que los hombres te pusieron, /te bajaré a la tierra humilde y soleada…”., o  Pablo Neruda  en “Sólo la muerte :”  “Hay cementerios solos,/tumbas llenas de huesos sin sonido,/…”o el surrealista,  Andre Bretón, que en su obra “Muerte Rosa”, describirá el tránsito : “Los pulpos alados guiarán por última vez la barca cuyas/velas están hechas de ese solo día hora a hora/Es la velada única tras la cual sentirás subir por tus cabellos/el sol blanco y negro…”. Mientras, Cesare Pavese, nos dirá que "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.”.






En la poesía española actual, tan diversa en su riqueza, es lógico que un tema como éste esté presente en la voz de los poetas  y, con la certeza de Cesare Pavese, los ojos de  la Negra Dama  miran desde sus obras. Si la voz de Ricardo Bellveser (Valencia, 1948), tan medida y tan profunda,  nos ha llegado siempre como un análisis personal del mundo, en Las cenizas del nido, su palabra se hace conmovedoramente reflejo de un desleimiento íntimo, de la deslumbrante iluminación de su propio expolio:: “He de escribir un mensaje en un papel/ meterlo luego en una botella y tirarlo/ a un contenedor para que se lo lleve/ el camión de la basura a la hora del reparto/ y flote en la inmensidad del estercolero/…/ Un mensaje en una botella flotando en la hez/ de lo que en otro tiempo fue gloria y fama,…”.Manuel Jurado ( Sevilla, 1942) escribe en “Huesos de pájaro”,  “ entre el resplandor y la muerte” como dice Antonio Gamoneda, a la espera  del ángel final: “Aguardo la visita/ cordial del enemigo,/ a que encienda su fuego/ y prenda en mi mirada/ su disparo de luz.”.  En “Cuatro noches romanas”, Guillermo Carnero (Valencia 1947) nos ofrece  una especie de meditación final, y el hallazgo del vacío tras el tiempo en un diálogo en cuatro fases con la Muerte . A través de esos encuentros en los que surge una especie de batalla dialéctica , se van planteando las cuestiones constantes de la poesía en un  juego de atracción y repulsa, “-Ya no me ves hermosa en la luz griega.” dirá la Muerte y el poeta contestará: “ –Nunca lo fuiste; yo no te busqué / por hermosura…” , “ –Me encontraste/ cuando eras casi niño, y desde entonces/ siempre he estado contigo…” terminando el poeta y el libro con la siguiente petición : “ En medio de mi noche/ envuélveme en el manto de la tuya,/ y sabré que por fin no duermo solo.”


Si en estos poetas maduros, es hasta cierto punto lógico esta  reflexión sobre el constante tema, nos llama la atención cómo en los jóvenes está asimismo presente, demostrando que el desgarro del tacto de la Dama es capaz de producir sentimientos que se traducen en la emoción poética: Saray Pavón (Sevilla, 1984), en Grisicitudes. dirá trágicamente : “Y se murió de pronto y sin motivo/ el grito que pende en la garganta,  sin dejar escapar ni un suspiro…”. En “¿Estamos todos muertos?” de Sandro Luna ((L´Hospitalet de Llobregat, 1978) se nos muestra poéticamente el rito exequial, el escenario simbólico y accidental de la muerte, ese tiempo muerto en el que tanto las flores como los cantos son el trapantojo  que quiere disimular la certeza final: “Recogí pétalos del suelo/ y al juntarme en su piel me fui sumando, con mis cuatro cadáveres de lirios…” , “ Le llevan las canéforas/ sus elevadas flores, todo vuela alrededor del muerto.”

©F.Basallote




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