BUSCANDO EN EL VIENTO
A propósito de EN EL
VIENTO TAMPOCO de FRANCISCO MENA CANTERO.
VITRUBIO, 2014
La Poesía Mística tiene
hoy día bastante vitalidad, aunque a decir verdad limitada a poetas que sin
estar anquilosados en el pasado;
trasladan las vías de
acercamiento a la divinidad a la
literatura actual, conservando, con savia y vitalidad propias una poesía que
no desmerece de su larga tradición. El término mística
procede del verbo griego, "muein",
que significa "cerrar"; hace referencia a algo oculto, secreto. Mística, pues, etimológicamente, sugiere la vida
espiritual secreta, íntima, no ordinaria.
La pervivencia de este género, en el espacio particular de la literatura
de signo espiritual, se hace realidad hoy en la producción de varios autores,
entre los que destaca Francisco Mena Cantero ,(Ciudad Real, 1934), cuya obra Esta fe que nos lleva fue ganadora del XX Certamen Premio Mundial de Poesía Mística Fernando
Rielo y en la que nos sumerge en una
obra , de profundidad y de luz, de musicalidad y ritmo, de pureza formal y
limpieza absoluta del fondo, donde nítida luce la razón de su aventura y la
búsqueda de esa verdad tras la que a lo largo de su intensa obra ha sido su
vocación y designio, no sólo manifestación sino invocación, no sólo
cotidianeidad sino transparencia, no sólo rito sino trascendencia.
Dentro de esa búsqueda
por los caminos de la Naturaleza, nos
ofrece en su nueva obra En el viento
tampoco su encuentro con la huella
del amado: “Andas por los silencios de mi
casa./ Por los bajos del patio y en la altura/… / En esta suave brisa que
traspasa, / en el pan y en el vino, en la ternura/… / Quiero volver a ser tu
viejo amigo; / …”, y en similitud con San Juan de la Cruz: “Ascendí hasta el monte de mañana./
Escapaban las sombras fugitivos/ del sol, y entre las rocas/ saltaba un
arroyuelo en libertad./ Tú más libre que el viento,…/…/Dio en mi pecho la hora
en plenitud/ de la alegría…”. Siente el poeta la presencia anhelada, mas
también el fracaso de su búsqueda : “Estás llegando siempre. Cada día,/ a
cualquier hora,/ pronuncio una palabra y
eres tú/ quien me la dicta,/ más no descubro al ruiseñor eterno/ de tu
inmanencia./…” y se pregunta:” …Cómo encontrar el vaho de mi jardín/
derramado en el patio de mi casa./ Es preguntarte/ cómo llegaste y cómo estás,
tú que eres / la sagrada caricia/ del agua/…”. Y hay una conformidad en el
fracaso : “ Sea tu voluntad, pero no
entiendo/ tu desbandada, Dios siempre buscado /…/ Diariamente hoguera en mis
adentros, pero nunca me quema tu palabra./…” y al mismo tiempo un aserto: “ La palabra de Dios es el silencio./”, categórico
y rotundo.
Escrito con el cuidado
uso de las formas clásicas, con su recurso a la elementalidad de las cosas, con
diversidad de fuentes de las que siempre mana agua clara, urde en su sencillez
la trama de un emocionante universo de riquezas múltiples, luminosamente
decidido a esa trascendencia que si bien ha sido patente en toda su obra, aquí
es claramente manifiesta.
F.Basallote
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