domingo, 19 de abril de 2015

POETAS ANDALUCES. RAFAEL LAFFÓN.



POETAS ANDALUCES

RAFAEL LAFFÓN










El poeta Rafael Laffón, nació en Sevilla en 1900. En dicha  ciudad vivió y a ella  en su extensa obra cantó sentidamente en numerosas ocasiones.

Desde sus años de estudiante de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense comenzó a colaborar en las revistas andaluzas de poesía, destacando sus colaboraciones en Bética, Alma Máter y Archivo Hispalense entre otras...

Junto a Eduardo Llosent, Alejandro Collantes de Terán, Joaquín Romero Murube, Rafael Porlán y Juan Sierra  fundó en Sevilla, el año 1926,  la revista Mediodía,  formando parte del grupo poético del mismo nombre, así como de la  Generación del 27. 

Los comienzos de su obra poética están impregnados del aire vanguardista de la época, de un colorido y musicalidad desbordante,  evolucionando mas tarde a un mundo poético mas sencillo, de gran contenido sevillano, aunque sin pérdida de la componente impresionista de sus primeros libros.

En 1921 apareció su primer libro Cráter, que sería superado  en calidad por Signo Más (1927) y por Identidad ( 1934).  Posteriormente publicó Romances y Madrigales (1944), Adviento de la Angustia (1948), Romance del Santo Rey (1951) y Vigilia del Jazmín (1952), libro éste en el que la línea impresionista , de verso alegre y colorista se quiebra y se hace más profundo, de mayor carga existencial.

Otras obras del autor son: A dos aguas (1962), La Cicatriz y el Reino( 1964) y Sevilla del Buen Recuerdo (1970). 

En 1959 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura   Su obra  ha sido traducida al alemán, francés, italiano e inglés, apareciendo en numerosas Antologías, destacando la Spanische Gedtiche des XX Ahrhunderts , (Frankfurt),  y la reciente de Colección Austral, dedicada a los poetas de la Generación del 27.

Murió en Sevilla en 1978.






Rafael Laffón, un poeta del 'otro 27'
Es uno de los poetas más representativos de la poesía sevillana del siglo XX, pero su nombre y sobre todo su obra, reconocida por la crítica, ha sufrido un cierto olvido, eclipsado por las grandes figuras de la Generación del 27. Rafael Laffón Zambrano (Sevilla, 1895-1978) es uno de esos autores que no consiguieron la trascendencia que merecían, pese a su valor literario, y sobre los que los críticos reclaman su incorporación al grupo del 27. Prados, Altolaguirre, Villalón, Adriano del Valle, Oliver, Romero Murube y el propio Laffón forman parte de la nómina de escritores de ese otro 27. Con la intención de contribuir a romper ese numerus clausus generacional -que ha venido siendo lo habitual desde que Gerardo Diego publicara en 1932 la antología Poesía española contemporánea- y divulgar la obra de Laffón, la Fundación Aparejadores de Sevilla y la editorial Guadalquivir han publicado una antología del poeta sevillano, realizada por el profesor de la Universidad de Sevilla Miguel Cruz Giráldez.Desde hace 30 años era práctiamente imposible encontrar ediciones accesibles de sus libros, ya agotados. De ahí el empeño de Cruz, profesor de Literatura Española de la Facultad de Filología, en sacar a la luz esta selección, con la que quiere ofrecer una "visión homogénea y diacrónica de su obra que recogiera toda su trayectoria". "Nunca ha sido un poeta relegado, pero su obra sí ha sufrido un cierto olvido", dice Cruz.
Fundador de la revista Mediodía -una publicación que entre 1926 y 1929 fue el más importante medio de difusión del espíritu creador de los jóvenes vanguardistas sevillanos-, Laffón es exponente de la evolución de la poesía española contemporánea. Se inició en el modernismo para vincularse luego al vanguardismo ultraísta de la década de los veinte, seguir una línea más clásica en la posguerra, y optar, a partir de la publicación de Vigilia del jazmín (1952), su obra cumbre, por una poesía de "testimonio personal, de mayor profundidad y más existencialista", explica Cruz.
Rafael Laffón, a diferencia de otros miembros de la Generación del 27 que se vieron forzados al exilio, nunca abandonó su ciudad natal. "En su obra había dos pasiones irrenunciables: la poesía y Sevilla. Esa decisión de permaner acabaría afectando al alcance y reconocimiento de su obra", dice el editor. Su primer libro de poemas, Cráter, apareció en 1921. Después le siguió una novela corta, Maternidad, y Signo +, en 1927, ejemplo del vanguardismo innovador de aquellos años.
En 1934, Laffón cierra esta primera etapa de su poesía con la edición de Identidad. Durante los 10 años siguientes no publicó ningún libro de versos, "pero descubre un nuevo tema esencial para su obra: su amor a Sevilla", señala Cruz. Su mejor libro es, sin embargo, Vigilia del jazmín, marcado por el dolor de la pérdida de su mujer y su madre, fallecidas ambas en 1949. "La soledad y el retiro, habituales en su vida, se hicieron ya totales". El propio Laffón decía que escribía por "una tremenda necesidad de consuelo". "Confesar, confesar conmigo mismo sobre algo que yo entendía que tan sólo a mí podía alcanzarme. Porque el dolor, dramático espejismo, nos sitúa en el centro de todo lo creado", respondió cuando le preguntaron cómo podía transformar el dolor en poesía.
Pero sus profundos sentimientos religiosos evitaron que su poesía se deslizara por el tremendismo. En 1959 recibe el Premio Nacional de Literatura por su obra antológica La rama ingrata, un conjunto de poemas seleccionados desde Signo + a Vigilia del jazmín. En 1962 publica en los cuadernos La Muestra el libro más entrañable para el poeta, porque sus composiciones resumen sus dos grandes amores, La cicatriz y el reino. Su último libro, Sinuosidades y puzzle, aparece en 1970, año en que también publica Las incoherencias de un niño sensible, que aparecería en una segunda edición de 1973 con el título de Sevilla del buen recuerdo, un conjunto de evocaciones infantiles que revelan su personalidad lírica. En los últimos años de su vida, una trombosis de la que nunca consiguió recuperarse le retuvo en su casa, en la calle Cardenal Spínola, donde recibía a jóvenes escritores que buscaban consejo. Allí, el 4 de noviembre de 1978, le sorprendió la muerte.
















poemas

GRILLO

A R. Porlán y Merlo

Molinillo de café
-del café puro de la noche-:

Grillo,
buen menestral que mueles la sombra
que es café puro de Sur y estío;
y es el sorbo neumático
de gravedad que acerca a los amigos;
e infusión de emboscada
del calamar del infinito;
y vaho ciego
de caer de espaldas al abismo...

¡Este café que mueles, grillo!
Café puro, con gotas de estrellas,
que desvela a los niños...




  Invitación a la vida.  .

Pasan las aguas por el cauce
y no terminan de pasar;
mas si de un agua no bebimos
nunca aquel agua tornará.

Y mientras corre el tiempo y llega
la hora feliz que imaginamos,
se va la vida, huyendo siempre,
cual se va el agua entre las manos…

Gocemos hasta marchitarlas
todas las flores del camino,
ya que el dolor jamás perdona
ni un paso de nuestro destino.

Gocemos la vida, gocemos…
¿Quién del mañana gozará?
Gocemos hasta embriagarnos
con una absurda saciedad.

Y aunque de luz se abrase el alma,
presto vayamos a la luz…
¡No hay más que al fin de los caminos,
sobre una lápida, la cruz!




Llega estremecida la onda limpia y clara,
de espuma somera que aún orla sus flancos.
Al fin _en las pozas calientes_, se para.
Y es la espuma risa de unos dientes blancos.

En prisión el agua cara al cielo queda,
muda y traspasada de la luz del cielo;
y en el seno inmóvil de su plata leda
la sal cuaja en ansias de un andante anhelo...

¡Qué andante el del agua! Nube, pluvia, fuente,
río, mar... ¡Qué anhelo ahora en el letargo!
¡Qué anhelo que pone cabe el agua riente
la sal como un poso de inquietud ama










ESPERANZA NUESTRA

Decir Esperanza es tanto
como decir Macarena.
Ay linda carita, llena
al par de júbilo y llanto.
Te canto...porque te canto,
como hay noche y como hay día.
Fino coral, ambrosía,
Lucero de la mañana,
qué mañana sevillana
en tu gloria lucraría...

En tu gloria lucraría
como asido a un clavo que arde,
que es, Esperanza, cobarde
abandonar marcha y vía.
Tú, congoja en alegría;
yo, triste a lo sevillano.
De penas en Cristo hermano...
Dame en la vida mortal
ese clavo -tanto mal-
aunque me abrase la mano.



La estocada
Rayos mortales fulmina
cielo de caireles de oro.

Muere estupefacto el toro
del lujo que lo asesina.

De esmeralda o venturina
o zafiro se le inflama
al sol la mórbida rama
que es en la arena el torero.

Y con pasos de bolero
el rococó se hace drama.





  Discurso de las cofradías de Sevilla, 1941. (Fragmento)
“La Macarena surge al fin, en su estela de luz, con su rostro donde las lágrimas apenas acaban de secarse, y brilla, y se anima con el calor de tanto amor. La aclamación llega a su paroxismo. ELLA pasa en su aureola y, como una lenta cometa, deja detrás la cola de pavo real de su manto verde ocelado, con su arrastre de fuego, antes de desvanecerse en las tinieblas de la Catedral…”.

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