viernes, 20 de diciembre de 2013

ARTÍCULOS. UNA POESÍA DE LA LUZ



UNA POESÍA DE LA LUZ













Existe una  poesía de la luz, denominación que en la poesía contemporánea  tiene el más claro ejemplo en la poesía de Elytis: “En el principio la luz y la hora primera”. La luz es un elemento fundamental en su lírica basada en  la raíz esencial del arte griego: “los europeos y los occidentales,  hallan siempre el misterio en la oscuridad, en la noche, mientras que los griegos lo hallamos en la luz, que es para nosotros algo absoluto…”, dice el poeta.    En nuestra poesía están y estarán siempre presentes  los versos de Juan Ramón: “Y en esa luz está tú;/pero no sé dónde estás /no sé dónde está la luz.” o “ Luz vertical,/ luz tú/ alta luz tú,/ luz oro;/ luz vibrante, luz tú./ Y yo la negra, ciega, sorda sombra horizontal”, recogido en La estación total con Las canciones de la nueva luz, un libro fundamental en la trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez  en su  " anhelo creciente de totalidad".


Su poema: “Luz vertical, / luz tú/ alta luz tú, / luz oro; / luz vibrante, luz tú. / Y yo la negra, ciega, sorda sombra horizontal” nos conduce directamente al último libro de  Andrés Sánchez Robayna,  La sombra y la apariencia”,(Tusquets, 2010) , sin luz no hay sombra; sin sombra, no hay luz humana: “Donde incluso la sombra/ tiene luz, / allí el verano/ se dice. // Donde la oscuridad/ te dice, / palabra, / aún dices luz”.  Un poeta de la esencialidad que en la luz  realiza su visión poética, en un cierto parecido juanramoniano  en el camino de la totalidad. .


En El umbral,(Pre-textos, 2011), María Victoria Atencia    , manteniendo las coordenadas esenciales de su ubicación poética, muestra una disposición  a incluir algunos aspectos si no nuevos, si con otro sentido- de ahí el nombre del poemario- , un sentimiento liminar en el que el tiempo delimita espacios elegíacos   con una pretendida intención de evocaciones  aunque sin dejar de lado esa pureza del presente tan propia de su poética , “ el fulgor del instante”.   Siempre la luz, la  belleza de la naturaleza: el agua, los pájaros, las flores, los árboles …en una presencia que, dual, se manifiesta al mismo tiempo en meditación, como el íntimo envés del mismo espejo trascendiendo la realidad al canto o al ensimismamiento: “ Los pájaros también, los pájaros que eran/ como una reflexión que mantuviese/ suspensa de las alas su respuesta,…” o “¿ Pues qué podría yo testificar de mí, al margen/ del silencio preciso, para que se cumpliese/ la perfección de un lirio que se alzara en su tallo,/…” , para llegar a la necesidad de la soledad: “ Necesito sentirme a solas de algún modo/ para poner mi nombre en los labios del agua,/…”  y a una entrega luminosa que trasciende de sí hasta la más bella estancia de la belleza:  “ Puedo entregarme a ti, ruiseñor de lo alto y tan ajeno/ a ti que eres un yo que estuviese cantándote,/ sucesiva hermosura que un instante en el alba /se atreve a detenerse/ sobre una tierna rama ya suspensa en la luz/…”


En Oír la luz, (Tusquets,2009) de Eloy Sánchez Rosillo  es dentro de su inconmovible esencia elegíaca un paso más en la senda que él mismo definía en cierta ocasión: “El poeta, en su caminar,…debe despojarse de todo lo que no le es absolutamente necesario…”y en función de ello, adelgaza mucho más la línea en una aproximación al esquematismo temático, sin dejar de lado su alianza perpetua con la luz, combinando certeramente elegía y cántico, memoria y celebración.

  
El retorno es pues una reinterpretación del gozo, incluso de los más elementales: “Por eso es muy hermoso y tiene tanto/ que ver con la alegría/ que, inesperados y resplandecientes,/ hayan querido regresar ahora…”, nos dirá el poeta  en la evocación de los cantos matinales de los gallos en el pueblo lejano, o la evocación de la casa  de sus padres: “ Tenía dos balcones que daban a una plaza./ El sol de la mañana entraba allí a raudales/ y todo lo encendía./ Ahora, en mi corazón lo noto entrar./ Y enciende estas palabras.”  Retornar, es reencontrarse con la luz primera: “He vuelto a este lugar del corazón, y hay/ una luz semejante a la que había aquí /en mis años primeros…”,  hasta tal punto que “Siempre es nueva la dicha de los ojos/ cuando vuelve la aurora...”. La dicha, que a veces es en su elementalidad tan grande que hace decir al poeta: “Ojalá que esta tarde, tan amarilla y dulce/  como un topacio que se va apagando/ no se pierda del todo cuando acabe.”


En este retorno a esa luz  hay un reencuentro consigo mismo  y “ ...me pregunto aún quien soy/ y por qué todavía/ al mirarme de cerca en el espejo/ sigo viendo un enigma,..” reencuentro en el que surge un cierto descubrimiento “Me aproximo al que acaso soy, a ese/ que intuyo o sueño y se me desdibuja/ en confusos afanes todavía.”..


En  Aluvial (Poemas 2007-2008),(Pre-textos,2010)  de Tomás Segovia, hay una presencia  luminosa de la naturaleza, - en la que se adivinan trazas del paraíso de Aleixandre-   tratada de una manera casi franciscana. Dirá:  “Las hojas allá arriba están danzando/ Balancean sus ágiles racimos/ de indolente minucia…”, y al modo de Issa Kobayashi le hablará al viento: “No te quedes allí en esa media altura/ leve viento indeciso…” o “ Tendré que poner algo de mi parte/ Este tímido soplo embebecido…” y gozára con los árboles en primavera: “ Están los chopos ya metiendo la cabeza/ En este limpio sol tan de primera agua…” y con los pájaros: “Los pájaros saltando revolviéndose/ Dentro del blando seno del follaje/ Que traspasa un sol aúreo…” .


La trascendencia ontológica de la poesía de Enrique Barrero (Sevilla, 1969),  se nos muestra en Instantes de luz (Ateneo Jovellanos, 2011)  de forma  metafísica, y hondamente humana en la sincera expresión de una intensa  e incesante inquietud que se derrama en estos poemas transidos de  “ la luz alta de mi propio extravío…”.  Y , es que la luz de estos instantes es una luz interior, personal, dócil al pensamiento del poeta, así dirá en su primer poema La luz en las vidrieras : “ Sólo con la caricia/ que hasta el tacto elevara el pensamiento / viene la luz a las vidrieras solas,/…” , es una luz que “…Acude mansamente a nuestro encuentro/ sin alumbrar apenas, Ignorando/ que el corazón la aguarda…”, luz que en su inmaterialidad carece de la alegría tangible de las cosas y en la perspectiva que impone la distancia es a veces tenue destello en lo sombrío:  “ He visto en estos campos/ la tristeza abatida de la luz como un silbo/ sobre el cansancio ocre/ de la tierra…” , una luz del mundo que difiere de la  que en su corazón espera: “ He visto sin quererlo la pobre luz de cieno/ que entre las calles oscuras  esculpe la miseria…” . Porque el poeta sólo vive para una luz pura, así dice claramente: “Si entre todas las luces yo pudiera/ elegir una luz os pediría/ la eterna luz del agua…”


Facetas de la luz, como reflejos de un diamante que a través de la voz de los poetas, nos llega desde la rotundidad vertical al segado vuelo rasante de su brillo.


F.Basallote

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