viernes, 11 de octubre de 2013

POETAS ANDALUCES EN LA MEMORIA. JUAN SIERRA




POETAS ANDALUCES  EN LA MEMORIA











JUAN SIERRA.


Sevilla, 1.901-1989. Funcionario de Hacienda hasta su jubilación, dedicó su vida a cultivar despaciosamente una vena poética que entroncaba por un lado con la modernidad y por otro con la tradición barroca sevillana.

 Sólo publicó 4 libros de poesía y una antología de artículos reunida bajo el título "Sevilla en su cielo". Fue uno de los fundadores de la revista Mediodía y compañero de todos los grandes poetas que convirtieron la Sevilla de los años 20 y 30 en capital mundial de la poesía.

Sevillano de frialdad y finura, vivió los últimos años de su vida en apartamiento, ceguera y sabiduría, como un viejo rabino de Rembrandt.

Obra poética: "María Santísima" (Sevilla, Mediodía, 1.934), "Palma y cáliz de Sevilla" (Madrid, Afrodisio Aguado, 1.944), "Claridad sin fecha" (Sevilla, Gráficas La gavidia, 1.947), "Álamo y cedro" (Sevilla, Renacimiento, 1.982), "Poemas" (Granada, La Veleta, 1.992).






BARRIO ANDALUZ (De "Claridad sin fecha" 1947)



Ramas de canela escritas
bajo un leve aliento frío
de lazos, dientes, chinitas
y caracoles de río.
Yo no quiero su albedrío
sujeto ni al fino mando
a que se doblega cuando
abre su mirar profundo.
¡Sentado en el fin del mundo
está Juan Sierra llorando!










SUR CUANDO QUIERO


A José Mª del Rey

Nadie sabe la mirada del ave que escarba en la tierra
a esta hora fortaleza resplandeciente
escupida en las vértebras de un chorro de agua

La cal oscurece adolescencias en la compasión de alguna rama
El sur se abre
como una flor hundida en mirra de codos expertos
al horizonte de su egoísmo

Sevilla ya no tiene fuerzas para respirar engaños
cuando se llora la delgadez con que el muro no apetece más que la igualdad de su sombra
y gravitan rasgos de conformidad
en balcones análogos

La memoria ahueca lirios en el sueño de una belleza
que plegó sus alas sin dejar de sonreír
ahora que la oscuridad de mi habitación estalla dulcemente su silencio
en color damasco de repique
y el aire nos aconseja esparto glorioso
Pero volvamos a los himnos de sombra
que nos ofrecen en la palma de la mano
una cinta de madera florida
en orden al tiempo
que bebe agujas de playa
o compras mucho más leves
que lo que resta de su primera voz

La vida nunca llega con retraso a unos ojos bellamente protegidos
Cada día que pasa te considero más niña



 EL CRISTO DEL CALVARIO (FRAGMENTO)

 La Catedral vacía. Se regala el silencio 
en los grises pilares de tierra endurecida. 
Ningún aliento roza la quietud lisa y firme 
de esa alcoba de piedra donde Dios vela solo. 

¡Oh clausura de tumba que por la noche sella 
toda una calma gótica de músculo encendido! 
Una brisa ligera de vez en cuando agita
este silencio en polvo flor de cuerpo presente. 

Bajo el peso aromado de la púrpura unida
ha llegado a doblarse una cera que arde. 
Algo aguarda la sombra del hierro subterráneo 
donde yacen los muertos con su fina sonrisa. 

En lo cóncavo y alto suenan golpes terribles 
como lúgubre aviso de martirio lacrado. 
Suenan golpes terribles porque el sueño construye
un ataúd de urgencia sobre la losa fría. 

El cadáver de Cristo penetra en esta augusta 
soledad hecha piedra como un salmo suspenso. 
El aire queda inmóvil. Inmóvil aún al tenue 
y entrelazado silbo de algún piar lejano. 

Llega el Señor cansado de su larga hermosura, 
arrastrando la brisa y el temblor de la noche. 
A sus muslos desnudos la Catedral ofrece 
con figura de lumbre una paz de claveles. 

Colgado de una Cruz llevan este cadáver 
sus hermanos de muerte los hombres deleitosos 
Sólo un forrado y lento rumor de paso altera 
la frialdad que cruza por las naves desiertas. 

El misterio descalza su atmósfera morada 
y ciñe vacilante a la bella escultura. 
Todo muro ante el paso del Calvario establece
 una grave leyenda de marfil y de llamas. 

 La oscuridad labrada se oculta en las capillas 
donde los estandartes manchados de batallas 
con sus telas podridas tiritando de mármol 
se agarran a la aurora desesperante. 

(…)

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